Dios, para su consternación, no había pensado en eso precisamente. El recuerdo de ese beso apasionado la golpeó de una manera tan intensa que tuvo que apretar los labios para contener el jadeo de placer que pugnaba por salir de su boca. Se volvió hacia él y, para su irritación, Logan parecía completamente indiferente a la referencia a aquel beso húmedo y ardiente. Un beso irritante, cierto, pero sin duda húmedo y ardiente. Evidentemente, él no estaba pensando lo mismo que ella.
Pero entonces se volvió hacia ella y Emily casi volvió a trastabillar ante su mirada. Aquellas insondables y oscuras pupilas ardían con la misma fogosa intensidad y el mismo inconfundible deseo de la noche anterior justo antes de que la besara. A Emily se le aceleró el corazón y supo, sin duda alguna, que de haber estado en un lugar privado, la habría besado de nuevo. Y ella le habría dejado.
Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos y formular una respuesta apropiada -algo que no fuera tan impropio como «bésame una y otra vez hasta dejarme sin aliento», -él apartó la mirada y respiró hondo.
– Un niño muy simpático -dijo finalmente señalando con la cabeza el camino que se extendía ante ellos.
Con un gran esfuerzo, Emily dirigió su atención hacia donde él estaba mirando y vio a Arthur corriendo por la grava detrás de Diminuta. Una oleada de cariño por su hermano pequeño inundó a la joven junto con un intenso alivio por el cambio de tema.
– Sí, es cierto. Disfruto de cada momento que paso con él. Y también con mis otros hermanos. -Hizo una pausa. -Gracias por haber sido tan amable con él. Y también con Mary. Ha sido muy… considerado de su parte.
El la miró de reojo.
– Estoy seguro de que no tenía intención de parecer tan sorprendida por mi muestra de consideración. -En realidad, estoy atónita. Él soltó una risita.
– Bueno, por lo menos ha sido sincera. Ella negó con la cabeza.
– No he querido decir que le creyera incapaz de comportarse de una manera decente o amable… -«Al menos, no del todo», -pero, ciertamente, ha sido muy amable con un niño cuya perra ha echado a perder sus planes para esta tarde y, bueno, está claro que lo haría con un niño cualquiera. Muchos adultos ni siquiera habrían notado que mi hermano estaba disgustado ni se habrían tomado la molestia de hacer que se sintiera mejor. Ni se hubieran percatado de que Mary necesitaba ayuda.
– En ese caso, de nada, aunque tampoco es necesario que me dé las gracias. Me gustan los niños. Son sinceros, y tienen pocas necesidades y exigencias. -Esbozó una sonrisa. -Y además cuentan cosas de lo más interesantes.
Como ella no tenía ningún deseo de escuchar nada que pudiera avergonzarla, cosas que Arthur pudiera haber compartido con él, lo interrumpió con rapidez:
– Ha mencionado que no tiene hermanos. Personalmente, no puedo imaginarme la vida sin ellos.
– Supongo que igual que yo no puedo imaginarme viviendo con cinco hermanos menores. ¿Cómo les controla?
Emily se rio.
– No es fácil, pero al menos siempre tengo cerca a uno de ellos. Desde luego, nunca estoy sola.
– Me lo imagino. Hay mucha diferencia de edad entre Arthur y usted.
Emily asintió.
– Catorce años. Fui hija única durante cinco años y fue el único tiempo en mi vida que estuve sola. Mis padres llegaron a pensar que no tendrían más hijos, lo cual me apenaba pues deseaba tener una hermana. Además, mis padres también querían tener un heredero. Pero finalmente, para nuestra inmensa alegría, llegó Kenneth, seguido al poco tiempo de Will, Percy y Mary. Arthur fue una sorpresa. Una maravillosa sorpresa.
Se detuvieron un momento mientras Romeo y Julieta olisqueaban la hierba.
– Julianne no tiene hermanos y se sintió muy sola en su niñez, salvo el tiempo que pasaba conmigo. ¿Fue su infancia igual de solitaria?
Él se quedó con la mirada perdida. El silencio se extendió entre ellos y Emily deseó poder leerle el pensamiento.
– Sí, tuve una infancia muy solitaria -dijo él quedamente cuando por fin reanudaron el paseo.
Aquellas suaves palabras parecieron surgir de lo más profundo del interior de Logan y oprimieron el corazón de Emily por más que ella deseara lo contrario.
– Usted ha sido muy afortunada -continuó él. -Ha tenido suerte en todo.
– Sí… -O al menos la tuvo hasta hacía unos meses, cuando se enteró del problema financiero de su familia. -Por lo que puedo ver, usted también ha tenido mucha suerte.
– Quizás ahora. Pero no siempre fue así. Y nunca he tenido… -señaló con la mano hacia delante -eso.
– ¿Un enorme parque? -dijo ella mirando a su alrededor.
El se volvió hacia ella y Emily se sintió impresionada por la mirada desolada en sus ojos.
– Una familia. Gente que me amara o… -Logan bajó la mirada a los perritos que brincaban a su alrededor con las lenguas colgando -mascotas. Mientras crecía no tuve… nada.
Aquellas palabras sorprendieron a Emily. Había oído rumores sobre los humildes comienzos de Logan. Se decía que no había nacido precisamente en la abundancia y que la riqueza que ahora tenía se la había ganado gracias a una extraña perspicacia en los negocios. Pero jamás se le ocurrió pensar que no hubiera sido amado nunca.
– Aunque puedo imaginarme una vida sin lujos y comodidades -dijo ella, -no puedo concebir una existencia sin el amor de mi familia y sin darles ese mismo amor a cambio.
– Como le he dicho, ha tenido suerte.
– ¿Qué fue de sus padres? -le preguntó Emily sin poder contener su curiosidad.
A Logan le palpitó un músculo en la mandíbula.
– Mi madre murió poco después de que yo naciera y mi padre, cuando tenía nueve años.
Otra sorpresa. Otra opresión en el corazón de Emily.
– Lamento que haya sufrido tales pérdidas. Después de que sus padres murieran, ¿con quién se fue a vivir?
Una sonrisa carente de humor curvó los labios masculinos.
– Conmigo mismo. Viví solo. Por lo menos hasta que cumplí los trece años. Entonces tuve la fortuna de conocer a un hombre que me acogió bajo su ala. Puso un techo sobre mi cabeza, me ofreció un empleo decente y me enseñó todo lo que hay que saber sobre los negocios. Conocer a Martin Becknell me cambió la vida. Me convirtió en lo que soy ahora. En cierto modo, se lo debo todo.
– Pero ¿qué fue de su vida entre los nueve y los trece años?
– Me limité a sobrevivir. Día a día. Hora a hora. Algunas veces, minuto a minuto.
La conmoción enmudeció a Emily. ¿Cómo había podido sobrevivir un niño solo en el mundo? Intentó imaginar a alguno de sus hermanos en tan horrendas circunstancias y, simplemente, no pudo. Se le desgarraba el alma sólo de pensarlo. También le resultaba difícil imaginar a ese fuerte y exitoso hombre de negocios en la piel de un niño huérfano que sobrevivía como podía. La inundó una oleada de simpatía y compasión por aquella pobre criatura.
– ¿Tuvo… miedo?
Él respiró hondo y cerró los ojos con fuerza. Cuando la miró, sus ojos parecían dos lagos oscuros.
– Cada minuto del día.
Aquellas palabras tan suaves que parecieron surgir desde lo más profundo del alma, desgarraron el corazón de Emily. Santo Dios, apenas era mayor que Arthur. Imaginó a su dulce y despreocupado hermanito, solo y asustado, sin nadie en el mundo que lo amara, y sintió un dolor indescriptible.
Sin pensar lo que hacía, la joven alargó la mano y le acarició el brazo.
– Lo siento mucho. No puedo imaginar lo difícil que habrá sido para usted. Debe de sentirse muy orgulloso de lo que ha logrado en la vida a pesar de tan desafortunadas y tristes circunstancias.
Logan se detuvo en el mismo momento que ella lo tocó, y Emily lo imitó. La mirada de él cayó sobre la mano que se apoyaba en su manga, y la joven se dio cuenta con sorpresa de lo atrevido que debía de parecerle aquel gesto. Apartó la mano con rapidez. Durante unos segundos, él se quedó mirando el lugar donde ella había posado sus dedos con el ceño fruncido y Emily se preguntó si Logan habría sentido lo mismo que ella unos segundos antes, cuando él había evitado que se cayera; si habría sentido la calidez de su contacto a través de las capas de ropa.