Выбрать главу

– ¿Y cuando se manipula a otros para que maten a quien uno quiere? -preguntó Susannah.

– Ah, eso es como ponerle la guinda al pastel. Agente Papadopoulos, el arma. -Charles le clavó más la pistola a Susannah y ella se estremeció y apretó la mandíbula con gesto de dolor-. Ahora mismo.

Luke se arrodilló y depositó con cuidado los cuadernos en el suelo. Decidió echar un vistazo a Susannah y vio que, con sus ojos grises entornados, observaba cada uno de sus movimientos. Él procedió despacio. Imaginaba que Grant no dispararía a Susannah, que pensaba utilizarla como rehén una vez que Paul Houston apareciera para llevárselo de allí.

– Se está entreteniendo, señor Grant -dijo ella-, O Kraemer, o comoquiera que se llame. ¿A qué está esperando? Tiene una pistola en mi cabeza. ¿Por qué no me mata de una vez?

Luke sabía que Susannah estaba chinchando a Charles expresamente. Había captado su plan y le estaba ayudando. Aun así, sus palabras lo dejaron sin respiración.

– ¿Quieres morir, Susannah? -preguntó Charles con suavidad.

– No. Pero me pregunto por qué se dedica a… matar el tiempo, en vez de matarme a mí.

Charles soltó una risita.

– Eres tan lista como Daniel y estás mucho más cuerda que Simon.

– Hablando de Simon -prosiguió ella con denuedo-, ¿sabía que estaba vivo durante todos esos años?

Él rió por lo bajo.

– ¿Quién crees que le enseñó a hacerse pasar tan bien por un anciano? -A Luke se le puso un nudo en el estómago. Simon Vartanian engañaba a sus víctimas disfrazándose de anciano. También había acechado a Susannah así vestido.

– ¿Usted? -musitó Susannah-. ¿Usted le enseñó?

– Ya lo creo. Simon creía que lo de acecharte en el parque, en Nueva York, era idea suya. Siempre resultaba mucho más fácil dejar que Simon creyera que las cosas eran idea suya, pero en realidad era yo quien lo planeaba. Por otra parte, tú… Podría haber hecho maravillas contigo, querida. -Su sonrisa se desvaneció-. Pero tú no quisiste jugar conmigo. Me evitabas.

– Había sido víctima de una violación. -Le tembló la voz de pura indignación-. Y usted lo sabía.

– Tengo que decir que me sorprendió que confesaras la historia de Darcy. No ha debido de ser fácil para ti admitir delante de todo el mundo lo depravada que eres, lo bajo que has llegado a caer. Darcy no tardó más que unos meses en convencerte.

Susannah apretó los puños.

– Usted reclutó a Marcy Linton y la utilizó para extorsionar a hombres ricos a quienes les gustaba practicar sexo con menores.

– Era una forma de ayudarla para que se pagara la universidad -dijo Charles con indiferencia.

– Ella no llegó a estudiar en la universidad. Usted la mató. ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que matarla?

La expresión indolente del rostro de Charles se trocó en una fría ira.

– Por ti. Tú le arruinaste la vida, la volviste una blanda.

– Darcy cambió de idea, ¿verdad? Recuerdo eso de la última noche. Trató de convencerme para no salir, pero para mí era una fecha especial; era el aniversario del día en que me habían violado -dijo con amargura-. Pensaba demostrarme a mí misma y al mundo entero que yo tenía el control. Pero nunca lo tuve. Usted era quien me controlaba. Usted lo organizó todo, hijo de puta; de principio a fin. Usted convenció a Simon y a Toby Granville para que me violaran. Es un puto cobarde.

Luke captó el movimiento casi imperceptible, la disminución de la fuerza con que Charles asía el hombro de Susannah justo en el momento en que ella quiso apartarse. Pero el hombre no estaba tan desprevenido. Con un gruñido, volvió a aferrarla y le clavó la pistola en la cabeza tan fuerte que ella gritó. Él le rodeó la garganta con el brazo y ella le clavó las uñas para poder respirar. Luke, sin querer, dio un paso adelante aun estando arrodillado.

– Cerda enana -masculló Charles-. Papadopoulos, ahora. Deja la pistola en el suelo ahora mismo o le parto el puto cuello. Parecerá que esté viva y yo seguiré contando con mi escudo humano.

Luke depositó la pistola en el suelo y extendió las manos.

– Ya está. Estoy desarmado.

– La pistola de recambio también.

– No tengo -mintió Luke-. Llevo botas, no zapatos como usted. Me gustan sus zapatos, Ray Kraemer. Es lo que nos ha ayudado a identificarlo. -Hablaba deprisa para no darle tregua a Charles-. Mansfield hizo unas fotos en la nave para asegurarse de tener algo con lo que defenderse. Incluso puede que pensara vengarse. En una sale un hombre con un bastón, y en el zapato izquierdo lleva una suela más gruesa. Es por el disparo de Michael Ellis en Vietnam. Le disparó en la pierna y lo dejó allí para que muriera como un perro. La pierna no le quedó bien y por eso necesita el bastón. -Luke esperaba que Susannah estuviera prestando atención.

– Cállate -le espetó Charles entre dientes.

– Por eso planeó vengarse de Ellis. Se hizo con su hijo, se lo apropió. Y sigue siendo suyo, ¿no, Ray Kraemer? -Cada vez que lo llamaba por su nombre verdadero, el hombre se estremecía-. Le resulta útil porque es policía y todo eso. Cree que ahora vendrá a sacarlo de aquí pero se equivoca. Tenemos a Paul Houston y va a ir a la cárcel por mucho, mucho tiempo. -Lo de que lo tenían era mentira, pero surtió efecto.

Charles se puso rojo de ira y su respiración se alteró.

– No. Él no puede ser vuestro.

«Sígueme, Susannah»

– Demasiado tarde, Ray Kraemer. Ya lo tengo. Paul es mío. A usted no le queda nada. -Con la última palabra, Susannah dio un fuerte puntapié a Charles en la pierna izquierda y los dos cayeron al suelo. Charles aterrizó sobre la mochila y los cantos puntiagudos de la caja lo dejaron sin respiración. Susannah aprovechó la ventaja para arañarle como si fuera una gata aprisionada.

En el momento en que se liberó de él, Luke se lanzó contra Charles, le agarró la muñeca con ambas manos y le clavó el codo en la garganta. Pero el anciano era mucho más fuerte de lo que parecía. A Luke los brazos le ardían de tanto forzarlos, hasta que oyó el chasquido del hueso y oyó el gran alarido. Charles soltó la pistola y Luke, impulsado por la rabia y la adrenalina, se sentó sobre su pecho y lo agarró por la garganta.

– Cabrón de mierda -le espetó. Apretó y apretó mientras lo agitaba por el cuello, hasta que Charles empezó a resollar. Luke siguió ejerciendo presión, notaba ceder la prominencia de su laringe. «Mátalo.» Echó el puño hacia atrás, y entonces se paró en seco. El hombre estaba incapacitado; herido; desarmado. «Mátalo.» Oyó las palabras resonar en su mente, un grito primario que palpitaba en cada centímetro de su cuerpo. «Mátalo. Mátalo con tus propias manos. Mátalo para Susannah.» Por Monica y Angel y Alicia Tremaine, y todas las demás víctimas.

«Espera.» La voz que le hablaba desde dentro era muy suave, pero firme. «Tú no eres así.» Sí; sí que lo era. Pero no era quien quería ser. Disgustado con Charles y con la pacífica voz que hablaba en su interior Luke aferró al hombre por las solapas, lo obligó a sentarse, y se inclinó sobre él.

– Espero que algún tío que también se está pudriendo en la cárcel lo mate como al perro que es.

Charles esbozó una sonrisa y al momento Luke notó un intenso dolor en los bíceps. Vio demasiado tarde la corta hoja del cuchillo que Charles sostenía con la otra mano. «Hijo de puta.»

– Tú eres el cobarde, no yo. Eres débil -gruñó Charles, mientras se volvía para asir la pistola con la mano sana-. Débil -repitió, y Luke lo agarró con fiereza, pero se detuvo en seco ante el horrendo sonido de un hueso aplastado.

Charles se venció hacia atrás y cayó sobre la alfombra con tanta fuerza que la cabeza le rebotó. Se quedó muy quieto, con la boca abierta. Luke, estupefacto, levantó la cabeza. Susannah estaba allí, sujetaba el bastón de Charles como si fuera un bate de béisbol. Tenía la mirada salvaje, turbulenta, clavada en el hombre que, junto con tantos otros, le había arruinado la vida.