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– Ya veo. ¿Es eso un… problema?

– No. -Emily centró la mirada en la boca que él apretaba contra su mano. -Lo cierto es que me resulta… -Su voz se desvaneció cuando él le rozó la palma con la lengua. Dios, sabía tan condenadamente bien…

– ¿Te resulta qué?

Emily buscó su mirada.

– Excitante.

A Logan se le disparó el pulso.

– ¿Cómo de excitante?

Ella se removió en el asiento. La mirada de él bajó a sus pechos. Los duros pezones presionaban contra la fina muselina del vestido haciéndola parecer un ángel lascivo y pecaminoso.

– Insoportablemente excitante.

La erección de Logan palpitó dentro de los pantalones al escuchar su ronca admisión. Santo Dios, a ese paso no sobreviviría al trayecto en el carruaje.

– He leído tu relato -murmuró él contra su mano.

Un cauto interés asomó en los ojos de Emily.

– ¿Ah, sí?

Cuando ella no dijo nada más, él le preguntó:

– ¿No quieres conocer mi opinión?

– Sólo si quieres decírmela.

– ¿Quieres que te diga la verdad?

– Por supuesto.

– Muy bien. Me ha resultado… sorprendente.

Una combinación de dolor e irritación brilló brevemente en los ojos de Emily que arqueó una ceja.

– ¿Por qué? ¿Pensabas que no sabía escribir?

– No, escribes muy bien. Fue el contenido lo que me resultó sorprendente. Y sumamente… excitante. Cuando leí la escena donde la mujer vampiro seduce a su pareja, sentí que se me nublaban los ojos de deseo. -Sí, y se había puesto duro como una roca. De hecho, tenía la impresión de que seguía duro desde entonces. -¿Cómo es que conoces ese tipo de cosas?

– Quizá deberías agradecérselo a la Sociedad Literaria de Damas Londinenses.

Él le mordisqueó la punta del dedo índice.

– Lo pensaré.

Ahora parecía que eran los ojos de Emily los que se nublaban.

– Por supuesto, nunca he experimentado realmente la mayoría de las cosas que hace mi mujer vampiro.

– Te prometo que eso lo resolveremos pronto.

Un llamativo rubor cubrió las mejillas de Emily.

– Bueno. Pero me he imaginado haciéndolas -se humedeció los labios -contigo.

Logan apretó los clientes ante el doloroso palpito en su ingle. Miró por la ventanilla y vio que al menos faltaban otros diez minutos para llegar a casa. Pero él no se veía capaz de aguantar ni diez segundos más.

– No hay nada como aprovechar el tiempo -murmuró. Estiró los brazos para cerrar las cortinas y arrancó a Emily del asiento como si fuera una margarita, sentándola en su regazo. -No puedo pasar más tiempo sin tocarte -susurró contra la exuberante boca femenina. -No puedo esperar ni un segundo más.

Logan le cubrió los labios con los suyos en un beso que pretendía ser breve, sólo un suave roce para calmar un poco su deseo. Y habría tenido éxito si ella hubiera permanecido dócil entre sus brazos. Pero su esposa abrió la boca y le pasó la lengua por el labio inferior.

Logan bien podría haber sido un barril de pólvora que entrara en contacto con un fósforo. Su control se hizo añicos y, emitiendo un profundo gruñido, la besó con todo el anhelo reprimido, el profundo deseo y la necesidad que lo inundaban, explorando con la lengua la deliciosa calidez de su boca. Le rozó el duro pezón por encima de la suave muselina del vestido mientras deslizaba la otra mano bajo el dobladillo para acariciarle la pantorrilla y el muslo.

– Separa las piernas. -Las palabras sonaron roncas contra su boca. Con la respiración entrecortada, ella hizo lo que le pedía y se quedó sin aliento cuando sintió cómo los dedos de Logan se deslizaban sobre sus pliegues femeninos. Él se humedeció las yemas con los jugos de la joven y los deslizó en su interior. -Estás muy mojada.

Emily gimió y separó aún más las piernas.

– Siento que estoy así todo el tiempo. Sólo tengo que pensar en ti y… -La voz de la joven se desvaneció con un ronco gemido cuando él retiró los dedos y comenzó a juguetear con el sensible botón entre sus piernas.

– ¿Te sientes mojada?

– Sí… Y caliente. Como si estuviera ardiendo por dentro y tuviera la piel tensa. Yo… oh, Dios mío. Qué bien me hace sentir eso… -dijo ella sin aliento, arqueándose contra la mano de Logan. -Es increíble.

Él arqueó las caderas, apretando la erección contra las nalgas de Emily. La besó profundamente, rozando su lengua contra la de ella. El aroma a flores y azúcar que emanaba de la piel de la joven se mezclaba con el de su excitación, y Logan sintió que le daba vueltas la cabeza.

Continuó acariciándola con los dedos de una manera implacable, introduciéndolos en ella, girándolos, jugueteando con ella. Sintió que Emily se tensaba y arqueaba la espalda, frotándose contra su mano. Se tragó los gemidos femeninos mientras la apretada funda palpitaba en torno a sus dedos. Cuando por fin se calmaron los pequeños estremecimientos, él levantó la cabeza y miró la ruborizada cara de la joven. Emily abrió los ojos. Parecía una tentadora ninfa saciada y adormecida.

– Me hiciste sentir así otra vez -susurró ella.

Logan se inclinó para rozarle el suave cuello con los labios.

– Me temo que es mi deber como marido. Espero que no te importe.

– En absoluto. De hecho, creo que podría convertirme en alguien muy exigente e insistir en que me hagas sentir así con frecuencia. Espero que no te importe.

Él soltó un fingido suspiro de cansancio.

– Una dura tarea, no me cabe duda. Procuraré no quejarme mucho.

– Bien. Porque si te quejaras ¿sabes en qué te convertiría eso?

– ¿En qué?

– En un gruñón. ¿Y sabes a quién le gustan los gruñones?

– ¿A quién?

– A nadie. -Emily le deslizó los dedos por el pelo. Aquel simple gesto le hizo estremecer de los pies a la cabeza. -Pero hay un problema.

– ¿Cuál?

– Que yo también quiero hacerte sentir así. -Créeme, eso no será un problema.

– Me has hecho disfrutar de un inmenso placer, pero yo no te he proporcionado ninguno. No creo que sea justo.

Algo se derritió dentro de Logan, y giró la cabeza para besarle la suave piel del interior de la muñeca.

– Me has dado más placer del que puedas imaginar. No puedo decirte cuánto me gusta tocarte.

– Me alegro. Pero yo también quiero tocarte. -Emily le deslizó la mano por el torso con una firme intención en la mirada. Con una risita, Logan le agarró los dedos y se los llevó al pecho.

– Yo también quiero. -Mucho más de lo que quería respirar. -Pero si me tocas ahora estaré… perdido. -Una tímida sonrisa apareció en sus labios. -Y acabaré más mojado que tú.

Emily buscó su mirada.

– ¿Sería eso tan terrible?

– Supongo que no tan terrible, pero sí un poco embarazoso en este caso. Todo el personal de la casa estará esperándonos para saludarnos a nuestra llegada. -Logan se llevó la mano de Emily a los labios. -Además, prefiero estar enterrado dentro de ti cuando suceda -murmuró contra su palma.

Ella separó los labios húmedos. Logan ahogó otro gemido y rezó para tener las fuerzas necesarias y contenerse el tiempo suficiente. Se sentía a punto de explotar.

El carruaje redujo la marcha y él apartó la cortina para mirar fuera; para su profundo alivio casi habían llegado a casa. Besó brevemente a Emily en los labios y la depositó en el asiento frente a él.

– Espero no parecer tan lasciva como me siento -dijo ella, alisándose la capa con las manos.

– Estás… -la mirada de Logan tomó nota del intenso rubor, los ojos brillantes y los labios hinchado por los besos -espectacular.

El carruaje traqueteó hasta detenerse, y él la ayudó a apearse. Mientras subían la escalinata, Logan se dio cuenta de que estaba nervioso, de que esperaba que a Emily le gustara la casa. A pesar de la grandeza y opulencia de su hogar y de tener docenas de habitaciones, a él le resultaba cálido y acogedor y quería que ella también se sintiera cómoda allí. Sin embargo, cuando entraron en el vestíbulo con el suelo de mármol, no fue la enorme araña de cristal ni la valiosa estatua de bronce ni los antiguos tapices que cubrían las paredes ni la magnífica escalinata curva lo que fascinó a Emily. No, la única cosa que captó su atención fue el enorme florero de cristal sobre una mesita ovalada que contenía docenas de peonías en todos los tonos de rosa, desde el más pálido al rosa más profundo.