Eso me ayuda a recordar que Juliet ya no comparte contigo nada que yo no comparta. La gente dice que el matrimonio no es más que una hoja de papel, y en general eso es falso, aunque no en este caso. En este momento, tú y Juliet estáis tan lejos el uno del otro como pueden estarlo un hombre y su mujer, separados no sólo físicamente por vuestras respectivas encarcelaciones, sino también por el hecho de que ella hizo todo lo posible por matarte. Si llegas a despertarte -no: cuando te despiertes-no habrá forma de que la perdones.
– Sé que Robert tiene tres hermanas y que una de ellas se llama Lottie. Lottie Nicholls.
Tuve que arrancarte esa información y luego me sentí tan culpable que no te pregunté más nombres.
Juliet vuelve a soltar otra estridente carcajada, para que Waterhouse y Zailer puedan volver a oírla más tarde. Pero ellos no recordarán sus fríos y vacíos ojos como yo lo haré.
– ¿Por qué Robert nunca habla de sus hermanas? -me pregunta Juliet.
Recuerdo tus palabras exactas, y sólo tengo que parafrasearlas ligeramente.
– Creen que él no es lo bastante bueno para ellas y, si es eso lo que piensan, demuestran que son ellas las que no son lo bastante buenas para él.
– Yo fui la causa de la gran disputa familiar -dice Juliet orgullosamente-Aposté que Robert no te lo contaría. Sus familiares más íntimos y queridos se quedaron horrorizados cuando se enteraron de que salía conmigo, lo cual estaba fuera de lugar, teniendo en cuenta que yo nunca les había hecho nada. Me vienen a la mente las palabras «olla» y «tetera».
No tengo ni la menor idea de a qué se refiere.
– ¿Te ha contado mi marido que alguna o puede que todas sus hermanas estén…, a ver, cómo podría decirlo…, muertas?
Se inclina hacia delante; sus ojos azules resplandecen.
– ¿Qué quieres decir?
La expresión de Zailer y de Waterhouse muestra la misma sorpresa y repulsión que la mía, pero no dicen nada. ¿Tus hermanas muertas? Alguna o puede que todas. Eso no es posible. Juliet podría estar mintiendo. Debe de estar mintiendo. A menos que se trate de alguna tragedia…
Ya había pensado antes que la tragedia parece ser tu elemento. Eres un hombre apasionado y afligido, como un condenado que algún día deberá enfrentarse a la horca y trata de vivir sus últimos y preciosos momentos junto a la mujer que ama. Cuando nos conocimos y quedó claro que lo que sentíamos era algo mutuo, que ninguno de los dos era ni más ni menos apasionado que el otro, yo te lo dije sin querer, como una idiota.
– Esto es maravilloso. No puedo creer que no haya gato encerrado.
Tú me miraste como si estuviera loca.
– Oh, claro que hay gato encerrado.
– Me pregunto quién le machacó la cabeza a Robert -dice Juliet tranquilamente, como si estuviera comentando el último giro argumental de un culebrón-. Porque tú no lo hiciste, ¿verdad? Tú estás loquita por Robert. Tú nunca le harías ningún daño.
– Eso es verdad. -No dejaré que se burle de mí con algo de lo que me siento orgullosa-. Tú lo hiciste. Todos saben que tú lo hiciste. Robert lo sabe. Cuando despierte, le contará a la policía que fuiste tú. ¿Intentaste matarle? ¿O fue una pelea que se te escapó de las manos?
Juliet le sonríe a la inspectora Zailer.
– ¿La han adiestrado? Se parece mucho a uno de ustedes. -Juliet se vuelve hacia mí-. Quizá lo seas. No sé cómo te ganas la vida. ¿Eres poli?
– No.
– Estupendo, porque mi capacidad para la ironía tiene un límite-Juliet se inclina hacia delante-. ¿Por qué amas a mi marido?
– ¿Qué quieres decir?
– Es una pregunta sencilla. Supongo que Robert es razonablemente atractivo, aunque ahora le sobren algunos kilos. Cuando lo conocí estaba más delgado. Pero, ¿basta sólo con el atractivo? A estas alturas ya te debes haber dado cuenta de que es un pobre infeliz y un miserable.
– El martes hice una declaración sobre una violación -le digo a Juliet, tratando de no mirar a la inspectora Zailer ni a Waterhouse-. Fingí que Robert me había violado para que la policía le encontrara.
– Tú estás loca de verdad, ¿no? -dice Juliet.
– ¿Cómo conocías los detalles de lo que dije en mi declaración?
Juliet sonríe.
– ¿Por qué fingiste que te había violado y no dijiste, por ejemplo, que te había robado el bolso?
– Porque la violación es el delito más fácil de fingir -digo, finalmente. Me irrita saber que puede que haya igual número de mujeres que pretendan haber sido violadas como que pretendan no haberlo sido-. No tenía magulladuras, así que difícilmente podía fingir que me habían golpeado.
– Tú no fingiste nada -dice Juliet-. Tú fuiste violada. Sólo que no por Robert. Sé exactamente lo que te ocurrió, escena a escena, plano a plano.
Juliet hace un sonoro ruido de un clic, imitando la acción de sacar una fotografía
– Eso es imposible -digo, en cuanto soy capaz de hablar-. A menos que la policía te haya enseñado mi declaración.
De pronto, parece impaciente.
– Nadie me ha enseñado ninguna declaración. Mira, puede que no responda a todas tus preguntas, pero no pienso mentirte. Si te doy una respuesta, será sincera.
– ¿Quiere dejarlo, Naomi? -me pregunta la inspectora Zailer-. Puede dejarlo cuando quiera.
– Estoy bien -digo.
Esta mujer de hielo, me recuerdo a mí misma, es esa misma Juliet que es demasiado tímida para contestar al teléfono, demasiado torpe para manejar un ordenador, demasiado débil para trabajar, la que te obligó a dejar de trabajar de noche porque no era capaz de quedarse sola en casa. Recordar todas las cosas que me has contado sobre ella me ayuda a pronunciar mi siguiente frase.
– Has cambiado. Antes solías ser una mujer tímida y neurótica, que tenía miedo de su propia sombra y dependía totalmente de Robert.
– Es cierto.
Juliet sonríe. Para ella se trata de un juego con el que está disfrutando de lo lindo.
– Ahora pareces otra -digo.
– Me he…, ¿cómo se dice?…, investido de poder.
Juliet suelta una risita y mira a la inspectora Zailer, como si esperara haberla impresionado.
– ¿Cómo? ¿Machacándole la cabeza a Robert con un ladrillo? -digo.
– Lo que le causó las heridas a Robert fue una piedra que usábamos como tope para la puerta. ¿Acaso estos agentes tan amables no te han explicado los hechos? Mis huellas dactilares están por toda la piedra, aunque podría haberla cogido después de la agresión, ¿no? La consternación de la esposa al descubrir a su marido moribundo.
– Alguien que ha sido frágil y delicada toda su vida no se transforma de repente en la mentirosa fría, calculadora y segura de sí misma que eres ahora -digo-, aun cuando pierda la razón y ataque a su marido por tener una aventura.
Juliet parece aburrida y decepcionada.
– Sé que Robert tenía una aventura contigo desde antes de Navidad -dice-. Como tú dices, dependía totalmente de él. De modo que mantuve la boca cerrada al respecto. ¿Te parece patético?
– Entonces, ¿por qué atacaste a Robert la semana pasada? ¿Te dijo que iba a dejarte por mí? ¿Fue eso lo que te dio ganas de matarle?
Juliet se examina las uñas en silencio.
– Tienes razón -dice-. No es probable que alguien que ha sido frágil y delicada durante toda su vida cambie por completo su personalidad, incluso después de que ocurra algo importante.
– ¿Qué estás diciendo? ¿Que no has sido siempre una mujer frágil y delicada?
– Ah. -Juliet cierra los ojos-. No diría que te estás quemando, pero sí que has dejado de pisar el Polo Norte.
– Fingiste ser débil -supongo en voz alta-. Eres una de esas mujeres a las que odio, de esas que pueden cuidar sin problema de sí mismas pero que se muestran totalmente indefensas en cuanto aparece un hombre. Le hiciste creer a Robert que eras una mujer desvalida e indefensa porque sabías que de lo contrario te dejaría.