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– Lo intentaré. -Besó a Monica en la frente-. Cuídate.

– Hizo lo mismo cuando pensaba que yo no me daba cuenta -susurró Monica-. Pero sí que me di cuenta. Gracias.

Susannah consiguió esbozar una sonrisa.

– No te aísles, chica.

Luke le pasó la mano por la espalda a Susannah.

– Dentro de media hora tenemos una reunión; tenemos que irnos. Si nos necesitan por cualquier motivo, no duden en llamarnos.

Guardaron silencio hasta que llegaron al coche de Luke.

– ¿Lo decías en serio? -preguntó ella. Él frunció el entrecejo, confundido.

– ¿El qué?

– Le has dicho a Monica que seguirías buscando a las hermanas de Becky. ¿Lo harás?

– Le he dado mi palabra -dijo Luke en voz baja-. Claro que lo decía en serio.

– ¿Quiere decir eso que seguirás en la unidad contra el crimen cibernético?

– Sí. Este caso ha sido una excepción; de todos modos tenía que volver al Cuarto Oscuro. Y puede que sea mejor así, al menos de momento. -Su mirada se ensombreció-. ¿Y tú? ¿Lo decías en serio o formaba parte del mensaje en clave?

Ella sabía a qué se refería. Cuando pensaba que Bobby iba a matarla, le había dicho que lo quería. Entonces le había parecido una cosa buena, apropiada, necesaria. Ahora…

– Tanto como sé querer. Pero me temo no ser suficiente para ti.

– Susannah, oírte decir cosas tan estúpidas hace que me entren ganas de chillar. Hay mucho de bueno dentro de ti, tanto que ni siquiera Arthur Vartanian o Charles Grant han logrado arrebatártelo. No vuelvas a decir que no eres lo bastante buena. No lo digas nunca más.

– Me asusta -musitó-. No sé cómo estar con alguien. Pero quiero aprender.

– Y yo quiero enseñarte. -La besó en la mejilla-. Vamos, o llegaremos tarde para el desenlace.

Él no le había dicho que también la quería. Susannah no sabía si sentirse aliviada o decepcionada, así que le habló con ligereza.

– Ojalá no abran la caja de Grant hasta que no lleguemos.

– Después de todo lo que has tenido que soportar, estoy seguro de que no se atreverán a hacerlo.

Dutton,

lunes, 5 de febrero, 18:00 horas

Luke estaba en lo cierto. Todos se encontraban reunidos alrededor de la mesa, muy serios. Pete, Talia, Nancy, Chase, Ed y Chloe. Susannah les había confiado su vida durante los últimos días. Había una silla vacía al lado de Chloe. Le habían atado una cinta negra, por Germanio. La imagen hizo que a Susannah se le pusiera un dolor en el pecho.

Sobre la mesa estaba la caja de marfil de Charles Grant. Junto a ella se encontraban los diarios que habían pertenecido a Arthur Vartanian y los cuadernos que Luke había dicho que habían encontrado en casa de Charles Grant. Y juntó a todo eso, un sencillo sobre de papel manila.

Susannah se sentó al lado de Luke.

– ¿Han mirado qué hay en la caja del señor Grant?

– Ed lo ha hecho -dijo Chase-, para asegurarse de que no estallara nada, tanto en sentido literal como figurado.

Ed se encargó de mantener el rostro hierático para no revelar nada.

– ¿Qué hay en el sobre? -quiso saber Luke.

– Es de Borenson -anunció Chase-. Dejaba instrucciones por si desaparecía o moría en circunstancias extrañas; su caja de seguridad debía quedar en manos de las autoridades.

– Corresponde a la llave que encontramos en la caja ignífuga de Granville -dijo Nancy-. Creemos que Grant mandó a Toby Granville a recuperar el sobre, pero Toby sólo encontró una llave. Se corresponde con la caja de seguridad de Borenson, en un banco de Charleston. Por eso Charles Grant torturó a Borenson; quería saber dónde guardaba la información. Las pruebas los incriminan a todos.

– El abogado de Borenson se ha enterado de su desaparición esta mañana -prosiguió Chase-. Y mientras estábamos en Dutton nos ha entregado esto. Los informes de Borenson detallan la rivalidad entre Arthur y Charles y añaden un poco más de información sobre el auténtico certificado de defunción del cadáver que enterraron en la tumba de Simon, además de pruebas de la identidad real de Charles Grant, cortesía de Angie Delacroix. Parece que también ella se guardaba un as en la manga.

– Habría estado bien que lo mostrara cuando convenía -dijo Susannah en voz baja-. Antes de que murieran decenas de personas. ¿Han detenido a Angie?

– Sí -respondió Chloe-. Participó en las extorsiones de Charles Grant, voluntaria o involuntariamente.

– Y hemos presionado a Paul Houston para que nos contara lo que pasaba con Leigh -dijo Pete con aire sombrío.

A Susannah se le puso un nudo en el estómago solo de oír mencionar a Paul Houston.

– ¿Cómo?

– ¿Cómo hemos conseguido que nos lo contara? -preguntó Pete.

– Sí.

Pete miró a Chloe, y ella miraba el techo.

– Paul tropezó de camino al coche… un par de veces. Lloraba tanto por Charles que no sabía dónde ponía los pies.

– Lástima que los policías corruptos sigan teniendo dos pies -musitó Chloe.

– ¿A que sí? -dijo Pete-. Hace unos dos años, un coche que iba demasiado rápido atropelló a tres niños, y murieron. Los niños cruzaban por el paso de peatones, pero el coche les hizo luces y no frenó. Paul Houston se encargó del caso.

Luke exhaló un suspiro.

– ¿Fue Leigh?

– Sí. -Pete sacudió la cabeza-. Houston dio con ella enseguida, pero le dijo que no la detendría, y la fue embaucando hasta que la necesitó. Eso ha sido esta semana.

– Le hemos mostrado la foto de Houston a Jeff Katowsky -dijo Chloe-. El chico que trató de matar al capitán Beardsley. Lo ha identificado como el policía que lo pilló en una redada. Nos ha contado lo mismo que en el caso de Leigh. Houston no lo detuvo a cambio de futuros favores.

– ¿Tiene Houston algún diario? -preguntó Susannah con ironía.

Pete le correspondió con una sonrisa.

– No, pero está dispuesto a hablar. Tiene miedo de la cárcel de Georgia.

– Y de la de Nueva York -añadió Chloe, dirigiéndose a Susannah-. Al Landers piensa acusarlo de violación. La suya. No tuvo la oportunidad de mirar a la cara a Granville ni a Simon, pero aún puede hacerlo con Houston.

Talia se inclinó hacia delante.

– Sólo si quiere.

Susannah notó que todos los músculos de su cuerpo se relajaban.

– Ya lo creo que quiero. Gracias.

Todos guardaron silencio un momento. Entonces Chase señaló la caja de marfil.

– Ábrala.

Con pulso firme, Susannah se enfundó los guantes que le había entregado Ed y abrió la caja. Miró dentro con el entrecejo fruncido.

– ¿Piezas de ajedrez? ¿Eso es todo?

Ed negó con la cabeza.

– El estuche tiene un doble fondo; el mecanismo está debajo de la reina. Empuje.

Ella lo hizo y el doble fondo quedó al descubierto.

– Sus placas de identificación. -Las sacó de la caja y estas tintinearon en el aire-. Ray Kraemer.

– Y una bala -musitó Luke-. Parece antigua, puede que fuera la que Ellis le disparó.

– Puede. Y una foto. -Susannah contuvo la respiración-. Es el señor Grant, más joven, junto a un asiático vestido con una túnica. Dios mío. El señor Grant recibió de él el bastón. -Le dio la vuelta a la fotografía-. «Ray Kraemer y Pham Duc Quam, Saigón, 1975.»

Nancy la examinó.

– Es la letra de Grant. Llevo todo el día leyendo sus diarios.

– Tengo los informes militares de Ray Kraemer y Michael Ellis -anunció Chase-. A Kraemer lo capturaron en el año 67 y a Ellis en el 68. Se cree que a Ellis lo capturaron los soldados del Vietcong mientras intentaba desertar, pero nadie ha podido asegurarlo. Después de escaparse del campo de prisioneros encontró un campamento militar. Llevaba perdido en la selva tres semanas. Como no pudieron demostrar que había desertado, lo dieron de baja del ejército con honor. A Kraemer lo declararon desaparecido en combate. Hasta hoy.

– En 1975 el señor Grant aún estaba allí, por lo que se deduce de la foto -dijo Susannah-. Al año siguiente regresó y se convirtió en el profesor particular de Paul. ¿Qué hizo entretanto? ¿Quién es ese hombre?