– Creo que eso depende de quién me mordiera. -Alargó las manos y la agarró por la parte superior de los brazos. Los cálidos dedos del hombre presionaron la piel desnuda por debajo de la manga abullonada del vestido, haciendo que la sangre corriera por las venas de Emily y que el corazón le palpitara contra las costillas.
Él parecía perfectamente sereno.
– Parece fría.
Ella arqueó una ceja.
– ¿De veras? Pues, sin duda, usted es un grosero y un arrogante. Y también muy descortés. Dígame, ¿son así todos los americanos o es que usted es un caso especial?
– Me refería a la temperatura de su piel. -Flexionó los dedos y la estudió como si ella fuera un espécimen bajo la lente de un microscopio. -¿Ha estado fuera?
Porras. ¿Cómo podía él detectar un rastro de frío en su piel cuando ella se sentía arder ante su cálido contacto? Era un hombre demasiado listo y observador, por lo que Emily tenía que ir con cuidado. Y distraerle lo más rápido posible.
Alzó la barbilla con la misma altivez que habían empleado generaciones de mujeres Stapleford cuando estaban a punto de decir una mentira.
– Por supuesto que no. Sin embargo, abrí la ventana un rato para tomar un poco de aire fresco.
– Para aliviar su dolor de cabeza.
– Exacto.
Emily estaba a punto de soltarse de su mano, de verdad que sí, pero se encontró clavada en el sitio cuando la mirada de Logan se deslizó sobre ella con una tranquila minuciosidad que la joven tendría que haber considerado insultante pero que encontró irritantemente excitante.
– Parece que ya se ha recuperado -dijo él con voz ronca cuando volvió a posar sus ojos en los de ella.
Bueno, eso no era del todo cierto. La manera en la que él la miraba, tan intensamente, no ayudaba a aplacar el temblor de sus rodillas en lo más mínimo. Se dio un cachete mental.
– ¿Eh?…, sí. El aire frío me ha sentado de maravilla.
– Aun así, con la ventana abierta… Ha tenido suerte de no haberse topado con ese horrendo vampiro.
Ella parpadeó y luego frunció el ceño.
– ¿Horrendo? ¿Por qué le llama horrendo?
– ¡Bah! A pesar de que su plan no había salido justo como ella había previsto, pues no había podido abrir el frasquito y había perdido la capa, Emily consideraba que había sido un vampiro muy elegante.
Logan enarcó las cejas, sin duda ante su tono cargado de resentimiento.
– ¿A un chupasangre con colmillos? ¿Cómo describiría entonces a tal criatura?
– Pues le diré que recientemente he leído una historia de vampiros, y la criatura, como usted dice, era de lo más atractiva.
– Pues por cómo han gritado las damas esta noche, me temo que este vampiro en particular era horrible, no atractivo. -Logan soltó uno de los brazos de Emily y deslizó la yema de un dedo por un lateral de su cuello. -Ha sido afortunada al cerrar la ventana antes de que el vampiro la viera. Habría sido una verdadera pena que esta piel tan perfecta se hubiera visto estropeada por un mordisco.
Aquella suave caricia le robó el aire de los pulmones. Santo Dios, el tacto de Jennsen era increíblemente bueno. Aunque Emily se ordenó a sí misma quedarse totalmente inmóvil, para su absoluto horror, se inclinó hacia delante buscando la calidez de su mano.
Los ojos del hombre parecieron arder con aquel leve movimiento, y ella contuvo el aliento. No había manera de malinterpretar el ardiente deseo en esas oscuras profundidades.
– ¿Ocurre algo, lady Emily?
Emily se humedeció los labios, un gesto que atrajo la atención de Logan hacia su boca y que encendió todavía más el fuego que ardía en sus ojos.
– ¿Algo? -Cielos, ¿ese chirrido era su voz?
– Sí. Ya sabe, algo malo. -El se acercó un poco más. Ahora sus cuerpos estaban separados por menos de treinta centímetros, un espacio que era demasiado grande y demasiado pequeño a la vez. -Parece… aturdida.
Santo Dios, sin duda lo estaba. Hasta un punto en el que apenas podía pensar. Y el que él pareciera tan tranquilo sólo empeoraba la situación. De hecho, aquel hombre irritante sonaba divertido.
– Estoy bien. Perfecta y maravillosamente bien. El asintió con gravedad.
– Sí. Así es usted. Perfecta y maravillosa. -Emily podría haber aceptado aquellas roncas palabras como un cumplido si no fuera por el hecho de que él parecía muy infeliz al decirlas. Incluso pensó que tenía intención de soltarla, pero en vez de hacerlo, bajó la cabeza muy despacio hasta que sus labios le rozaron la oreja.
– Evidentemente, el vampiro no tenía ni idea de que usted estaba justo detrás de estas ventanas, porque morder esta piel -le acarició el cuello con los labios -es algo demasiado delicioso para resistirse.
«Oh, Dios mío.» Los ojos de Emily se cerraron solos. El cálido aliento de Logan deslizándose sobre su piel le produjo una oleada de ardientes escalofríos que le recorrió todo el cuerpo, encendiendo todas sus terminaciones nerviosas. Él le acarició la garganta con los labios -aquellos hermosos labios -y, en lugar de apartarle de un empujón como debería, ella ladeó la cabeza para darle mejor acceso.
Un estremecimiento de placer la atravesó al sentir el leve roce de los dientes de Logan contra su piel, una piel que ella jamás había considerado sensible hasta que la boca de él le había demostrado todo lo contrario tres meses antes.
No debería querer hacer eso otra vez, no debería permitirse cometer el mismo error dos veces. Pero, que Dios la ayudara, deseaba que sucediera de nuevo. Con una desesperación que la asustaba por su intensidad y que la confundía, pues no podía explicarse por qué ese hombre provocaba una respuesta tan apasionada en ella. Pero a pesar del miedo y la confusión, ella deseaba eso más que nada en el mundo, aunque sólo fuera para comprobar si el placer que había experimentado en sus brazos tres meses antes había sido real y no imaginado.
Logan inspiró profundamente, apretó los párpados y luchó contra el furioso deseo que lo atravesaba. Jamás en su vida había estado junto a una mujer que oliera de esa manera. A flores y a azúcar… Era una combinación ridícula, pero que le tentaba más que cualquier cosa que él hubiera conocido. Aquel aroma le hacía querer tenderla sobre un lecho de pétalos de rosa y deslizar la lengua por cada centímetro de su piel.
Aun así, habría podido resistirse a ella si Emily no hubiera escogido justo ese momento para rodearle el cuello con los brazos y dar un paso adelante, borrando los pocos centímetros que los separaban. Fue como si una presa hubiera reventado en el interior de Logan, liberando un caudal de necesidades y de deseos reprimidos que habían sido contenidos durante demasiado tiempo. En ese momento se olvidó de la cordura y, con un gruñido ronco, la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza contra su cuerpo.
Cualquier pensamiento que él hubiera tenido durante los últimos tres meses imaginando lo bueno que era tenerla entre sus brazos, desapareció en un instante. Era mucho mejor que eso. Emily se amoldaba a él como si un escultor la hubiera esculpido sólo para él. Cada curva de su exuberante cuerpo encajaba perfectamente en el suyo; toda aquella voluptuosa suavidad femenina se fundía contra su dureza.
Logan la abrazó y, a través de la neblina de lujuria que lo envolvía, la oyó suspirar de placer. Con un gruñido que no pudo contener, deslizó los labios sobre la pálida garganta de Emily, demorándose en el punto donde palpitaba su pulso. Por Dios, ella lo hacía sentir tan bien… Sabía tan bien… Lamió suavemente aquella piel fragante, saboreando aquella delicada dulzura floral que le provocó un deseo todavía más agudo. Deslizó la boca hacia arriba, mordisqueando y besando la deliciosa piel de debajo de la barbilla.
Sus labios coincidieron por fin con los de ella, y un ronco gemido resonó en sus oídos.
Si el sonido había salido de la garganta de él o de la de ella, no sabría decirlo y, francamente, no le importaba. Lo único que le importaba era saborearla un poco más. Tocarla un poco más. Olería un poco más.