– Estoy segura de que vas a decírmelo.
– Vaya si lo haré. Te convierte en una rompe-promesas.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados.
– ¿Eso es todo?
– Por el momento.
– Excelente. En primer lugar, no hablo así -dijo ella, imitando su falsete. -En segundo lugar, no he roto ninguna promesa pues estuve descansando en mi dormitorio. De hecho, durante toda la tarde. Me desperté hace dos horas y tras una cena ligera, me sentí repuesta y con las fuerzas necesarias para asistir a la fiesta. Además, si mi madre no desaprueba que esté aquí, no entiendo por qué tienes que hacerlo tú. Y en tercer lugar… no te prometí que no asistiría a la fiesta.
– Pensé que se daba por sentado.
– Bueno, repitiendo tus palabras, te equivocaste. Y acabas de volver a pisarme.
– Lo siento. -Logan apenas fue capaz de pronunciar las palabras por la fuerza con la que apretaba los dientes. Maldición. Sabía que no era el mejor bailarín del mundo, pero no solía ser tan torpe. Era evidente que la irritación que sentía por ella le privaba del sentido del ritmo.
– ¿De veras? No pareces sentirlo en absoluto. No suenas como si lo sintieras. En realidad, pareces y suenas irritado. Lo cual no sólo es ridículo sino irrazonable, pues no tienes motivos para ello.
Maldita sea, Emily tenía razón, lo que hizo que se sintiera todavía más irrazonablemente irritado. Por ella, porque no hubiera descansado más después de la terrible experiencia que había sufrido. Y por ese petimetre de Kaster, por haberla mirado con aquellos ocho pares de ojos. Lo más probable era que el muy bastardo también tuviera ocho pares de manos. Pero la mayor parte de su irritación era hacia sí mismo, por no poder ignorar aquellos celos indeseados.
– Si tan irritado estás conmigo -continuó ella en voz baja y furiosa, -me pregunto por qué te has molestado en interrumpir mi baile.
Logan masculló algo por lo bajo. Emily lo miró confundida.
– ¿A qué te refieres con eso de un trozo de queso? -le preguntó.
Él negó con la cabeza y se dio una palmada mental.
– Nada. -Respiró hondo para tranquilizarse y luego la miró a los ojos. El vestido en tono pastel hacía resaltar sus brillantes ojos verdes, y él sintió que la rabia que le inundaba se evaporaba como el agua en el desierto, siendo reemplazada por una oleada de necesidad, un deseo tan intenso y desnudo que lo dejó aturdido.
Cerró los dedos en torno a los de ella y la acercó un poco más.
– Me he molestado en interrumpir tu baile porque me lo habías prometido a mí.
– Lo cierto es que no lo hice. Tú me lo pediste, pero yo no prometí hacerlo.
– Ah, bueno, pero estoy seguro de que querías hacerlo.
Ella arqueó una ceja.
– ¿Por qué?
– ¿Quién sino un grosero americano sería capaz de pisarte? No creerás que alguno de estos petimetres ingleses podría darte el gusto.
– Es evidente que tu definición y la mía de «gusto» son muy diferentes.
Logan curvó los labios. Le resultaba imposible seguir enfadado con ella. No cuando la sostenía entre sus brazos.
– Puedes pisarme tú también si quieres -sugirió.
– Muy bien. -Un instante después, Emily le pisó el pie y Logan soltó un jadeo más de sorpresa que de dolor. La joven pestañeó de una manera exagerada. -Lo siento.
– ¿Cómo has sido capaz de hacerlo sin perder el ritmo? -Le preguntó él con reticente admiración. -Cuando te piso, pierdo el compás y me da la impresión de que voy a caerme.
– Es que tengo mucha experiencia bailando con mis torpes hermanos. Kenneth y William lo hacen bien, pero Percy es un pésimo bailarín. Tú bailas mucho mejor que él.
– Me alegra saber que soy mejor que «pésimo». ¿Cómo están tus hermanos?
– Muy bien, gracias. Arthur ha preguntado hoy por ti.
– ¿Qué ha preguntado?
Emily enrojeció.
– Me ha preguntado cuándo volverían a verte Diminuta y él. Les has causado muy buena impresión.
– Igual que ellos a mí. ¿Qué le has respondido? Emily se puso más roja todavía.
– Le he dicho que no sabía, que eras un hombre muy ocupado. Que puede que algún día nos volviéramos a encontrar contigo en el parque.
– Ya veo. -Clavó los ojos en ella y sintió que caía en el familiar abismo donde le abrumaba la necesidad de acercarla más contra su cuerpo, de abrazarla y de besarla. -Me encantaría volver a verle. ¿Os gustaría venir conmigo a Gunter's mañana? No me importaría que viniera también el resto de tu familia.
Emily no pudo evitar mostrar su sorpresa.
– Eso es muy amable por tu…
– Que vuelvas a sorprenderte me hiere, milady.
Ella le lanzó una tímida mirada.
– Debo aclarar que no estoy sorprendida de que tengas un gesto amable…
– Mi orgullo herido te lo agradece.
– Pero seguro que tienes otras cosas que hacer. Negocios que atender…
– Lo sé. Pero los hombres de negocios sin alma como yo también disfrutan de los helados de Gunter's. Me lo pasé muy bien con tu familia.
– Debería haberse callado después de eso, pero fue como si sus labios, repentinamente desbocados, tuvieran voluntad propia, y añadió con suavidad: -Me lo paso muy bien contigo.
Logan tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no borrar la distancia entre ellos y besar las manchas escarlata que teñían sus mejillas, un sonrojo que provocó que su corazón palpitara de la manera más ridícula posible con la esperanza de que ella correspondiera a ese sentimiento.
– Logan, yo…
Fuera lo que fuese lo que iba a decir se desvaneció en el aire cuando cesó la música. El la soltó a regañadientes y se unió al resto de parejas que aplaudían a los músicos. La acompañó fuera de la pista de baile, pero antes de que pudieran reanudar la conversación sintió un golpecito en el hombro. Se giró y se sorprendió al ver a Gideon frente a él.
– Tengo que hablar contigo -dijo el detective en voz baja después de saludarlos a los dos. Señaló el vestíbulo con la cabeza.
Logan asintió. Era evidente que Gideon había descubierto algo sobre el hombre que Atwater había matado. Ansioso por averiguar lo que había descubierto, Logan acompañó a Emily de regreso con su tía y su madre.
– Me alegra verle otra vez, señor Jennsen -gritó tía Agatha.
– Yo también me alegro de verla, lady Agatha. ¿Qué tal está?
Una expresión de confusión apareció en la arrugada cara de la anciana.
– Estoy aquí -gritó ella agitando la mano ante la cara de Logan.
Se dio cuenta de que la anciana pensaba que él había preguntado «¿dónde está?».
– ¿Qué tal está? -le gritó, acercándose más a ella.
– Muy bien, gracias -dijo ella, -pero no es necesario que me grite, jovencito. No estoy sorda, ¿sabe?
Él sonrió y se llevó a los labios la mano que ella le tendía, un gesto que provocó un rubor encantador en las mejillas de la anciana. Logan se volvió hacia la madre de Emily y le hizo una reverencia.
– Buenas noches, lady Fenstraw.
– Señor Jennsen. Esperaba verlo aquí esta noche. -Paseó la mirada entre Emily y él y esbozó una sonrisa que a Logan le pareció… algo… ¿especulativa?, ¿sospechosa?, ¿calculadora? No estaba seguro, pero le hizo preguntarse si la madre de Emily sospecharía que él había compartido mucho más que un vals con su hija.
Después de intercambiar las frases de rigor sobre el tiempo, Logan se excusó y se dirigió al vestíbulo. Estaba resuelto a continuar su conversación con Emily, pero antes tenía que saber qué era lo que Gideon había descubierto.
– Vamos fuera -dijo Gideon sin más preámbulo en cuanto Logan salió al vestíbulo con el suelo de mármol. Al salir de la casa fueron recibidos por una ráfaga de aire frío. -Quiero examinar el perímetro de la mansión mientras hablamos -dijo Gideon por lo bajo.
– ¿Por alguna razón en particular? -preguntó Logan en voz baja, escudriñando el área mientras se movían.