—¿Las bioinfraestructuras no son de propiedad pública por regla general? —preguntó Art.
—Por supuesto. Lo que significa una estrecha colaboración con los gobiernos implicados. El producto anual bruto de Praxis es mucho mayor que el de la mayoría de las naciones. Tenemos que encontrar países con PNB bajos y pésimos ICF.
—¿ICF? —preguntó Art.
—Índice de Crecimiento Futuro. Es una alternativa a la valoración según el PNB que tiene en cuenta la deuda externa, la estabilidad política, la salud medioambiental y así por el estilo. Una comprobación útil del PNB, que ayuda a los países retrasados que pueden utilizar nuestra ayuda. Los identificamos y entonces ofrecemos una inversión masiva de capital, además de asesoramiento político, seguridad y cualquier cosa que necesiten. A cambio, nos hacemos con la custodia de sus bioinfraestructuras y tenemos acceso a los obreros. Evidentemente, es una asociación, creo que ahí está el futuro.
—¿Cuál es nuestro papel en eso? —preguntó Sam, abarcando con ademán al grupo.
Fort los miró uno a uno.
—Voy a asignar a cada uno de ustedes una tarea distinta. Son confidenciales, y por tanto no deben hablar de ellas. Partirán por separado con destinos diferentes. Realizarán un trabajo diplomático como enlaces de Praxis, y bien trabajos específicos relacionados con la inversión en infraestructuras. Les daré los detalles en privado. Ahora tomemos un almuerzo temprano. Luego los entrevistaré uno a uno.
¡Trabajo diplomático!, anotó Art en su atril.
Art pasó la tarde vagabundeando por los jardines, mirando los pequeños manzanos crucificados. Al parecer no figuraba entre los primeros en la lista de citas personales de Fort. Se encogió de hombros. Hacía un día nublado, y las flores, cargadas de humedad, temblaban. Sería duro regresar a su estudio bajo la autopista en San José. Se preguntaba qué estaría haciendo Sharon, si alguna vez pensaba en él. Estaría navegando con el vicepresidente, sin duda.
El crepúsculo avanzaba y él se disponía a regresar a la habitación y prepararse para la cena cuando Fort apareció en el sendero central.
—Ah, está aquí —dijo—. Bajemos hasta el roble.
Se sentaron junto al grueso tronco del árbol. El sol descendía entre nubes bajas, y teñía el mundo con el color de las rosas.
—Vive usted en un lugar precioso —dijo Art.
Fort no pareció oírlo. Tenía la vista alzada al cielo y contemplaba la masa de nubes iluminadas por el sol.
Después de unos minutos de silenciosa contemplación, dijo:
—Quiero que usted adquiera Marte.
—¿Que adquiera Marte?
—Sí. En el sentido en que he hablado esta mañana. Estas asociaciones nación-transnacional son el futuro. Las viejas relaciones de banderas acomodaticias eran sugerentes, pero hay que llevarlas más lejos si queremos tener mayor control sobre nuestras inversiones. Lo hicimos en Sri Lanka, y tuvimos tanto éxito que las transnacionales nos han imitado y están reclutando países en dificultades.
—Pero Marte no es un país.
—No, pero está en dificultades. Cuando el primer ascensor fue destruido, su economía se vino abajo. Ahora el nuevo ascensor ya está en posición y van a empezar a suceder cosas. Quiero que Praxis vaya por delante en la carrera. Ya sé que otros grandes inversores continúan allí, compitiendo por una posición ventajosa, y ahora que el ascensor funciona la competencia será más reñida.
—¿Quién explota el ascensor?
—Un consorcio encabezado por Subarashii.
—¿No es eso un problema?
—Bueno, les da una cierta ventaja. Pero ellos no entienden a Marte. Sólo lo ven como una nueva fuente de metales. No ven las posibilidades.
—Las posibilidades de…
—¡De desarrollo! Marte no es solamente un mundo vacío en términos económicos, Randolph, es casi un mundo inexistente. Hay que construir su bioinfraestructura, ¿comprende? Quiero decir que sí uno se limita a extraer los metales y luego a irse a otra parte, que es lo que parecen tener en mente Subarashii y los otros, está tratando a ese planeta como sí no fuera más que un asteroide grande. Y es una estupidez, porque su valor como base de operaciones, como planeta, sobrepasa en mucho el valor de los metales que contiene. Todos los metales juntos tienen un valor total aproximado de veinte billones de dólares, pero el valor de un Marte terraformado está alrededor de los doscientos billones. Un tercio del Valor Mundial Bruto, y eso ni siquiera da una idea aproximada de su valor singular. No, Marte es una inversión en bioinfraestructura como las que he definido. Exactamente lo que Praxis está buscando.
—Pero adquisición… —dijo Art—. ¿A qué se refiere concretamente?
—No a qué, sino a quién.
—¿A quién?
—A la resistencia.
—¡La resistencia!
Fort le dio tiempo para digerirlo. La televisión, los tabloides y las redes estaban llenas de cuentos sobre los sobrevivientes de 2061: se decía que vivían en refugios subterráneos en las tierras salvajes del hemisferio sur, liderados por John Boone e Hiroko Ai, que abrían túneles por todas partes, que mantenían contacto con alienígenas, celebridades muertas y dirigentes del mundo. Art miró a Fort, un auténtico dirigente mundial sorprendido por la súbita certeza de que quizás había algo de cierto en todas esas fantasías pelucidarias.
—¿Existe de verdad? —preguntó. Fort asintió.
—Existe. No estoy en contacto directo con ellos, como usted comprenderá, y no sé cuál es su alcance real. Pero estoy seguro de que algunos de los Primeros Cien viven aún. ¿Recuerda las teorías de Taneev y Tokareva de las que les hablé el primer dia? pues bien, ellos dos, Ursula Kohl y el equipo biomédico que habían formado vivían en la aleta de Acheron, al norte del Monte Olimpo. Durante la guerra, el laboratorio fue destruirlo pero no se encontraron cadáveres. Hace seis años, un equipo de Praxis se trasladó allí y reconstruyó el complejo. Cuando las obras concluyeron, lo bautizaron Instituto Acheron y lo dejaron vacío. Todo está dispuesto pero no hay ninguna actividad, excepto una discreta conferencia anual sobre la teoría eco-económica que ellos propusieron. Sin embargo, el año pasado, cuando se clausuró la conferencia, uno de los equipos de limpieza encontró unas páginas en una bandeja de fax. Comentarios sobre una de las ponencias. Sin firma, sin origen. Pero estoy seguro de que su autor es Taneev o Tokareva, o alguien muy familiarizado con el trabajo de ellos. Y creo que no me equivoco al interpretarlo como un pequeño saludo. Un saludo muy pequeño, pensó Art. Fort pareció leerle el pensamiento.
—Acabo de recibir un saludo más claro. No sé de quién es. Se muestran muy cautos. Pero están allí.
Art tragó con dificultad. Si eso era cierto, se trataba de una noticia importante.
—Y usted quiere que yo…
—Quiero que vaya a Marte. Tenemos un proyecto allí que le servirá de tapadera: recuperar una sección del cable del ascensor caído. Y mientras usted se dedica a eso, yo haré las gestiones para ponerle en contacto con la persona que se comunicó conmigo. Usted no tendrá que tomar la iniciativa. Ellos darán el primer paso. Sólo una cosa: de momento no les dirá qué es exactamente lo que usted intenta hacer. Quiero que trabaje con ellos, que averigüe quiénes son y qué pretenden, y la extensión del movimiento. Y cómo podemos tratar con ellos.