– Carolyn ha sido muy generosa al prestarme su vestido de novia -dijo Emily rozando con la yema de los dedos la hermosa tela de muselina en tono azul pastel bordada con delicadas florecitas en color crema.
– Pareces una princesa -dijo Mary con la voz cargada de envidia juvenil.
– Pareces un ángel -corrigió Arthur.
– Estás preciosa, querida -gritó tía Agatha.
Los pequeños Ofelia, Romeo y Julieta ladraron con entusiasmo, dando un veredicto unánime.
– El novio es un hombre muy afortunado -decretó madame Renée con su marcado acento francés.
Emily rezó para que el novio en cuestión compartiera ese mismo sentimiento.
Su madre hizo salir a todos de la habitación, pero ella se quedó dentro y cerró la puerta.
– Te ayudaré a quitarte el vestido.
Emily asintió con la cabeza, sintiendo la necesidad de decir algo pero sin saber qué. Su madre le ayudó a salir de aquel hermoso vestido de novia y, después de que se hubiera puesto de nuevo su sencillo vestido amarillo, su madre le cogió las manos y sonrió.
– Vas a ser una novia muy hermosa, Emily. -A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas y su madre la miró con ternura. -Mi hermosa niñita -murmuró, retirándole suavemente un rizo que le había caído sobre la mejilla. -Sé que piensas que he hecho mal al insistir en que se celebrara esta boda de manera tan precipitada, pero te aseguro que lo único que quiero es tu felicidad.
– Entonces, ¿por qué has insistido en ello?
Su madre la miró directamente a los ojos.
– ¿De verdad no lo sabes? ¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta de lo que es tan evidente para mí? Querida, lo supe desde el momento en que os vi a ti y al señor Jennsen juntos en el parque el otro día.
– ¿Qué supiste?
– ¡Que sois perfectos el uno para el otro! Saltan chispas entre vosotros… -Su madre soltó un profundo suspiro. -Fue exactamente igual entre tu padre y yo. Oh, por supuesto, no nos dimos cuenta al principio, pero suele ocurrir así. Por eso me sentí tan contenta cuando Diminuta ensució la capa de lady Hombly. -Su madre se inclinó hacia delante y le confió en tono conspirador: -Fue la excusa perfecta para apartar a esa horrible mujer del señor Jennsen. De hecho, estuve considerando mancharla yo misma.
Emily parpadeó.
– Quieres decir que…
– ¿Que me la llevé de allí a propósito? Pues claro. Y por eso te seguí a la biblioteca anoche tras esperar el tiempo suficiente para pillaros al señor Jennsen y a ti en una situación comprometida.
Emily clavó los ojos en la sonrisa angelical de su madre.
– Pero… ¿cómo sabías que nos pillarías en una situación comprometida?
– Querida, ¡ese pobre hombre no puede quitarte los ojos de encima! ¡Sólo hay que ver cómo te mira! -Se abanicó la cara con una mano. -Hasta podría derretir una piedra. Cuando la mirada de un hombre se posa de esa manera en una mujer, no tardan en seguirla sus manos y sus labios. -Le brindó a Emily una amplia sonrisa que sólo podía describirse como picara. -Créeme, lo sé. Y tú le miras como si fuera el único hombre de la estancia.
– Así que tenías intención de pillarnos juntos. -Fue más una aturdida declaración que una pregunta.
– Por supuesto -respondió con expresión seria. -Pero sólo porque era evidente que le amas. Y que él te ama.
– Te equivocas. -Al ver que su madre estaba a punto de discutir sus palabras, se apresuró a rectificar. -Es decir, tienes razón respecto a mis sentimientos por él, pero no con los de Logan.
Su madre negó con la cabeza.
– No, te aseguro que tengo razón. Apostaría la valiosa diadema de mi madre si fuera necesario.
– Odias esa diadema -le recordó Emily.
– Pero eso no significa que no sea valiosa. Si el señor Jennsen no te ha revelado aún sus sentimientos, es porque todavía los desconoce. Me temo que es algo muy típico. Los hombres tardan más que las mujeres en darse cuenta de esas cosas. -Apretó las manos de Emily suavemente. -Quiero que sepas que jamás habría hecho nada que pusiera en peligro tu felicidad y, aunque ahora no me agradezcas que haya insistido en esta boda apresurada, lo harás algún día.
Su madre se inclinó hacia delante y la besó en la mejilla.
– Piensa tranquilamente en lo que te he dicho. El señor Jennsen llegará pronto. Estaré esperándolo en la salita con tu padre. Reúnete con nosotros cuando estés lista.
Con esas palabras, su madre salió de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente.
Emily clavó los ojos en la puerta cerrada y respiró hondo. Sabía que su madre poseía una vena picara. De hecho, Emily la había heredado de ella. Pero no conocía aquella aparente inclinación suya por los subterfugios. Era evidente que su madre había reconocido perfectamente lo que ella sentía por Logan. ¿Sería posible que también hubiera reconocido lo que Logan sentía por ella? Había visto su deseo, pero de eso también se había dado cuenta Emily. ¿Habría florecido el amor en el corazón de Logan? No lo sabía, pero las palabras de su madre, añadidas a las de Carolyn, Sarah y Julianne, le hacían albergar muchas esperanzas.
Salió del dormitorio dispuesta a reunirse con sus padres en la salita para esperar la llegada de Logan. Estaba bajando la escalera cuando oyó su profunda voz en el vestíbulo. El corazón le dio un vuelco, y tuvo que contener el deseo de bajar el resto de los escalones corriendo.
– Lord y lady Fenstraw me están esperando -oyó la voz de Logan dirigiéndose a Rupert, -pero antes de verlos me gustaría hablar con lady Emily si es posible.
– Veré si está disponible, señor -dijo Rupert.
– Estoy disponible -dijo ella, agarrándose al pasamos debido a que las rodillas se le habían vuelto repentinamente inestables.
Logan levantó la mirada. Sus ojos se encontraron, y ella sintió como si Cupido le hubiera disparado una flecha directa al corazón. Clavó la vista en el ramillete que él llevaba en la mano, y su corazón dio un brinco al ver los capullos rosados. Peonías. Sus flores favoritas.
Que Dios la ayudara, le amaba. Quería casarse con él. Ser su esposa. Ojalá su madre y sus amigas tuvieran razón y ella significara para él algo más que el simple deber y la responsabilidad de protegerla. Pero al menos era un comienzo, lo suficiente para esperar que él compartiera sus sentimientos algún día. Hasta entonces, lo alentaría todo lo que pudiera.
Alzó la barbilla con determinación. Sí, le alentaría. Porras, haría que se enamorara de ella. Había leído muchos libros al respecto y sabía que no había mejor arma que el poder de la seducción. Se limitaría a seducirle con artimañas femeninas. Bueno, en cuanto tuviera claro qué artimañas poseía ella. Pero, una vez que lo descubriera, haría un buen uso de ellas. «Prepárate, Logan Jennsen. Esta es una batalla que pienso ganar yo.»
Al mirarlo ahora, se dio cuenta de que ella era la única que necesitaba prepararse. ¡Santo cielo, lo que ese hombre podía provocarle con una simple mirada era, sencillamente, ridículo! Tenía el corazón desbocado y las palmas húmedas, la respiración jadeante y las rodillas débiles… Por Dios, si prácticamente se había olvidado de cómo se llamaba. Pero él parecía completamente sereno. Qué hombre más irritante. Y aun así, Emily quería arrojarse a sus brazos, abrazarle y besarle hasta que los dos se quedaran sin aliento.
Logan llevaba una chaqueta Devonshire marrón, un chaleco color crema y pantalones oscuros. Se le veía grande, fuerte y muy masculino, y absolutamente apuesto. Y estaba muy, muy serio.
La siguió con la mirada mientras ella bajaba el resto de los escalones, haciéndola estremecer hasta las puntas de los pies por el inconfundible y gratificante ardor que vio en sus ojos.