Wiggan se ruborizó.
– Bueno, yo…, supongo que podría ser cieno. En realidad…, no lo sé. No llevo un registro de los guiones rechazados, como aparentemente hace el señor Storey.
Hizo esta última afirmación en un tono agresivo, y Bosch casi no pudo contener un gesto de dolor. No había nada peor que un testigo en el estrado que es cazado en una mentira y entonces se pone a la defensiva. Bosch miró a los doce. Varios de los jurados no estaban mirando al testigo, una señal de que se sentían tan incómodos como él mismo.
Fowkkes se decidió a dar la puntilla.
– El acusado lo rechazó en veintinueve ocasiones y aun así dice al jurado que no siente animadversión hacia él. ¿Es correcto, señor?
– Así son los negocios en Hollywood. Pregúntele a quien quiera.
– Bueno, señor Wiggan, se lo estoy preguntando a usted. ¿Le está diciendo a este jurado que no le desea nada malo a este hombre cuando es la misma persona que de manera constante y reiterada le ha dicho que su trabajo no es lo bastante bueno?
Wiggan casi masculló la respuesta junto al micrófono.
– Sí, eso es cieno.
– Bien, es usted mejor persona que yo, señor Wiggan -dijo Fowkkes-. Gracias, señoría. Nada más por el momento.
Bosch sintió que buena parte del aire escapaba del globo de la acusación. Con cuatro preguntas y en menos de dos minutos, Fowkkes había puesto en entredicho la credibilidad de Wiggan. Y lo que era absolutamente perfecto en la habilidosa cirugía del abogado defensor era que había poco que Kretzler pudiera hacer para resucitar al testigo. Al menos el fiscal sabía que era mejor no intentarlo para no hacer más grande el agujero. Despidió al testigo y el juez levantó la sesión durante quince minutos.
Después de que hubo salido el jurado y el público empezó a abrirse paso, Kretzler se inclinó sobre Langwiser para susurrarle a Bosch.
– Deberíamos haber sabido que este tipo iba a explotar-dijo malhumorado.
Bosch se limitó a mirar en torno a sí para asegurarse de que no había periodistas cerca. Se inclinó hacia Kretzler.
– Probablemente tiene razón -dijo-, pero hace seis meses era usted quien decía que investigaría a Wiggan. Era responsabilidad suya, no mía. Me voy a tomar café.
Bosch se levantó y dejó a los dos fiscales allí sentados.
Después del descanso, los fiscales decidieron que necesitaban volver con fuerza inmediatamente después del contra interrogatorio de Wiggan. Abandonaron la idea de presentar a otro testigo para que testificara que había visto a Storey y la víctima juntos en la premier y Langwiser llamó al estrado al técnico de seguridad llamado Jamal Hendricks.
Bosch acompañó a Hendricks desde el vestíbulo. Era un hombre negro que llevaba pantalones azules y un uniforme azul claro, con el nombre de pila bordado encima de un bolsillo y el emblema de Lighthouse Security encima del otro. Pensaba ir a trabajar después de testificar.
Al pasar por el primer juego de puertas a la sala, Bosch preguntó a Hendricks en un susurro si estaba nervioso.
– No, es pan comido -replicó Hendricks.
En el estrado, Langwiser presentó a Hendricks como un técnico de la compañía de seguridad para el hogar. Luego pasó específicamente a su trabajo en el sistema de seguridad de la casa de David Storey. Hendricks dijo que ocho meses antes había instalado un sistema de lujo Millennium 21 en la casa de Mulholland.
– ¿Podría decirnos algunas de las características del sistema de lujo Millennium Twentee?
– Bueno, es lo mejor de la gama. Tiene de todo. Sensor y operación a distancia, software de reconocimiento de voz, sensor automático de emisión, un programa interno… lo que usted quiera, el sistema del señor Storey lo tenía todo.
– ¿Qué es un programa interno?
– En esencia es un programa de grabación de operaciones. Te permite saber qué puertas o ventanas se han abierto o cerrado, qué códigos personales se usaron y yo qué sé qué más. Mantiene un registro de todo el sistema. Básicamente se utiliza en aplicaciones comerciales e industriales, pero el señor Storey quería un sistema comercial y venía incluido.
– ¿De manera que él no solicitó específicamente el programa interno?
– No sé nada de eso. Yo no vendo el sistema, sólo lo instalo.
– Pero ¿él podría haber tenido el sistema sin saberlo?
– Supongo que todo es posible.
– ¿En algún momento el detective Bosch llamó a Lighthouse Security y pidió que un técnico se reuniera con él en el domicilio del señor Storey?
– Sí, hizo la llamada y me avisaron a mí, porque yo había instalado el sistema. Me reuní con él en la casa. Eso fue después de la detención del señor Storey. Ya estaba en prisión.
– ¿Cuándo fue exactamente?
– El once de noviembre.
– ¿Qué le pidió que hiciera el detective Bosch?
– Bueno, primero me mostró una orden de registro que le permitía recoger información del chip del sistema.
– ¿Y usted le ayudó con eso?
– Sí, descargué el archivo de datos del programa y lo imprimí para él.
En primer lugar Langwiser presentó como prueba la orden judicial -la tercera de la investigación-, luego presentó el informe impreso que había mencionado Hendricks.
– El detective Bosch estaba interesado en los registros internos de la noche del doce al trece de octubre, ¿no es así, señor Hendricks?
– Exacto.
– ¿Puede mirar este informe y leer las entradas y salidas del periodo?
Hendricks examinó el papel durante varios segundos antes de hablar.
– Bueno, dice que la puerta interior que conduce al garaje se abrió y el sistema de alarma se activó por la voz del señor Storey a las diecinueve cero nueve del día doce. Luego no ocurrió nada hasta el día siguiente, el trece. A las cero doce la alarma se desactivó por la voz del señor Storey y la puerta interior del garaje se abrió otra vez. Entonces volvió a activar la alarma cuando estuvo en la casa.
Hendricks examinó la hoja antes de seguir adelante.
– El sistema permaneció activado hasta las tres diecinueve, cuando se apagó la alarma. La puerta interior del garaje se abrió entonces y el sistema de alarma se conectó una vez más por medio de la voz del señor Storey. Luego, cuarenta y dos minutos más tarde, a las cuatro cero uno, la alarma fue desconectada por la voz del señor Storey, la puerta del garaje se abrió y el sistema de alarma se conectó de nuevo. No hubo ninguna otra actividad hasta las once de la mañana, cuando la alarma fue desconectada por la voz de Betilda Lockett.
– ¿Sabe usted quién es Betilda Lockett?
– Sí, cuando instalamos la alarma preparé el programa de aceptación de su voz. Es la secretaria ejecutiva del señor Storey.
Langwiser solicitó permiso para preparar un caballete con una pizarra que mostraba las horas y las actividades según lo testificado por Hendricks. Se aprobó tras la protesta de rigor y Bosch ayudó a Langwiser a prepararlo. El pizarrón tenía dos columnas en las que se mostraba el registro de la activación de la alarma de la casa y el uso de la puerta entre la casa y el garaje.
Langwiser continuó con el interrogatorio de Hendricks.
– ¿Esta tabla refleja de manera precisa su testimonio acerca del sistema de alarma en la casa de David Storey durante la noche del doce al trece de octubre?
El técnico examinó cuidadosamente la pizarra y entonces asintió.
– ¿Quiere decir que sí?
– Sí.
– Gracias. Y puesto que estas actividades se produjeron con el reconocimiento de la voz de David Storey, ¿ está diciendo al jurado que éste es el registro de las idas y venidas de David Storey durante el periodo en cuestión?
Fowkkes protestó, argumentando que la pregunta asumía hechos que no habían sido probados. Houghton admitió la protesta y pidió a Langwiser que la reformara o hiciera otra pregunta. Puesto que ya había transmitido al jurado lo que quería, pasó a otra cosa.
– Señor Hendricks, si yo tuviera una grabación de la voz de David Storey, ¿podría utilizarla en el micrófono del sistema Millennium Twentee y recibir el permiso para activar y desactivar la alarma?