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– Yo no soy débil -dijo-. Ya no. Nunca más lo seré.

Luke la tomó con suavidad por la muñeca y tiró de ella hasta que lo miró a los ojos.

– Tú nunca has sido débil, Susannah. Nunca. Eres la mujer más fuerte que he conocido jamás.

Ella dejó caer los hombros y suspiró con fuerza.

– ¿Lo he matado? Por favor, dime que lo he hecho. Luke palpó la garganta de Charles.

– Sí, cariño. Creo que sí.

– ¡Bien! -exclamó orgullosa. Dejó caer el bastón. Por un momento no pudieron más que mirarse el uno al otro mientras recobraban el aliento. Entonces oyeron una voz procedente de la parte trasera de la casa.

– ¿Hay alguien? -Era Chase.

Luke exhaló un suspiro de alivio y se puso en pie. El corte del brazo le ardía como un demonio y le sangraba mucho. Por suerte, Charles no había alcanzado ninguna zona vital.

– Estamos aquí, Chase. -Con el brazo sano atrajo a Susannah hacia sí y hundió el rostro en su pelo-. Ya está.

Ella asintió contra su pecho.

– Estás herido.

– Sobreviviré.

Ella alzó la cabeza y sus labios esbozaron una sonrisa trémula.

– ¡Bien!

Él le devolvió la sonrisa.

– Claro que podrías curarme la herida. Quítate la blusa y véndamela, anda.

Por fin Susannah sonreía de oreja a oreja.

– Me parece que los médicos tienen vendas más apropiadas. Si acaso, recuérdame más tarde lo de la blusa.

– Dios mío. -Chase se detuvo en la puerta con cara de horror-. ¿Qué ha pasado aquí?

– ¿Qué ha pasado? -Otro hombre se abrió paso por detrás de Chase y Luke abrió la boca para advertirlo, pero captó a tiempo la mirada de Chase.

– Este es el agente Houston -dijo Chase muy serio-. Está buscando a un sospechoso y la pista lo ha traído hasta aquí. Nos hemos prestado a ayudarle. Houston, ¿es ese su hombre?

Houston se acercó tambaleándose.

– No.

– ¿No es su hombre? -preguntó Chase en tono cauteloso.

Houston cayó de rodillas junto al cadáver de Charles.

– Oh, Dios. Oh, no. -Levantó la cabeza, con los ojos llenos de rabia y miedo completamente fijos en Susannah-. Tú. Tú lo has matado.

El poco color que presentaban las mejillas de Susannah desapareció.

– Tú. Tú me violaste. -Miró a Luke, y luego a Chase, confundida-. Es él. Haced algo. Detenedlo.

– Tú lo has matado. -Houston se puso en pie y se lanzó hacia Susannah-. Tú, cerda.

Chase se arrojó sobre él y cuatro agentes lo ayudaron. Pronto redujeron a Houston, que seguía forcejeando a la vez que sollozaba.

– Tú lo has matado. Tú, cerda. Él era mío, mío, mío.

– Pues ahora está muerto, muerto, muerto -soltó Susannah con desprecio.

– Lleváoslo -ordenó Chase-. Y no os olvidéis de leerle sus derechos. -Con gesto de abatimiento, se volvió hacia Susannah-. Lo siento mucho. Teníamos que vincularlo de algún modo a Charles, si no sólo habríamos tenido como prueba las cuentas bancarias de los criminales a quienes ha estado chantajeando. Los de asuntos internos querían que lo pilláramos con las manos en la masa, así que le hemos dejado que llegara hasta aquí con la esperanza de encontrarlos a los dos juntos.

– Susannah ha golpeado a Charles cuando él trataba de recuperar la pistola -dijo Luke-. Lo ha hecho en defensa propia.

– Ya lo sé -dijo Chase, y extrajo el auricular de su oído-. Pete me lo ha contado todo. -Señaló la ventana. Fuera estaba Pete, observando cómo se llevaban a Houston-. Ha visto cómo Charles os arrastraba hasta aquí y ha pedido refuerzos al GBI, incluido un francotirador que ha tenido a Charles en el punto de mira prácticamente todo el tiempo. Solo estábamos esperando que el disparo fuera certero. -Reparó en el brazo de Luke y el cuchillo ensangrentado sobre la alfombra-. Estás herido.

– Solo es un rasguño. -Era mentira, pero le preocupaba más Susannah-. ¿Cómo estás tú?

– Bien -dijo, lo cual tampoco era cierto. Se la veía pálida pero atenta mientras examinaba el bastón-. La empuñadura se abre. -Hizo ceder el resorte y ahogó un grito. En el interior había una esvástica, del mismo tamaño que la de su cadera-. Él estuvo allí aquella noche. -Miró la mochila de Charles-. Quiero saber qué hay ahí dentro; necesito saberlo.

– Y lo sabrá -aseguró Chase-. En cuanto la científica termine de analizar el escenario, el forense se ocupe de los cadáveres, nosotros tomemos las declaraciones pertinentes y a los dos les hayan dado un vistazo en el hospital. Y no se le ocurra contradecirme. Sé que Grant le ha apuntado con una pistola en la cabeza, pero yo he tenido que fingir ante Houston que no pasaba nada para evitar ponerlo sobre aviso.

Y su semblante exhausto, ojeroso, era la prueba de lo duro que había resultado.

– Lo siento, Chase -se disculpó ella-. Tiene razón. Antes Luke necesita atención médica. Si he tardado trece años en averiguarlo, no importarán unas cuantas horas más.

Atlanta,

lunes, 5 de febrero, 17:30 horas

– Toc, toc -dijo Susannah, y Monica Cassidy levantó la cabeza, sonriente.

– Mira, mamá.

La señora Cassidy se puso en pie. Se la veía bastante más relajada que la última vez.

– Susannah, agente Papadopoulos, pasen. ¿Qué les ha ocurrido?

Luke llevaba el brazo en cabestrillo después de los veinte puntos que le habían dado en lo que él llamaba «solo un rasguño». Susannah tenía un ojo morado y una costilla rota, cortesía del enfrentamiento con Bobby.

– Hemos tenido que luchar con los malos -dijo Susannah en tono liviano.

Monica la miró preocupada.

– ¿Y?

Susannah se puso seria.

– Les hemos dado una patada en el culo a cada uno.

Los labios de Monica se curvaron.

– ¿Y los han arrojado al infierno?

– Para siempre jamás -respondió Luke-. A la mujer que secuestró a Genie y al hombre a quien oíste en la nave. Los dos están en el infierno, y nos hemos deshecho de la llave.

– Bien -se alegró Monica-. ¿Qué se sabe de las hermanas de Becky?

La sonrisa de Luke se desvaneció.

– Seguimos buscándolas. Se las han llevado a otro sitio. Lo siento.

Monica tragó saliva.

– Sé que no pueden salvarnos a todos, agente Papadopoulos; pero ¿podrían intentarlo con todas sus fuerzas? ¿Por favor?

Luke asintió.

– Te doy mi palabra.

– Gracias -musitó ella.

– Tenemos buenas noticias -anunció la señora Cassidy dando una palmada en la mano a Monica-. Hace una hora hemos recibido una llamada del agente Grimes, de Charlotte.

– Han encontrado a mi padre. Su coche estaba en el fondo del lago pero él consiguió salir y nadar hasta la orilla.

– Cuando lo encontraron no pudieron identificarlo -prosiguió la señora Cassidy-. Algún buen samaritano lo llevó al hospital y ha estado inconsciente hasta esta mañana A él también han tenido que ponerle respiración asistida, así que no ha podido contar nada. Uno de los compañeros del agente Grimes se ha estado paseando con su foto por todos los hospitales de la zona hasta que ha dado con él.

– El agente Grimes dice que al hombre que atacó a mi padre ya lo estaban investigando -añadió Monica-. No ha podido contarnos nada más. ¿Y ustedes? ¿Pueden?

Luke asintió.

– El hombre está detenido. En cuanto salga de aquí llamaré al agente Grimes y se lo explicaré. Me alegro de que tu padre esté bien, Monica. Tú también tienes muy buen aspecto.

– Me han dejado salir de urgencias esta mañana. Pronto podré comer comida normal. -Su sonrisa se desvaneció-. Gracias. Muchas, muchas gracias. Si ustedes no hubieran aparecido…

Susannah le estrechó la mano.

– Pero aparecimos, y has sobrevivido. No mires atrás.

Monica asintió muy seria.

– Si usted puede hacerlo, yo también. Deje de culpabilizarse, Susannah.

A Susannah se le puso un nudo en la garganta.