Ella respiró hondo y exhaló el aire sin hacer ruido. Su cuerpo parecía más relajado; sin embargo, su furia parecía haberse acrecentado.
– ¿Cómo murieron? -preguntó, en un tono agorero de tan quedo.
– De un disparo en la cabeza. -Y cada vez que cerraba los ojos aún veía sus pequeños rostros-. Pero antes de matarlas abusaron de ellas y las grabaron con una cámara web. Durante años enteros -gruñó-. Por dinero; para que lo vieran pervertidos de todo el mundo.
– Qué hijos de puta. -Le temblaba la voz-. Usted debe de haberlo pasado fatal.
– Peor debieron de pasarlo las niñas -masculló, y ella emitió un discreto sonido de asentimiento.
– Supongo que ahora debería decir que usted no tiene la culpa. Es evidente que se siente culpable.
Luke aferraba el volante con tanta fuerza que le dolían los nudillos.
– Es evidente.
Pasaron unos instantes antes de que ella dijera:
– Así que es uno de esos.
Luke sintió que Susannah lo estaba escrutando, y eso lo puso nervioso.
– ¿Qué quiere decir «de esos»?
– Uno de esos tipos que se dedican a investigar a los pederastas que operan en internet. He trabajado con algunos de ellos en la oficina del fiscal del distrito. No sé cómo se las arreglan para soportarlo.
Él apretó la mandíbula.
– Yo hay días en que no lo soporto.
– Pero la mayoría de las veces cumplen con su deber. Y una parte de su ser va muriendo poco a poco.
Susannah acababa de describir su vida a la perfección.
– Sí. -La voz de Luke era ronca, inestable-. Eso es más o menos lo que me pasa.
– Entonces es que es una buena persona. Y no tiene ninguna culpa.
Él se aclaró la garganta.
– Gracias.
Con el rabillo del ojo vio que ella seguía mirándolo. Su rostro había recobrado un poco el color, y Luke lo achacó al hecho de haberle dado otra cosa en qué pensar. No quería hablar de ese tema; ojalá no lo hubiera sacado a colación. Sin embargo, la conversación había servido para que ella se olvidara un poco del golpe sufrido, y sólo por eso Luke habría sido capaz de hablar de cualquier cosa.
– Estoy algo confusa -admitió ella-. Creía que Daniel y usted se ocupaban de homicidios, no de crímenes cibernéticos.
– Daniel está en homicidios. Yo no. Llevo más de un año en un equipo operativo contra el crimen cibernético.
– Es demasiado tiempo en contacto permanente con semejantes obscenidades. Conozco a tipos que han trabajado durante diez años en la brigada antivicio y que no han aguantado ni un mes con pornografía infantil.
– Tal como usted misma ha dicho, cumplimos con nuestro deber. No suelo trabajar con Daniel; este es un caso especial. El martes, después de encontrar los cadáveres de las niñas, pedí un traslado temporal de departamento. Daniel estaba buscando al tipo que había matado a las mujeres de Dutton, e hiciera lo que hiciese siempre acababa topando con Simon. Simon guarda relación con todo lo que tiene que ver con este caso. El asesino quería que descubriéramos lo del club, y que encontráramos las fotos y la llave.
– La llave de la caja de seguridad donde creían que estarían las fotos.
Le había contado muchas cosas de camino a casa de los Vartanian.
– Sí. El asesino ata a sus víctimas una llave en el dedo del pie, para darnos a entender que lo de la llave es importante. El detective de Filadelfia encontró la llave de una caja de seguridad entre los efectos personales de Simon, pero cuando Daniel ha ido hoy al banco ha encontrado la caja vacía. Si alguna vez las fotos estuvieron allí, alguien las sacó. -La miró-. Menos mal que usted sabía dónde guardaba Simon sus cosas.
– Yo no sabía nada de la caja. Solo sabía que tenía un escondite.
Porque también tras el armario de su dormitorio había un escondite similar, pensó con amargura. Simon la había dejado allí, drogada e inconsciente, después de que sus amigos la agredieran. Luke no podía siquiera imaginar qué debía de representar despertarse en un diminuto y oscuro habitáculo, asustada y dolorida. Era obvio que detestaba aquella casa. Era obvio que detestaba la ciudad entera. Por eso no estaba seguro de que fuera justo pedirle que se quedara, ni siquiera por Daniel.
– Esta vez el muy cabrón está muerto de verdad -soltó con amargura-. Aun así, no ha permanecido enterrado mucho tiempo.
– Simon es un coñazo incluso muerto.
Luke esbozó una sonrisa; el comentario mordaz de Susannah había disipado parte de su tensión. Se enfrentaba al miedo con humor, y eso le inspiraba admiración.
– Bien dicho. La cuestión es que Daniel estaba persiguiendo al asesino y necesitaba a un analista de datos. Esa es mi especialidad, así que me uní a su equipo. Ayer recibimos un chivatazo que nos guió hasta la familia O'Brien. El hijo mayor formaba parte del club de Simon.
– Jared -musitó Susannah-. Lo recuerdo bien. Cuando iba al instituto pensaba que era una bendición de Dios para las mujeres. No tenía ni idea de que fuera uno de los que… -Dejó la frase sin terminar.
«De los que la violaron.» Luke apartó de sí la ira que sentía. Ella lo estaba sobrellevando, así que él también podía hacerlo.
– Jared desapareció unos años atrás. Creemos que los demás miembros del club se deshicieron de él porque tenían miedo de que se fuera de la lengua y los delatara. Me he pasado la noche entera despierto recopilando toda la información que he podido encontrar sobre Jared O'Brien y su familia. Esta mañana todo parecía indicar que estamos sobre la pista correcta. He descubierto que su hermano pequeño, Mack, acaba de salir de la cárcel. Mack tenía motivos para estar resentido con todas las mujeres asesinadas. Él es nuestro principal sospechoso. Estábamos a punto de ponernos en marcha. Teníamos información sobre el paradero de los dos violadores a quienes hemos conseguido identificar y una orden de busca y captura contra Mack O'Brien.
– ¿Por qué no han detenido al alcalde ya, y al ayudante del sheriff?
– Por dos motivos. Por una parte, aún no conocemos la identidad del tercer hombre.
– Si los detuvieran a ellos, es probable que el tercero siguiera con el plan.
– Es posible. Y podría ser que desapareciera y que nunca más lo encontráramos. Pero sobre todo no los hemos detenido porque Mack O'Brien ha utilizado a sus víctimas para delatar a los miembros del club que siguen vivos. Ellos mataron a su hermano, y quiere vengarse.
– Y cuando los detengan a todos, dará el asunto por concluido y se marchará.
– Más o menos. Teníamos planeada una batida simultánea cuando consiguiéramos localizar a O'Brien, pero Mansfield nos lo ha desmontado todo. Qué hijo de puta.
– Ha matado a su perseguidor el agente Johnson. Lo siento.
«Yo también.»
– Encontraremos a Mansfield, y hay varios equipos que están buscando a O'Brien. Solo espero que cuando demos con Mansfield nos guíe hasta Bailey.
«Y, si no, obligaré a ese cerdo a que confiese dónde está.»
– Alentó a Alex Fallon para que no perdiera la esperanza, pero ¿de verdad cree que Bailey sigue viva?
Luke se encogió de hombros.
– Hace una semana que desapareció. Tal como usted ha dicho, la cosa no pinta bien.
Sonó un móvil y Susannah se inclinó para recoger su bolso.
– Es el mío -dijo Luke, y aguzó la vista ante la pantalla-. Es Daniel. -Mientras escuchaba, su expresión se fue ensombreciendo más y más. Luego colgó y se volvió hacia Susannah.
– Tendrá que tomar el avión más tarde.
Ella se aferró al reposabrazos cuando el coche hizo un rápido cambio de sentido.
– ¿Por qué? ¿Adónde vamos?
– Volvemos a Dutton. Daniel me ha explicado que ha recibido una llamada del sheriff Loomis.
– ¿Loomis? -insistió Susannah con evidente fastidio.
– Loomis dice que sabe dónde retienen a Bailey Crighton.
– El mismo sheriff Loomis que el fiscal de este estado investiga por manipulación de pruebas relacionadas con el asesinato de la hermana de Alex Fallon hace trece años, ¿no? -puntualizó ella con sarcasmo-. Lo he leído en la portada del periódico que tenía encima del escritorio.