Finalmente, Logan levantó la mirada hacia ella.
– Estoy orgulloso de mi éxito. He sido muy pobre y muy rico y, le aseguro, que ser rico es muchísimo mejor.
Reanudaron su tranquilo paseo, y Emily intentó pensar con rapidez en algo que decir, cualquier cosa, pero no podía dejar de darle vueltas a aquella sorprendente revelación; una revelación que hubiera preferido desconocer. Porque eso lo hacía parecer… humano. Y le llegaba al corazón. De una manera en que no quería que aquel hombre lo hiciera.
Emily no quería saber nada amable ni admirable sobre él. No quería saber nada que le hiciera respetarlo. Pero no podía ignorar que lo que Logan había logrado -llegar a lo más alto a pesar de las difíciles circunstancias, -era notable. Extraordinario. Porque estaba claro que cualquier hombre que pudiera conseguir eso debía ser…
Notable. Extraordinario.
Oh, Santo Dios. No quería pensar en Logan Jennsen en esos términos, pues si lo hacía corría el grave peligro de que él le… gustara. Y no quería, bajo ningún concepto, que ese hombre le gustara.
CAPÍTULO 09
Quería saberlo todo de él con la esperanza
de que me revelara algo, cualquier cosa que
me hiciera sentir menos enamorada de él.
Pero, por el contrario, cada conversación,
cada caricia, hacía que lo quisiera aún más.
Me desesperaba pensar que jamás tendría suficiente de él.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
¿Por qué demonios le había contado todo eso a lady Emily?
Logan caminaba a su lado mientras se golpeaba mentalmente la frente. Santo Dios, había soltado información como si fuera una tetera escupiendo vapor, contándole cosas sobre sí mismo sin ton ni son, sobre su infancia, de las que nunca había hablado con nadie y en las que no se había permitido pensar desde hacía años.
Pero lo que más le confundía era el hecho de no saber por qué le había contado todo eso a Emily. Por alguna razón inexplicable le había confiado aspectos personales de su pasado que jamás le había contado a ninguna otra mujer. Maldición, Emily tenía algo que le hacía decir cosas y actuar de una manera totalmente desconcertante.
Por supuesto había cosas que jamás le diría… que nunca le diría a nadie.
La miró de reojo y notó que parecía ensimismada. Era condenadamente bueno que no se sintiera atraído por las mujeres de belleza perfecta, porque de haber sido así, no le habría quedado más remedio que reconocer que no había otra mujer más bella que lady Emily.
Ninguna que le hubiera impresionado tanto. Hasta ese día la consideró sólo una flor de invernadero, pero resultaba evidente que la joven disfrutaba del tiempo fresco y de los largos paseos. Y también la había considerado una mujer egocéntrica, como a la mayoría de las personas de su clase. Pero ahora, al verla con su familia, era obvio lo mucho que ella la amaba. Siempre pensó que era arrogante, fría y distante, pero resultaba evidente que había un lado cálido y cariñoso en su naturaleza. La compasión y la actitud protectora que demostraba hacia Arthur conmovían el corazón de Logan, pues tal afecto era algo de lo que él había carecido en su infancia. A esa edad hubiera dado cualquier cosa por tener a alguien que le pusiera la mano en el hombro para confortarle, que curara sus sentimientos heridos y le hiciera sentir mejor. Y además admiraba su lealtad; no tenía dudas de que Emily hubiera sido capaz de desollar viva a lady Hombly si la joven viuda hubiera cometido el error de dirigirle a Arthur otra mirada cargada de odio.
Y no podía olvidar la preocupación y la simpatía que mostró cuando Logan le habló de su infancia. Otros aristócratas habrían expresado su rechazo ante su educación, o más bien la falta de ella, pero lady Emily se limitó a ofrecerle la misma compasión que manifestó hacia Arthur, y aquello afectaba a Logan de una manera inquietante. De una manera que no podía describir por completo, pues era algo que no había sentido antes.
Sí, parecía que había más en lady Emily Stapleford de lo que él sospechaba. Esa tarde había vislumbrado en ella varias de las cualidades que él admiraba en una persona y con las que nunca la habría vinculado. Y ese descubrimiento le resultaba muy desconcertante. No quería que le gustara esa joven. Ya era suficientemente malo que la deseara.
«Que la desees con desesperación», lo azuzó aquella molesta vocecita interior.
Vale. «Con desesperación.» El agudo deseo que sentía por ella era de lo más inoportuno y complicaba bastante las cosas. Si encima la joven le gustaba… Negó con la cabeza. Eso sólo añadiría más confusión a una situación ya de por sí enrevesada.
Como no quería pensar en aquel deseo -vale, de acuerdo, en su agudo deseo, -decidió que sería mejor reanudar la conversación, pero sobre un tema menos serio y personal.
Se aclaró la garganta.
– Ya sabe que ni siquiera mi vasta riqueza me ha permitido poseer un título tan distinguido como el suyo -dijo.
Ella se giró hacia él y, maldita sea, Logan se encontró perdido en esos ojos que hoy parecían más azules que verdes gracias al profundo tono celeste de la capa. Brillaban con esa pizca de picardía que encontraba, muy a su pesar, tan atrayente.
La joven arqueó una ceja.
– ¿Ah, sí? ¿Le gustaría ser lady Logan Jennsen?
– Mmm. Aunque es un título muy distinguido, me refería al título de campeona invicta de la caza de ranas.
– Ah. -Ella soltó un suspiro exagerado. -Me temo que sólo puede haber un campeón invicto. Por consiguiente tendrá que aspirar, como mucho, a un título menor.
Él negó con la cabeza.
– Me niego a quedar en segundo lugar. Dígame, ¿qué hace con las ranas que caza?
– Por lo general hacemos que compitan en carreras de saltos. El ganador es nombrado «Rey Rana». Luego las soltamos.
– Rey Rana. Lo llaman así por el famoso cuento, ¿no?
– Supongo, aunque por supuesto ninguna de nuestras ranas se ha convertido en un hermoso príncipe.
– No creo que el final de esa historia fuera lo mejor para el príncipe.
– ¿Por qué dice eso? Se rompió el hechizo, y dejó de ser rana. Y al ser un hermoso príncipe acabó casándose con una hermosa princesa.
– Sí, pero ¿qué tipo de mujer era ella? Sin duda era bella, pero también era una mujer mimada y egoísta, y si cumplió la promesa que le hizo a la rana fue porque la obligó su padre. Así que trató mal a la rana y se negó a quererla hasta que se convirtió en un príncipe guapo y rico al que, por supuesto, sí amó. -Logan meneó la cabeza. -Siempre he sentido lástima por ese pobre desgraciado que acabó atado a esa joven de tan escasos valores morales. Esa historia sólo prueba algo que siempre he creído.
– ¿El qué?
– Que la belleza está en los ojos del que mira. El príncipe pensó que la princesa era una mujer deslumbrante, pero en mi opinión no era para nada atractiva. Hubiera preferido a una mujer que pareciera una rana pero que fuera noble y poseyera un corazón amable y sincero.
Ella emitió un sonido de incredulidad.
– Y lo dice un hombre que se pasea con una de las mujeres más bellas de la sociedad.
El alivio inundó a Logan al comprender que Emily era tan vanidosa como pensaba. Un rasgo que siempre le había resultado intolerable, lo que era de agradecer, pues sabía que nunca podría gustarle una mujer que se jactaba de su propia belleza.