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– ¿Y cómo es que llevas tantas cosas encima si Talia se ha llevado los cuadernos?

Susannah titubeó.

– Yo… Yo llevo una caja -dijo, con una nota de ilusión en la voz-. La he llenado con cosas de mamá que me gustaría conservar. -Vaciló-. Te quiero, Lukamou -dijo en voz baja-. Te veré luego. -Y colgó con las manos trémulas.

– Qué bonito -se burló Bobby. Arrastró con fuerza a la agente Scott hasta un pequeño cuarto que había bajo la escalera y la encerró con llave. Luego lo pensó mejor. Volvió a abrir la puerta y le disparó en la pierna. Su grito de dolor quedó ahogado por la cinta que le sellaba la boca. Bobby le dirigió una mirada llena de regocijo a Susannah, quien aparecía tan horrorizada como imaginaba-. Leigh Smithson me habló mucho del equipo del GBI. Dijo que Talia Scott era verdaderamente formidable y que no había que subestimarla. Toda una Houdini en el arte de la fuga.

– Le has disparado -protestó Susannah, furiosa-. No representaba ninguna amenaza para ti.

– Como te he dicho antes, no pienso correr riesgos. Con un disparo en la pierna siempre irá más despacio si consigue escapar. Ahora sube esa escalera y empieza a hacer memoria de todos los cumpleaños de los queridos familiares a quienes no he llegado a conocer. Quedan cuatro cajas fuertes por abrir.

– Seis -dijo Susannah con indiferencia-. Hay seis.

Luke colgó el teléfono casi sin respiración. Trató en vano de tranquilizarse.

– No. ¡Pete! ¡Pete!

Pete acudió corriendo con un cuaderno en sus grandes manos.

– Mira lo que he encontrado detrás del armario del dormitorio de Grant. En la pared había un panel corredero, igual que en las películas. Dentro debe de haber cien cuadernos como este. ¿Qué pasa?

– Susannah. -Tragó saliva-. Creo que Bobby está con ella.

Pete aferró a Luke por el hombro.

– Respira. ¿Qué te ha dicho exactamente?

– Que Talia y ella estaban en casa de «papá y mamá», que habían encontrado la información que su «papá» guardaba y que estaban a punto de salir, pero que había tenido que conectar el altavoz porque tenía las manos llenas de objetos; recuerdos de su madre.

Pete tragó saliva.

– Mierda.

«Y luego me ha dicho que me quería como si nunca más fuera a tener la oportunidad de decírmelo otra vez.»

– Iba a explicarle lo de Paul Houston, pero no sabía quién había escuchando.

– Buena idea.

Luke asintió.

– Voy a casa de los Vartanian.

– Eso ya no es tan buena idea -dijo Pete, y suspiró-. Te acompaño.

Luke ya había echado a correr.

– Llama a Germanio, dile que detenga a Charles Grant.

Pete cerró la puerta del coche en el momento en que Luke arrancaba con un chirrido de neumáticos.

– ¿De qué se le acusa?

– Para empezar, del asesinato del juez Borenson.

– Añadiremos extorsión -dijo Pete mientras tamborileaba sobre el cuaderno que había tomado de casa de Grant-. Charles tiene información de los hombres y las mujeres más ricos de la ciudad, y todos le pagaban auténticos dinerales por mantener guardados sus repugnantes secretos.

– No me sorprende, pero de momento no creo que podamos utilizar esa información. El cuaderno no está incluido en la orden judicial. Con el asesinato de Borenson bastará por ahora -dijo Luke mientras Pete marcaba el número.

– Hank, soy Pete. Detén a Charles Grant y llévalo… -Pete frunció el entrecejo-. ¿Qué coño quiere decir que lo has perdido?

Luke le arrancó el teléfono a Pete mientras pisaba a fondo el acelerador.

– ¿Dónde está? -dijo acentuando cada una de las sílabas.

– Ha salido del cementerio -explicó Germanio-. Se dirigía fuera de la ciudad.

– Joder. ¿Y por qué no me has llamado? Mierda.

– Lo iba siguiendo pero ha torcido por una carretera secundaria y he tenido que pasar de largo para que no se diera cuenta. Cuando he vuelto atrás… había desaparecido. Lo siento.

– ¿Qué lo sientes? ¿Cómo que lo sientes? -«Respira»-. ¿Dónde estás ahora?

– A unos ocho kilómetros del cementerio. Vuelvo a la ciudad.

– No. Da media vuelta y dirígete a casa de los Vartanian. Está a unos cuantos kilómetros, es una mansión de antes de la guerra. En la puerta está aparcado el coche de Talia. Acércate en silencio y espérame. Bobby está dentro con Susannah y Talia.

– De acuerdo.

– Germanio, escúchame bien. Te he dicho que me esperes, ¿de acuerdo? -Luke le devolvió el teléfono a Pete-. Joder con el cowboy.

– Él no es el único cowboy -musitó Pete.

Luke le lanzó una mirada.

– ¿Qué harías tú si un asesino hubiera capturado a Ellie?

Ellie era la esposa de Pete, una mujer menuda. Pete la trataba como si fuera de frágil cristal.

– ¿Por qué crees que estoy aquí? -preguntó con un hilo de voz-. Ahora conduce y calla. Yo llamaré a Chase.

Dutton,

lunes, 5 de febrero, 13:35 horas

Charles estaba cabreado. Lo andaban siguiendo; se trataba de algún patoso del GBI y despistarlo había sido un juego de niños. Pero eso quería decir que lo habían descubierto. Lo sabían. Mierda.

En el fondo sabía que era solo cuestión de tiempo. Sabía el riesgo que corría cuando ayudó a Daniel Vartanian a encontrar a Mack O'Brien. Pero Mack había conseguido que recayera demasiada atención sobre Toby Granville y los otros muchachos.

Además, todo lo bueno tenía que tener un final. No podía dejar cabos sueltos, y Bobby era uno. Igual que su casa. Por muy arrogante que fuera, no iba a creer que una vez que el GBI empezara a investigar no encontraría la información que escondía. Todo aquello a lo que le concedía verdadero valor lo llevaba siempre encima, en su estuche de marfil. Su casa tenía que desaparecer. Le pediría a Paul que le prendiera fuego. Marcó su número.

– Te necesito en Dutton -dijo.

– Eso está muy bien -respondió él-, porque es precisamente a donde me dirijo. Llevo una hora intentando ponerme en contacto con usted.

– Te dije que no podría atender las llamadas durante el funeral -repuso Charles con dureza-. Te dije que me enviaras un mensaje. Hasta Bobby lo ha entendido esta vez.

– No puedo enviar mensajes y conducir al mismo tiempo -repuso Paul, claramente molesto por la comparación-. He recibido un aviso de su sistema de alarma. Alguien ha entrado en su casa.

Charles ahogó un grito.

– ¿Qué?

– Ya me ha oído. Dispuse la alarma para que me avisara a mí en vez de a la empresa de seguridad. Alguien ha entrado en su casa por la puerta de atrás a la una y diecisiete.

– Acabo de despistar a un agente del GBI que me andaba siguiendo -dijo Charles en voz baja-. Deben de estar registrando la casa, ya es demasiado tarde para quemarla. Habrán leído los diarios y sabrán lo que he hecho.

– Y ¿adónde irá ahora? -preguntó Paul, con un atisbo de pánico en la voz.

– A México. Luego volveré al sudeste de Asia. Pero antes tengo que ir a casa de los Vartanian. Bobby está allí, y necesito asegurarme de que ni ella ni Susannah sobrevivan para que no cuenten nada de ti. Cuando termine, te esperaré detrás de la casa. Pasa a recogerme por allí y saldremos hacia el sur. Cuando lleguemos a México puedes elegir entre volver a tu vida de siempre o acompañarme.

– Le acompañaré -dijo Paul. Pues claro; Charles estaba seguro de ello.

Dutton,

lunes, 5 de febrero, 13:35 horas

Pete cerró el móvil.

– Vienen refuerzos. Ahora tienes que saber lo que pone en el diario. Te pondrás hecho una fiera pero trata de controlarte, ¿vale?

– Vale -respondió Luke en tono cauteloso-. Decías que Grant ha extorsionado a gente rica. ¿A quién?

– A muchas personas, pero las que más te interesan son dos jueces.

– Borenson y Vartanian -adivinó Luke con aire sombrío.