Varias ciudades importantes continuaban en manos de Subarashii y Amexx, y estaban actuando como un imán para las unidades aisladas de la policía de la UNTA. Burroughs era la principal pero podía decirse lo mismo de Cairo, Lasswitz, Sudbury y Sheffield. En el sur, los refugios que no habían sido abandonados o destruidos por la fuerza expedicionaria se revelaban abiertamente, y Vishniac Bogdanov estaba construyendo una tienda de superficie sobre el antiguo aparcamiento de vehículos robot contiguo al agujero de transición. De modo que el sur recobraría su estatus de bastión de la resistencia, aunque Nadia no creía que fuese a servir de mucho. Y el casquete polar norte se encontraba inmerso en tal caos medioambiental que importaba poco en manos de quién estuviera; el hielo se deslizaba hacia Vastitas, pero la meseta polar estaba cubierta por la nieve invernal y era la región más inhóspita de Marte, por lo que no quedaba allí ningún asentamiento permanente.
Por tanto el litigio azotaba las latitudes templadas y ecuatoriales, la banda planetaria limitada por el hielo de Vastitas al norte y por las dos grandes cuencas al sur. Y el espacio orbital, naturalmente. Pero los ataques de Sax a los satélites metanacionales habían tenido éxito, y apartar a Deimos de las inmediaciones del planeta se consideraba ahora una feliz ocurrencia. Sin embargo, el ascensor seguía en manos metanacionales y los refuerzos de la Tierra llegarían en cualquier momento. Y al parecer el equipo de Sax en Da Vinci había utilizado casi todo el armamento del que disponía en el primer ataque.
En cuanto a la soletta y el espejo anular, eran tan grandes y frágiles que eran indefendibles: si alguien quería destruirlos, no tendría dificultades. Pero Nadia no lo consideraba necesario. Si ocurría, significaría que los rojos habían decidido hacerlo por su cuenta y riesgo. Y si lo hacían… Bien, podían pasar perfectamente sin esa insolación adicional. Tendría que preguntarle a Sax su opinión sobre el asunto. Y hablar con Ann para ver cuál era su posición; o quizá sería mejor no darle ideas. Ya vería cómo marchaban las cosas. Y ahora qué más…
Se quedó dormida sobre la pantalla. Cuando despertó estaba tendida en el sofá y tenía un hambre de lobo. Sax estaba leyendo la pantalla de ella.
—Las cosas pintan mal en Sabishii —dijo cuando la vio incorporarse con dificultad. Ella fue al cuarto de baño y cuando regresó miró por encima del hombro de Sax y leyó mientras él seguía hablando—. Los policías no consiguieron hacerse con el laberinto, así que salieron para Burroughs. Pero mira. —Tenía dos imágenes en pantalla: en la parte superior Sabishii ardiendo con tanta furia como Kasei Vallis, en la inferior una marea de tropas derramándose de los trenes en la estación de Burroughs, con armaduras ligeras y armas automáticas y con el puño alzado. Burroughs rebosaba de fuerzas de seguridad, y habían tomado Branch Mesa y Double Decker Butte como acuartelamientos. Así que ahora además de las tropas de la UNTA había en la ciudad fuerzas de Subarashii y Mahjari, en realidad de todas las metanacionales, y Nadia se preguntó qué era lo que en realidad estaba ocurriendo entre ellas en la Tierra, si no habrían llegado a algún acuerdo o alianza como resultado de la crisis. Llamó a Art en Burroughs y se lo preguntó.
—Quizás estas unidades marcianas están tan desconectadas que han firmado su propia paz —dijo él—. Tal vez estén abandonados a su suerte.
—Pero si nosotros mantenemos el contacto con Praxis…
—Sí, pero los pillamos por sorpresa porque ignoraban que la resistencia contara con tantas simpatías. La estrategia de Maya de mantenernos tranquilos ha dado resultado. No, esos grupos seguramente están aislados, en cuyo caso podríamos decir que Marte es ya independiente y que está inmerso en una guerra civil para decidir quién manda. Por lo tanto, si esos tipos de Burroughs nos llaman y nos dicen:
«Muy bien, Marte es un mundo lo suficientemente grande como para que coexistan diferentes formas de gobierno. Ustedes tienen el suyo, y nosotros tenemos Burroughs, no traten de sacarnos de aquí», ¿qué les diremos?
—No creo que nadie entre ellos aspire a tanto —dijo Nadia—. Sólo hace tres días que perdieron el contacto. —Señaló la pantalla—. Mira, ahí está Derek Hastings, jefe de la Autoridad Transitoria. Era jefe de Control de Misión en Houston cuando emprendimos el viaje y es peligroso: inteligente y muy obstinado. Mantendrá el tipo hasta que lleguen los refuerzos.
—¿Entonces qué crees que deberíamos hacer?
—No tengo ni idea.
—¿No podemos ignorar a Burroughs?
—No creo. Estaremos en una posición mucho más ventajosa si salimos de detrás del sol con el control absoluto. Si quedan tropas terranas resistiendo heroicamente el sitio en Burroughs es seguro que vendrán a salvarlos. Dirán que es una misión de rescate y vendrán a recuperar todo el planeta.
—No será fácil tomar Burroughs con todas esas tropas allí.
—Lo sé.
Sax, que dormía en un sofá en el otro extremo de la habitación, abrió un ojo.
—Los rojos hablan de inundarla —señaló.
—¿Qué…?
—Está por debajo del nivel del hielo de Vastitas. Y hay agua bajo el hielo. Sin el dique…
—No —dijo Nadia—. Hay doscientas mil personas en Burroughs además de las tropas de seguridad. ¿Qué se supone que tiene que hacer la población? Es imposible evacuar a tanta gente. Es una locura. Es como repetir el sesenta y uno. —Cuanto más lo pensaba más furiosa se ponía.
—¿En qué piensa esa gente?
—Tal vez sólo sea una amenaza —dijo Art en la pantalla.
—Las amenazas son inútiles a menos que aquellos a los que estás amenazando crean que las llevarás a cabo.
—Quizá lo crean.
Nadia negó con la cabeza.
—Hastings no es tan estúpido. ¡Demonios, él podría evacuar sus tropas por el puerto espacial y dejar que la población se ahogase! ¡Y entonces nos convertiríamos en monstruos y la Tierra vendría a darnos caza sin tardanza! ¡Ni hablar!
Se levantó y fue a desayunar algo; pero al mirar el grupo de pastas en la cocina descubrió que ya no tenía apetito. Tomó una taza de café y volvió a las oficinas, advirtiendo el temblor de sus manos.
En 2061 Arkadi se había enfrentado a un grupo disidente que había enviado un asteroide en una trayectoria de colisión con la Tierra, sólo como amenaza. Pero habían destruido el asteroide con la mayor explosión provocada por el hombre. Y después de aquello la guerra en Marte había seguido un curso mortífero que antes no había tenido. Y Arkadi había sido incapaz de detenerlo.
Y podía ocurrir otra vez.
—Tenemos que ir a Burroughs —le dijo a Sax.
La revolución suspende los hábitos además de la ley. Pero del mismo modo que la naturaleza aborrece el vacío, el ser humano aborrece la anarquía.
Los hábitos se infiltraron en el nuevo terreno como las bacterias y fueron seguidos de procedimientos, protocolos, fellfields de discurso social, en su evolución hacia los bosques de la ley que culminaban el proceso. Nadia advirtió que algunos acudían a ella para resolver sus conflictos confiando en su juicio quizá porque ella era lo más parecido a una figura estable que veían. Art la llamaba el solvente universal, y cierta vez Maya se refirió a ella como la generala Nadia, porque sabía que ese calificativo la molestaría, como así ocurrió. Personalmente Nadia prefería verse como Sax la había definido ante su fiel tropa de técnicos, jóvenes Sax en potencia: «Nadia es el arbitro designado, hablen con ella». Ah, el poder de los nombres. Arbitro en vez de general. A cargo de la negociación que Art llamaba «cambio de fase». Nadia le había oído emplear el término durante una larga entrevista que concedió a Mangalavid, con esa cara de palo que no permitía adivinar si hablaba en serio o en broma: «Bien, no creo que lo que estamos viviendo sea una revolución, no. Es un paso perfectamente natural aquí, así que puede hablarse más bien de estadio evolutivo o de lo que en el campo de la física llaman un cambio de fase».