Sabía que pronto lo descubriría, y así fue. Entonces llegó el público, en grupo: cuatro hombres y tres mujeres. La presencia de aquellas mujeres fue lo peor de todo. ¿Cómo era posible que unas mujeres disfrutaran viendo todo lo que le hacían a otra mujer? Si aquélla era la idea que tenían de salir a divertirse una noche, siento más compasión por ellas que por mí misma.
Los siete eran de mediana edad, casi unos viejos. Dos de los hombres llevaban barba y bigote. No me gustan los hombres con vello facial. Uno de ellos llevaba una tupida barba digna de Santa Claus, pero de color castaño, y el otro una de esas absurdas barbas que es como una ceja depilada alrededor de la boca.
Las sillas no estaban en filas, como en los teatros normales. El grupo se sentó en torno a una mesa, y mientras me violaban en el escenario, cenaron. Antes de empezar conmigo, aquel hombre les sirvió la cena: unos platitos con jamón de Parma con rúcula y queso parmesano. Lo sé porque les explicó lo que era.
Esto es muy duro. En un momento dado pensé que se había acabado mi suplicio, porque me sacaron del escenario y creí que aquel hombre había terminado conmigo. Me había prometido que si cooperaba no me mataría, y yo había cooperado. Aunque era un monstruo, creí lo que me había dicho. No quería matarme; lo único que quería era que yo le ayudara a montar su «espectáculo».
Pero no había terminado. No soy capaz de escribir sobre lo que ocurrió a continuación, pero fue peor que lo que había ocurrido en el escenario. Cuando el violador hubo terminado, intentó convencer al hombre de la barba tupida -su nombre era Des-de que también me violara. Des se colocó encima de mí, pero, gracias a Dios, no pudo conseguir una erección.
Después de divertirse conmigo todo lo que quisieron, me volvieron a poner el antifaz, me llevaron de vuelta a Bristol y me dejaron en la calle, frente al One Stop Thali Shop. Las llaves de mi coche y mi bolso estaban junto a mí, en el suelo. No había nadie. Encontré mi coche y, aunque no me encontraba muy bien, conduje hasta mi casa. Cuando llegué ya era media mañana. Mis vecinos estaban en el jardín y vieron cómo me dirigía desde el coche hasta la puerta de entrada. Esa tarde, uno de mis vecinos, la mujer, llamó a mi puerta y me preguntó si podía hacer algo por mí. Me preguntó si había ido a la policía. Le dije que se metiera en sus asuntos y le cerré la puerta en las narices. Sabía que si acudía a la policía me matarían. La bestia que me había atacado sabía mi nombre, mi dirección y un montón de cosas acerca de mí.
Desde entonces, apenas he salido a la calle. No soy capaz de enfrentarme a mis vecinos; he puesto la casa en venta. Me paso todo el tiempo elaborando fantasías para vengarme, lo cual resulta patético, ya que eso es lo que siempre serán: fantasías. Aun cuando lograra armarme de valor para acudir a la policía, es probable que ahora ya fuera demasiado tarde. Lo he hecho todo mal; me di un baño en cuanto llegué a casa.
No habría sido tan malo si él no hubiera sabido mi nombre. Por decirlo de alguna forma, me siento como si me hubieran elegido, y no sé por qué. ¿Es por algo que hice? Sé que la agresión no fue culpa mía, y no me culpo, pero me gustaría saber qué fue lo que le hizo escogerme. Ahora me siento muy sola, totalmente al margen del resto del mundo. Lo único que deseo es volver a formar parte de él.
Gracias por dedicar un tiempo a leer esto.
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SVIAS (Supervivientes de violación, incesto y abuso sexual)
MI HISTORIA
Historia N° 12 (enviada el 16 de febrero de 2001)
No puedo creer que seamos tantas, fui violada el año pasado en el restaurante hindú donde trabajaba, ésta es la primera vez que se lo cuento a alguien, me quedé hasta tarde por la noche porque esos dos hombres no se habían terminado el curry y las cervezas, le dije a mi jefe que ya cerraría yo, ése fue el mayor error de mi vida. Los dos estaban borrachos, eran unos cerdos borrachos, no querían pagar la cuenta, uno de ellos me lanzó sobre la mesa y dijo que íbamos a calentar, yo soy la atracción principal. Me llamó la estrella del espectáculo, quería ser el último. Lo hicieron por turnos, el primero no pudo empalmarse, el que dijo que era la atracción principal le dijo al otro que utilizara una botella, y el otro lo hizo, entonces el que había dicho que era la atracción principal me dio la vuelta y me quedé boca abajo y me forzó en esa postura, me dolió mucho, el que no pudo empalmarse tenía una cámara y sacó fotos de lo que hacía el otro, me obligaron a decirles mi nombre y dónde vivía yo y mi familia. Me dijeron que mandarían las fotos a mi familia si acudía a la policía, aún no he ido a la policía, pero algún día lo haré porque no puedo vivir con esto si esos cerdos no pagan por lo que hicieron, y no voy a dejarles que arruinen el resto de mi vida, quiero decirles a todas las que han pasado por lo que yo pasé que sigan luchando.
Tanya, Cardiff
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CAPÍTULO 12
A Simón no le gustaba la forma en que lo miraba Juliet Haworth. Era como si estuviera esperando que hiciera algo, y, cuanto más tardaba en hacerlo, más divertido le parecía a ella. Era Colin Sellers quien hacía las preguntas, pero ella lo ignoraba. Dirigía todas sus respuestas y sus incisos -que eran muchos-a Simón, aunque él no conseguía adivinar por qué. ¿Era porque lo había conocido primero?
– No es normal que alguien que se encuentra en su situación no quiera un abogado -dijo Sellers tranquilamente.
– ¿Este interrogatorio va a ser idéntico al último? -preguntó Juliet-. ¡Qué aburrimiento!
Mientras hablaba, tenía las manos detrás de la cabeza, y se revolvía el pelo con ellas.
– ¿Se aburrió de su marido? ¿Fue por eso por lo que le golpeó repetidas veces con una piedra?
– Robert no habla lo bastante como para aburrir a alguien. Es callado, pero no tiene nada de aburrido. Es muy profundo. Sé que suena cursi.
El tono de voz de Juliet era el de alguien locuaz y conspirador. Sonaba como el miembro de un grupo que halagara a otro que también formara parte de él. Simón pensó en esos programas de 100 Greatest de Channel 4 en los que aparecían famosos que siempre se deshacían mutuamente en elogios.
– Puede que el comportamiento de Robert sea previsible, pero sus ideas no lo son. Estoy segura de que Naomi ya les ha contado todo esto. Y también estoy segura de que ella está siendo de mucho más ayuda que yo. Mire. -Juliet se dio la vuelta para enseñarle a Simón que llevaba el pelo recogido en una trenza perfectamente entretejida-. Una trenza perfecta; me la hice sin espejos y sin nada. Impresionante, ¿verdad?
– ¿Se ha comportado su marido de forma violenta con usted en alguna ocasión?
Juliet le frunció el ceño a Sellers, como si le hubiera irritado su intromisión.
– ¿Podría conseguirme un coletero? -dijo, señalándose la nuca-. Si no volverá a soltarse.
– ¿Solía ser violento?
Juliet se echó a reír.
– ¿Acaso le parezco una víctima? Hace un minuto pensaba que le había machacado la cabeza a Robert con una piedra. Aclárese.
– Dígame, Juliet, ¿había abusado su marido de usted física o psicológicamente?
– ¿Sabe una cosa? Creo que haré que su trabajo sea más excitante si no le cuento nada. -Señaló con la cabeza el expediente que Simón tenía en las manos-. ¿Tiene una hoja de papel? -preguntó, en voz más baja.
Hacía todo lo posible por dejar claras sus preferencias. Si lo que ella quería era que Simón jugara un papel más importante, él estaba dispuesto a hacer lo menos posible para que lo consiguiera. A Juliet parecía importarle un bledo lo que pudiera ocurrirle; por el momento, el único punto de apoyo que tenía Simón era el hecho de que ella parecía querer algo de él.