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El dio un paso hacia delante.

– ¿Piensa seguir echándomelo en cara siempre? -preguntó Logan con suavidad.

Emily inspiró con rapidez y dio un paso atrás. La espalda de la joven chocó contra la puerta, por lo que no pudo seguir retrocediendo cuando él dio otro paso hacia ella.

Santo Dios, él estaba tan… cerca. Lo suficientemente cerca para que ella pudiera verle los poros de la cara bien afeitada. Deslizó la mirada por la mandíbula firme y cuadrada, por la nariz rota, por los pómulos altos y las cejas oscuras. No eran los rasgos delicados y elegantes de un aristócrata. No, los rasgos de ese rostro sombrío eran rudos y afilados, y conferían al hombre un áspero aire de peligro que debería haberla repelido pero, por el contrario, sólo conseguía que lo mirara fijamente, sin que fuera capaz de apartar la vista.

Como todo el mundo, Emily había oído rumores sobre Jennsen que decían que había nacido en la pobreza y que abandonó América bajo misteriosas circunstancias. ¿Sería verdad? ¿Cómo habría logrado salir de la nada y amasar una inmensa fortuna? Parecía un hombre decidido, el tipo de hombre que no dudaría en hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería. Un ardiente estremecimiento bajó por la espalda de la joven.

Sus miradas se encontraron. Porras, sus ojos eran… fascinantes. Oscuros y misteriosos. Irradiaban una aguda inteligencia y una intensidad que parecía traspasar su piel y mirarla directamente al alma, llenándola de un calor y una conciencia de sí misma que jamás había experimentado antes.

Emily inspiró lenta y profundamente, y luego tuvo que contener un gemido. Santo Dios, qué bien olía. Justo como ella recordaba. Como a ropa limpia mezclado con un leve toque a jabón de afeitar y a sándalo. El corazón le dio un vuelco en el pecho, y se humedeció los labios resecos con la lengua.

La mirada de Jennsen bajó a su boca, y, de repente, Emily se sintió como si la habitación se hubiera quedado sin aire. El calor que él desprendía la envolvió, encendiendo una indeseada y humillante llama en su interior. ¿Podría percibirlo él? Santo Dios, esperaba y rogaba que no. Antes de que la joven pudiera recuperarse, él plantó las manos en la puerta a ambos lados de su cabeza, aprisionándola.

– ¿Lo hará? -susurró él.

Emily había perdido por completo el hilo de la conversación. Y por la mirada de los ojos de Logan, él se había dado cuenta. La joven tuvo que tragar saliva dos veces para poder emitir alguna palabra.

– ¿Hacer qué?

– ¿Piensa seguir echándomelo en cara siempre?

– No siempre -dijo ella, repitiendo su respuesta, -aunque quién sabe.

– Por la manera en que me observaba -murmuró él, deslizando la mirada por la cara de Emily (que ella sabía que estaba roja como un tomate), -parecía como si…

«¿Quisiera que me besaras?»

– … pensara que iba a robar la plata de su familia -concluyó él.

La sensación que atravesó el cuerpo de Emily debía de ser de alivio, no de desencanto.

– No estaba pensando nada por el estilo, señor Jennsen -dijo ella con una voz que sonó dolorosamente jadeante. -Soy muy consciente de que puede permitirse comprar la plata que quiera.

– ¿Entonces qué estaba pensando?

«Que a pesar de todos mis esfuerzos soy incapaz de borrarte de mi mente. Y que a pesar de que mi buen juicio me grita que es un error, quiero sentir la magia de tus besos una y otra vez. Tanto que me asusta.»

– ¿Quiere que sea sincera?

– Por supuesto.

– Muy bien. Pensaba que es una alimaña maleducada. -Era cierto, insistió a su discrepante conciencia. Había pensado eso… hacía varios minutos.

En vez de mostrar disgusto, él asintió con gravedad.

– Ya veo. ¿Le gustaría saber en qué estaba pensando yo?

– ¿Serviría de algo que dijera que no?

Él esbozó una sonrisa.

– De nada en absoluto. -Él se acercó todavía más y a Emily casi se le detuvo el corazón.

– Pensaba -dijo Logan con suavidad, acariciándole la mejilla con su cálido aliento -que esta situación me recuerda mucho a nuestro último encuentro. Nosotros dos… solos… en una biblioteca.

Emily afianzó con rapidez sus tambaleantes rodillas. Lo que ese hombre provocaba en ella sin ni siquiera tocarla era muy alarmante.

«Y emocionante -le recordó la vocecita interior. -No olvides lo emocionante que es.»

Reuniendo cada ápice de valor que le proporcionaba aquella educación aristocrática que le habían inculcado desde la cuna, le lanzó su mirada más feroz.

– Le aseguro que ese tipo de encuentro no volverá a repetirse.

– Oh, ya lo sabía. No tengo intención de volver a besarla. No importa lo mucho que me lo pida. -Como si sus palabras no hubieran sido lo suficientemente insultantes, aquel sinvergüenza tuvo el descaro de guiñarle un ojo.

Emily se quedó boquiabierta, pero al instante cerró la boca con tal fuerza que sus dientes chocaron.

– No tema que eso suceda, señor Jennsen. Mi orgullo no me permite cometer dos veces el mismo error.

– Igual que el mío.

– Excelente. Entonces no hay ningún problema.

– Ninguno en absoluto. -La taladró con la mirada durante varios inquietantes segundos. Luego entrecerró los ojos. -Sé que se trae algo entre manos.

A pesar de la sorpresa, ella le sostuvo la mirada con calma. Él podía acobardarla con aquella intensa masculinidad, pero como la mayor de seis hermanos, era muy capaz de adoptar una actitud inocente cuando estaba tramando una trastada.

– ¿Perdón?

– Usted. Está tramando algo. Tiene ese brillo en los ojos. Sé reconocer un problema cuando lo veo.

– No sé de qué me habla.

– También sé reconocer una mentira cuando la oigo.

– Aquellos ojos oscuros parecieron escudriñarle directamente el alma. -¿Qué está tramando?

Por supuesto, lo suyo eran meras conjeturas; intentaba ponerla nerviosa. Por desgracia, estaba teniendo éxito.

– Una vez más, no tengo ni idea de qué habla. No me importa que me llame mentirosa. -En especial cuando estaba mintiendo.

La expresión de Logan era inescrutable, y Emily se maldijo por no poder leerle la mirada con la misma facilidad que él parecía leer la de ella. Él se acercó un poco más. Sus bocas sólo estaban separadas por unos centímetros.

– Dejé que jugara conmigo una vez, lady Emily -murmuró él. -No volveré a permitirlo. Sea lo que sea lo que se traiga entre manos, no tendrá éxito conmigo.

Emily logró soltar una risita confiada.

– Su egocentrismo me sorprende, señor Jennsen. Aunque admito que busqué su compañía en nuestro último encuentro, una tontería por mi parte debo añadir, hoy no lo he hecho.

– ¿No? Parecía muy interesada en mi conversación con su padre. -Logan bajó la mirada a sus labios. -Eso hace que me pregunte en qué más podría estar interesada.

– Mis acciones se deben a la preocupación que siento por él. No a que deseara verle a usted.

«Mentirosa», gritó su estúpida vocecita interior.

– Pero aquí estamos -dijo él, con una voz tan queda que ella tuvo que apretar los omóplatos contra la puerta para evitar inclinarse hacia delante y escuchar mejor sus palabras, algo que, gracias a Dios, sirvió para recordarle quién era él y todas las razones por las que no le gustaba ese odioso hombre. No es que Emily pudiera enumerarlas en ese momento, pero sabía que existían. Un montón de razones. Y en cuanto se librara de él, se las recordaría a sí misma una vez más. Mejor aún, escribiría una lista para que no se le volvieran a olvidar.

– La única razón por la que estamos aquí es porque usted ha decidido atraparme -dijo ella, obligándose a ignorar el atrayente calor y el embriagador aroma masculino mientras señalaba los brazos de Logan con la mirada.

El se apartó de un empujón de la puerta y dio un paso atrás.