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De repente se le ocurrió que si contaba a Daniel, Matthew y Gideon, tenía más amigos de los que había tenido nunca. Por supuesto, nadie en Inglaterra conocía su pasado. Sólo sabían lo que era ahora: un hombre rico y con éxito. Nadie sabía cómo llegó a estar donde estaba. Las cosas que dijo o hizo. Y tenía intención de que siguiera siendo así.

Dado todo lo que poseía, la envidia era una emoción que rara vez sentía, pero eso era lo que le inspiraban sus amigos. En menos de un año todos se habían casado con mujeres que adoraban y que los amaban con todo su corazón. Aunque Logan era un hombre afortunado en el mundo de las finanzas, carecía de la misma suerte a la hora de encontrar a una mujer con la que compartir su vida. Se alegraba por sus amigos, por supuesto, pero la satisfacción y la felicidad que veía en ellos sólo servían para recordarle que, a pesar de toda su riqueza y posesiones materiales, no tenía a nadie con quien compartirlas. Debería ser feliz, pero una vaga sensación de descontento se había ido apoderando poco a poco de él, una sensación que no podía negar por más tiempo. Solía gustarle estar solo, le gustaba la soledad, pero ahora se sentía demasiado solitario.

– Está preciosa esta noche -dijo Daniel, -pero claro, siempre lo está.

– ¿Quién? -preguntó Logan.

– El objeto de tu atención.

Logan trató de recordar qué llevaba puesto lady Hombly pero no pudo. Miró hacia donde ella se encontraba, pero ya no estaba allí.

– Eh… sí. Está preciosa.

– Admito que me sorprende un poco, dada tu insistencia en que no te interesan las radiantes damas de la sociedad, pero alabo tu buen gusto. Además, es tan hermosa por dentro como por fuera, algo que no es muy común.

Logan se preguntó si lady Hombly y Daniel habrían sido amantes antes de que éste se casara.

– ¿La conoces bien?

Daniel lo miró con una expresión que sugería que le había crecido otra cabeza. Luego bajó la mirada a la copa todavía intacta de Logan.

– ¿Estás bebido?

– No.

– Logan miró la copa con el líquido ambarino que Daniel sostenía.

– ¿Y tú?

– Claro que no.

– ¿Por qué demonios piensas que yo lo estoy?

– Porque sabes de sobra que la conozco muy bien.

Una vibrante risa femenina captó la atención de Logan y su mirada se desplazó sin que él lo quisiera hacia las ventanas de la terraza. Lady Emily seguía estando con el mismo grupo de mujeres pero ahora había varios hombres entre ellas, uno de los cuales era lord Kaster. Y ella seguía estando espectacular. Maldita sea.

– Es una de las mejores amigas de Carolyn.

La voz de Daniel lo arrancó bruscamente de sus pensamientos, y se obligó a prestar atención a su amigo.

– No sabía que tu mujer y lady Hombly fueran buenas amigas.

Daniel arqueó las cejas.

– No creo que lo sean.

– ¿Entonces por qué has dicho que es una de las mejores amigas de Carolyn?

– Me refería a lady Emily, no a lady Hombly.

A Logan casi se le cayó la copa de champán.

– ¿Y qué tiene que ver lady Emily en todo esto?

– Porque es a ella a quien te has quedado mirando tan fijamente.

Un ardor culpable atravesó el cuerpo de Logan.

– Te aseguro que no lo he hecho. Daniel arqueó las cejas con rapidez. Luego parpadeó.

– Dios mío, hombre, ¿te has… sonrojado?

– Por supuesto que no. Es sólo que aquí dentro hace demasiado calor.

Daniel lo estudió durante unos segundos, luego sonrió ampliamente.

– Estás mintiendo. «¿Y qué esperabas?»

– No, no miento.

– Estabas mirando a Emily como si fuera un cofre lleno de monedas de oro y tú fueras el pirata que pensaba robarlo.

«Muy buena comparación.»

– Eso es ridículo. Menuda imaginación tienes.

– Sé lo que he visto, Jennsen. Soy un hombre muy observador.

– Más bien eres como un grano en el culo.

– Sigues sonrojado.

– Aquel maldito caradura tenía el valor de seguir sonriendo ampliamente. -Maldita sea, cómo me gustaría que Matthew y Gideon estuvieran aquí para ver esto.

Logan sólo podía agradecerle a Dios que no fuera así.

– No hay nada que ver.

– Está claro que necesitas mirarte al espejo.

– Daniel se acercó más. -¿Qué es eso? Huy, si parece que echas humo por las orejas, Jennsen.

Sin duda, porque se sentía como un volcán a punto de estallar.

– Sinceramente, no sé de qué estás hablando. -Fingió mirar a su alrededor. -¿Dónde se ha metido tu mujer? Sin duda te estará echando de menos.

Algo titiló en los ojos de Daniel tan brevemente que Logan se preguntó si se lo habría imaginado. Antes de que pudiera decidirse, Daniel le respondió:

– Me reuniré con ella dentro de un momento.

– No te entretengas por mí-masculló Logan.

Daniel tomó un sorbo de su bebida y miró a Logan por encima del borde de la copa.

– ¿Quieres mi opinión?

– No.

– Dejando a un lado el hecho de que eres americano -continuó Daniel como si Logan no hubiera hablado, -creo que Emily y tú sois perfectos el uno para el otro.

Tras varios segundos en los que Logan sólo se lo quedó mirando, una extraña sensación, que no podía ser más que incredulidad, lo atravesó.

– Creo que te has vuelto loco.

– Y yo creo que los árboles no te dejan ver el bosque.

– Querrás decir que el bosque no me deja ver los árboles.

Daniel miró al techo.

– Desde luego, los coloniales habláis de una manera… bueno, no importa. Lo que importa es que estés de acuerdo conmigo.

– Yo no he dicho que esté de acuerdo.

– Porque Emily es una joven excepcional. Hermosa, educada y descendiente de una distinguida familia. Y por si eso fuera poco, también es inteligente, divertida y amable.

Algo que se parecía demasiado a los celos atravesó a Logan ante las alabanzas de Daniel a las virtudes de lady Emily.

– ¿Amable? -repitió con un incrédulo tono burlón. -Cuando sea amable conmigo, entonces lo creeré. No es precisamente un secreto el hecho de que me considera un ser repugnante.

– Sin duda alguna tienes la suficiente experiencia con las mujeres como para saber que lo que dicen y lo que sienten no suele ser lo mismo en la mayoría de los casos.

La mano con la que Logan sostenía la copa de champán se detuvo a medio camino de su boca, y frunció el ceño. Sí, sabía que eso era cierto. Pero nunca había considerado que ése pudiera ser el caso de lady Emily. Ni por asomo.

– Si es tan condenadamente maravillosa, ¿por qué no la elegiste a ella? -preguntó Logan, después de tomar un sorbo de la burbujeante bebida.

– Si el destino hubiera obrado de manera diferente, quizá lo hubiera hecho. Pero resultó que me enamoré de Carolyn la primera vez que la vi.

– Te aseguro que a mí no me ha pasado nada de eso con lady Emily.

– Quizá no al principio, pero he visto las chispas que saltan entre vosotros. Las vi en la boda de Gideon y también hace unos minutos en esta misma habitación.

Logan se rio.

– De haber saltado chispas entre nosotros, te aseguro que habría sido como consecuencia de una irritación extrema.

– No importa. Cualquier tipo de chispa puede encender un fuego, amigo mío. ¿Te gustaría oír qué más pienso?

– No. ¿Te gustaría acabar con un ojo morado? -preguntó Logan con fingida amabilidad mientras apretaba los dientes. -Porque me encantaría poder complacerte.

Daniel echó la cabeza hacia atrás y rio.

– Oh, cómo sois los coloniales. Tan poco civilizados que resolvéis las cosas a puñetazos.

– Sí, a diferencia de los civilizados aristócratas con vuestros duelos de pistola.