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– ¿Quieres decir que no es el dinero ni las posesiones materiales lo que hace felices a las personas?

Gideon se encogió de hombros.

– Es lo que creo.

Interesante. Logan sabía que muchas personas querían conocerle sólo por su dinero. Sólo Dios sabía que ésa era la única razón por la que la mayoría de los británicos toleraba su presencia, y no podía negar que su desconfianza y cinismo habían crecido paralelos a su riqueza. Pero al haber crecido casi en la más absoluta pobreza, había adquirido la habilidad de esquivar a los impostores y caza-fortunas.

También reconocía que en ese momento no había ninguna posibilidad de que conociera a una mujer que no se sintiera atraída por su dinero. Lo mejor que podía esperar era encontrar a una mujer que al menos fuera sincera y le dijera que le encontraba tan atractivo a él como a su riqueza. Una mujer a la que pudiera respetar y admirar, alguien que no fuera arrogante y desdeñosa, y que no se le quedara mirando por encima del hombro con desdén mientras le hacía hervir la sangre. Hasta ahora había resultado una combinación imposible de encontrar. Aunque el dinero simplificaba muchos aspectos de su vida, no podía negar que complicaba sus relaciones personales. Y que provocaba que mirara a la gente y a sus motivos con gran suspicacia, aunque eso era algo que ya había hecho desde mucho antes de que tuviera dinero. Esa cautelosa desconfianza le había salvado la vida en más de una ocasión.

– Ya hemos llegado a la casa del conde -dijo Gideon. -Hasta ahora no he observado nada sospechoso.

Logan se obligó a salir de su ensimismamiento y se dio cuenta de que estaba justo delante de Park Lañe. Escudriñó con la mirada la hilera de casas de la calle hasta posarla en la fachada de ladrillo envejecido de la mansión que pertenecía al padre de lady Emily. Ya sabía que ella estaba allí, pero ¿tendría oportunidad de verla?

Logan suspiró con exasperación. ¿Por qué demonios le importaba?

Una vez más, el recuerdo que había intentado borrar de sus pensamientos surgió con tal fuerza que sus pasos vacilaron. Unos labios suaves y plenos abriéndose bajo los suyos. Un cuerpo exuberante y curvilíneo apretándose contra el suyo. El sabor y el perfume de Emily inundando sus sentidos. Un intenso deseo tan inesperado como indeseado que casi le ahogaba.

Apretó los párpados un instante y sacudió la cabeza para apartar aquella inquietante imagen que su mente no dejaba de conjurar una y otra vez. Maldita sea, simplemente no podía hacerlo. Y de repente se le ocurrió que no había besado ni tocado a otra mujer desde su último encuentro con lady Emily. Santo Dios, no era de extrañar que no pudiera quitársela de la cabeza. Había sido más célibe que un monje.

Lo que necesitaba era una mujer que apagara ese indeseado ardor que lady Emily había provocado. Para relajar su cuerpo y ocupar su mente con otra cosa que no fuera ella. Sí, ése era un plan perfecto, y se merecía un buen coscorrón por no haberlo pensado antes. Esa noche había una fiesta en casa de lord y lady Teller. Tenía que asistir y buscar a una mujer atractiva a la que seducir. Si no podía encontrar en esa fiesta a ninguna que le interesara, entonces visitaría cada puñetera taberna de la ciudad hasta que diera con una. Ninguna moza de taberna le miraría por encima del hombro con desdén.

– Nos separaremos aquí -dijo Gideon en cuanto cruzaron Park Lañe. -Si veo algo sospechoso te lo comunicaré de inmediato. Mantente en guardia e infórmame si percibes algo más. Hasta que no sepamos si alguien te amenaza o no, no salgas solo. Ni desarmado.

La mirada de Logan bajó a su bota, donde escondía un puñal envainado.

– Siempre voy armado.

– ¿Saldrás esta noche?

– Sí. Pero seré precavido, aunque ninguno de los dos hayamos observado nada extraño. Me pregunto si no estaré simplemente cansado y preocupado. Si mañana estás en Bow Street, me ocuparé de pagarte y te informaré sobre cualquier cosa que ocurra esta noche.

Gideon asintió con la cabeza.

– Bien. Buena suerte en tu reunión.

Logan inspiró profundamente y asintió. Tenía un asunto que resolver con el conde. Un asunto que no tenía nada que ver con lady Emily. Las razones por las que la joven lo besó eran muy sospechosas, aunque de cualquier manera tampoco tenían importancia. Estaba prevenido y no tenía intención de caer víctima de ningún diabólico complot que ella hubiera tramado. No tenía ningún deseo de verla, ningún deseo de hablar de lo sucedido entre ellos ni, mucho menos, de repetirlo.

Si se lo decía a sí mismo las veces suficientes, acabaría por creérselo.

Estaba a punto de subir los escalones de piedra que conducían a la puerta doble de roble de la casa de lord Fenstraw cuando le asaltó la misma sensación amenazadora que había sentido antes. Con los sentidos alerta escudriñó la entrada del parque al otro lado de la calle y vio a un hombre parado bajo las sombras de un olmo de gran altura. El hombre parecía taladrarlo con la mirada.

Logan se quedó paralizado. Su aliento, su sangre, su corazón. No… no podía ser.

Durante varios aturdidos segundos todo lo que pudo hacer fue quedárselo mirando fijamente. Un carruaje se cruzó en su línea de visión y cuando pasó, un segundo más tarde, el hombre había desaparecido. Logan miró a su alrededor, pero no encontró ni rastro del individuo.

– ¿Estás bien? Pareces haber visto un fantasma. -La voz ronca de Gideon traspasó el aturdimiento de Logan.

Maldita sea, se sentía como si así hubiera sido.

– He creído ver a alguien… -Sus palabras se desvanecieron y negó con la cabeza, sintiéndose tonto y un tanto tembloroso.

– ¿Quién? ¿Había alguien observándote?

Había muchas personas en el parque. Por supuesto que ese hombre no era quien Logan pensaba. Era imposible. Un leve parecido combinado con un juego de sombras.

– Sólo era alguien que se parecía a un hombre que conocí hace tiempo.

– Quizá fuera él.

– No. Es imposible… Está muerto. Hace años. -Miró a Gideon. -Una vez oí que todos tenemos un doble en alguna parte. Puede que sea cierto.

– ¿Quién era ese hombre? -preguntó Gideon, mirando al parque.

– Ha desaparecido. No era nadie. Y es hora de que acuda a mi cita. -Después de lanzar una última mirada a la zona ahora desierta que rodeaba el olmo, Logan contuvo un indeseado recuerdo de la imagen del hombre que amenazaba su paz mental y subió los escalones de la casa del conde.

CAPÍTULO 02

Era mi esclavo, mis labios planeaban sobre

los suyos. Podía percibir su calor, oler su deseo,

sentir su pulso en la garganta. La necesidad embargaba

mi cuerpo al pensar en mis colmillos perforándole la piel

para tomar su sangre caliente en mi boca. Y si bien intenté alejarme

de él para que escapara de la peligrosa situación en la que se veía

envuelto, sabía que él estaba justo donde quería estar…

El beso de lady Vampiro,

Anónimo

Invadida por una casi vertiginosa sensación de anticipación, lady Emily Stapleford miró a sus tres mejores amigas. Se habían reunido en la salita para la primera tertulia de la Sociedad Literaria de Damas Londinenses después de tres meses, y estaba a punto de anunciarles la noticia. Si guardar un secreto ya era difícil, guardar dos era una tarea casi imposible y, desde luego, tres estaba fuera de toda consideración. Si en los próximos minutos no soltaba como mínimo uno de los tres, acabaría por explotar como un cohete. Aunque era muy buena guardando los secretos de los demás, no lo era tanto cuando trataba de guardar los suyos propios durante mucho tiempo.