Cogió a Heller por el cuello y lo acercó bruscamente.
– Jamás volverás a salir de una celda -dijo en voz tan baja que sólo él pudo oírle, -salvo el día en que te lleven a la horca. Estoy seguro de que pensarás en mí en ese momento, bastardo, aunque te aseguro que yo no pensaré en ti. Disfrutaré de mi vida con la familia que intentaste arrebatarme. Y mientras, tú arderás en el infierno.
Soltó a Heller y miró a Gideon. -¿Lo llevarás ante el magistrado?
– Con sumo gusto. -Gideon agarró a Heller por la nuca y lo hizo dirigirse hacia la puerta rota. -¿Dónde te hallaré luego?
Logan se volvió hacia Emily. La joven había hecho lo que le había pedido y seguía sentada en el camastro, pero en el momento en el que sus miradas se encontraron, se levantó y se acercó a él corriendo. El la rodeó con un brazo y la estrechó contra su cuerpo.
– Creo que deberíamos volver a casa y ver dónde podemos alojar a los sirvientes -dijo ella. -Después podemos pasar el resto de la noche en casa de mis padres.
Logan asintió con la cabeza, no le había sorprendido que ella estuviera preocupada por los criados y sabía que sus suegros se sentirían aliviados al saber que su hija estaba bien.
– Ya te diré dónde estaremos luego -le dijo a Gideon.
– Gracias por haber ayudado a rescatarme, Gideon -dijo Emily. -Te debo mucho.
Logan asintió con la cabeza.
– Los dos lo hacemos.
Gideon inclinó la cabeza.
– De nada. -Con el puñal en la mano y agarrando a Heller por la nuca, lo condujo a través de la puerta. El prisionero caminaba a trompicones debido a las cuerdas que le ataban los tobillos.
Logan cogió a Emily en brazos y se dirigió a la ventana que había destrozado.
– Salgamos de aquí.
– Puedo caminar -dijo ella mientras le rodeaba el cuello con los brazos.
– Claro que puedes, pero hay cristales rotos por el suelo y no llevas zapatos.
Logan salió al exterior, donde los recibió el aire frío, y caminó a paso vivo hacia la esquina. Tuvo suerte, porque había un carruaje de alquiler bajo la pálida luz de una farola. Logan dio un silbido y el cochero puso los caballos en marcha, dirigiéndose hacia ellos.
Tras darle al conductor la dirección de Berkeley Square, dejó a Emily en el interior del carruaje y subió tras ella. En cuanto cerró la puerta y se sentó, se puso a su esposa en el regazo y la abrazó con todas sus fuerzas.
– Emily -susurró, pronunciando su nombre como si fuera una oración. Le retiró el pelo enredado de la cara y clavó la mirada en aquellos hermosos ojos. -Jamás había estado tan asustado en mi vida como cuando recuperé el conocimiento en el balcón y no te vi.
– Y yo jamás había estado tan asustada en mi vida como cuando te vi tirado en el balcón. -Emily le agarró la mano y le dio un beso en la palma. -No quiero volver a sentirme así.
– Ni yo. -Y luego, las palabras que él casi no había tenido oportunidad de decir se le agolparon en la garganta: -Emily, te amo. -Respiró hondo. -Dios mío, cómo te amo. Te amo tanto… Me aterraba no tener oportunidad de decírtelo. Estaba a punto de hacerlo cuando oímos el ruido en el balcón, y entonces… -Un nuevo estremecimiento la sacudió. -No importa si tú no me amas, pero te lo advierto, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que me ames. No he podido pensar en nada más que en ti desde el momento en que te besé en la biblioteca de Matthew y Sarah hace tres meses. Ya me sentía atraído por ti antes, pero después de ese beso… He sido tuyo desde ese día.
– Logan… -Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero Logan se quedó sin respiración al ver la ardiente emoción que brillaba entre ellas. -Yo también te amo tanto que… me duele. Siempre había soñado con casarme por amor y tú, mi valiente, atrevido y maravilloso marido, que lo has arriesgado todo por salvarme, tú has conseguido que mis sueños se hagan realidad. No he podido dejar de pensar en ti desde mucho antes de ese día en que te besé. -Curvó los labios en una sonrisa temblorosa. -Y ahora conseguiré robarte besos todos los días durante el resto de mi vida.
– Emily… -Logan le cubrió los labios con los suyos y la besó con toda la alegría, el amor y la pasión que inundaban su ser. Tomó nota mental de pagarle a Daniel las doscientas libras que le debía.
– Sí, besos como éste -murmuró ella cuando él finalmente levantó la cabeza.
Logan le acarició la suave piel de detrás de la oreja con la nariz.
– ¿Sabes en qué te convierte eso?
– ¿En qué?
– En una ladrona de besos. Mi ladrona favorita. Ella le enmarcó la cara con las manos y negó con la cabeza.
– No. Me convierte en la mujer más afortunada del mundo. Y él -ahora portador del título «El hombre más afortunado del mundo»-selló aquella declaración con otro beso robado.
EPÍLOGO
Aunque mi amante vampiro y yo tuvimos que vivir en la oscuridad,
nuestra existencia estuvo llena del dorado brillo del amor
y las ardientes llamas de la pasión.
Cada noche era una nueva aventura, y sabía que teníamos toda la eternidad para amarnos.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Dos años después…
Sentada en una de las ocho bibliotecas que había en la reconstruida mansión que Logan y ella poseían en Berkeley Square, Emily levantó la copa de champán y sonrió. Su anillo, que el lacayo John le había devuelto tan pronto como lo encontró, captó un rayo de sol y salpicó de reflejos brillantes toda la estancia.
– Por la Sociedad Literaria de Damas Londinenses.
Carolyn, Sarah y Julianne levantaron sus copas, y el tintineo del delicado cristal resonó en la estancia.
– Por el segundo relato de vampiros de Emily -añadió Carolyn.
– Para que tenga tanto éxito como el primero -dijo Julianne con una sonrisa.
Un rubor de felicidad cubrió las mejillas de Emily.
– Gracias. Apenas puedo esperar a escribir el tercero.
– Nosotras tampoco podemos esperar a leerlo -dijo Carolyn con una amplia sonrisa. -Quiero saber qué nueva diablura se le ocurrirá a esa picara lady Vampiro.
– También tenemos que decidir cuál será nuestra siguiente lectura -dijo Sarah, subiéndose las gafas por la nariz. -Tengo varias sugerencias…
Sus palabras fueron interrumpidas cuando se abrió la puerta de golpe. Un grupo de niñas de corta edad se dirigieron hacia ellas seguidas por cuatro hombres sonrientes. La primera en cruzar la biblioteca fue Daphne, la hija de dos años de Sarah, que se lanzó contra las rodillas de su madre y le brindó una radiante sonrisa. Luego la siguieron las hijas de Julianne y Carolyn, Francés y Beatrice, que se arrojaron a los brazos abiertos de sus madres, donde fueron recibidas con besos y sonrisas. La última en acercarse fue Amanda, que se parecía tanto a Logan que, con sólo verla, a Emily se le ponía un nudo de emoción en la garganta. La regordeta manita de Amanda se aferraba al dedo índice de su padre y caminaba a trompicones hacia Emily que la miraba con una sonrisa babeante y el corazón derretido.
– Mamá.
Emily buscó a su marido con la mirada, y el corazón se le derritió de nuevo, como siempre que lo veía. Intercambiaron una cálida e íntima mirada, luego Logan se volvió hacia Matthew, Daniel y Gideon y, señalando con la cabeza a las cuatro niñas que había en la habitación, dijo:
– ¿Os dais cuenta de lo que tenemos aquí? Son la siguiente generación de la Sociedad Literaria de Damas.
Daniel se estremeció de manera exagerada.
– Que el cielo nos ayude. Preveo un caos total en Mayfair en los próximos años.
Logan cogió a Amanda en brazos, que lanzó un gritito de deleite antes de tirar bruscamente del cabello de su padre.