– ¿Adonde fuiste? -preguntó Emily.
– Me pasé los siguientes nueve años viajando por Europa, dedicándome a mis negocios. Hace casi un año me cansé de tanto viajar y de no tener un lugar al que llamar hogar. Como Londres era el mejor sitio para dirigir mis negocios, decidí establecerme aquí. Gracias a la herencia de Martin conseguí todo lo que tengo hoy.
Logan cerró los ojos por un instante. Emily se dio cuenta de que él temía mirarla, que le daba miedo ver lo que había en sus ojos. Deseó que se volviera hacia ella para que viera toda la simpatía, preocupación y tristeza que sentía, pero más que nada la aceptación y el amor que la atravesaban. La historia de Logan casi le había roto el corazón, pero era evidente que el de él estaba roto desde hacía ya mucho tiempo y eso sólo le hizo quererle más. Por todos los años que había sufrido, culpándose a sí mismo por la muerte de un hombre al que consideraba un padre.
– Ahora ya lo sabes todo -susurró él.
– Sí, ahora lo sé.
Por fin se volvió hacia ella. La miró a los ojos y pareció quedarse confundido, como si le costara creer que no hubiera ninguna condena en los ojos de su esposa.
– Jamás se lo había contado a nadie.
El corazón de Emily se llenó de amor hasta casi desbordarse.
– Gracias por contármelo. Por confiar en mí. Te doy mi palabra de que jamás se lo diré a nadie.
– No puedo imaginar lo que estás pensando. Ahora que sabes que te has casado con un hombre que es capaz de…
– Defenderse. De enmendar un horrible agravio. De sentirse culpable durante años por algo que no fue culpa suya. -Levantó sus manos unidas y le dio un beso ferviente en el dorso de los dedos. -Creo que me he casado con un hombre maravilloso, valiente y honorable del que me siento orgullosa. Un hombre que ha sufrido mucho para obtener todo lo que posee, y que tiene mi más profunda admiración y respeto por todo lo que ha logrado en la vida.
Una miríada de emociones cruzó el rostro de Logan: confusión, sorpresa, incredulidad, gratitud y, finalmente, algo que parecía temor. Puso su palma en la mejilla de Emily y ella sintió el temblor de su mano, el estremecimiento que le recorría todo el cuerpo.
– Gracias. No sabes lo mucho que esto significa para mí. Lo que tú significas para mí. -Sus ojos se suavizaron con una mirada tan cargada de ternura que Emily se quedó sin aliento. -Emily, quiero que sepas que…
Un ruido procedente del balcón interrumpió sus palabras. Él levantó la cabeza y miró hacia la ventana. Emily siguió la dirección de sus ojos. No se veía nada más que la noche negra tras los cristales.
– ¿Crees que ha sido Gideon? -Susurró ella, sabiendo que el detective patrullaba por el jardín. -¿O ha sido el viento?
– No lo sé. Quédate aquí. -Logan cogió el puñal que había dejado sobre la mesilla de noche junto a la cama y se acercó sigilosamente a la puertaventana que conducía al balcón. Miró afuera con atención.
»No veo nada, pero voy a echar un vistazo -le dijo por encima del hombro.
Abrió la puertaventana, y una ráfaga de aire frío entró en la habitación. Logan salió y fue engullido por la oscuridad. Emily tuvo un mal presentimiento y se levantó.
Justo entonces oyó cómo Logan gritaba:
– ¡Tú! ¿Cómo demonios puedes ser… tú? -Sonó un golpe fuerte y un gruñido, seguido por un ruido sordo y un denso silencio. Antes de que Emily pudiera moverse o pensar, un hombre entró en la habitación desde el balcón. Un hombre que vestía una capa con capucha. Alzó la pistola que tenía en la mano y la apuntó con ella.
– Si hace algún ruido, morirá -dijo en voz baja.
Emily abrió la boca para gritar de todas maneras. Sabía instintivamente que era su única oportunidad, pero apenas había logrado soltar un gritito cuando él la agarró bruscamente y le metió un trapo pestilente en la boca. Aterrada, Emily gruñó y gimió tan alto como pudo, luchando con todas sus fuerzas, pero él la dominó con rapidez, inmovilizándole las manos en la espalda y atándoselas con una gruesa cuerda. Luego le ató los tobillos. La joven luchó frenéticamente, con la mirada clavada en el balcón en sombras. Era evidente que ese hombre había herido a Logan o le había hecho algo peor, si no, ya habría estado allí para defenderla. «Por favor, Dios mío, por favor, haz que esté bien.»
Su captor se la cargó sobre un hombro. Emily continuó gruñendo y retorciéndose, pero el enorme brazo con el que el hombre le rodeaba los muslos frustró todos sus movimientos. Cogió algo de la mesilla de noche, y ella se retorció para ver qué era. La lámpara de queroseno.
El intruso la puso sobre la cama, arrancó la pantalla de cristal de un tirón y volcó el contenido, rociando la colcha, la alfombra y las cortinas con el queroseno inflamable. Luego, para horror de Emily, prendió una cerilla y la lanzó sobre la cama. Las llamas que surgieron se extendieron de inmediato. El terror y la furia atravesaron a la joven que siguió forcejeando sin conseguir nada. El hombre corrió hacia el balcón y salió.
– Despídete de tu marido muerto -dijo su captor con un ronco gruñido. -Será la última vez que lo veas.
Emily bajó la mirada y se le detuvo el corazón. Logan estaba tendido boca abajo en el balcón. El fuego se extendía rápidamente por la habitación e iluminaba el charco de sangre que le rodeaba la cabeza. Un grito surgió de la garganta de Emily, pero sólo pudo emitir un gemido ronco y ahogado. El captor saltó sobre la barandilla de hierro forjado del balcón y bajó con destreza por la escalera de mano que había colocado allí previamente. Cuando llegaron al suelo arrojó la escalera a los arbustos. Presa del pánico, la joven vio a otra figura tendida en el suelo. Agrandó los ojos, y redobló sus esfuerzos para soltarse e intentar gritar con todas sus fuerzas, pero parecía que Gideon había seguido el mismo destino que Logan. Inspiró profundamente y se quedó paralizada ante el olor a humo… Un humo que era demasiado espeso y cercano para provenir del fuego que su captor había provocado arriba.
Giró la cabeza y la sangre se le heló en las venas. Las llamas lamían las paredes de la planta baja. Aquel monstruo había prendido fuego a toda la casa.
Emily intentó gritar de nuevo, pero se quedó sin aliento al rebotar contra el hombro musculoso del hombre cuando éste echó a correr a través del jardín hacia las cuadras. Santo Dios, nadie sabría lo que le había sucedido, ni siquiera la buscarían. Supondrían que había muerto en el incendio. Tenía que hacer algo… pero ¿qué?
Luchó contra las cuerdas que le ataban las manos, pero estaban tan apretadas que le cortaron las muñecas. El anillo se le clavó en el dedo.
El anillo. Concentrándose en él, retorció la joya, moviéndola poco a poco hasta que pudo sacársela del dedo. La dejó caer en el suelo, rezando para que alguien la encontrara y se diera cuenta de que estaba viva. Al menos por ahora.
Emily alzó la cabeza y vio que el humo y las llamas rodeaban la casa. Se le llenaron los ojos de lágrimas, difuminando la horrible imagen de Logan tendido boca abajo en aquel charco de sangre. Sintió un dolor tan intenso que no pudo respirar. Había muerto. Nunca le había dicho cuánto le amaba y ahora no tendría oportunidad de hacerlo. El dolor que sentía en el pecho no podía ser otra cosa que su corazón haciéndose pedazos.
Un instante después entraron en las cuadras y Emily fue arrojada bruscamente en el interior de un carruaje. Luego oyó que la puerta se cerraba y que el vehículo se ponía en marcha con rapidez.
CAPÍTULO 23
Al ser un vampiro me curaba con extraordinaria rapidez.
Los cortes y las magulladuras cicatrizaban casi al instante y,
dado que no tenía sangre, no podía desangrarme.