– Es imposible que Naomi fuera violada. Me lo habría contado. Es mi mejor amiga.
– ¿Vivía con ella en esa época? ¿En la primavera de 2003?
– No, pero aun así lo sabría. Naomi y yo somos amigas íntimas desde el instituto. Nos lo contamos todo. Y… parecía estar bien en la primavera de 2003, se comportaba con total normalidad. Era la mujer fuerte que suele ser.
– ¿Es capaz de recordar algo después de tanto tiempo? -preguntó Charlie-. Yo no recuerdo cómo estaban mis amigos hace tres años.
Cotchin parecía desconfiada.
– Ben y yo estábamos atravesando un mal momento -dijo, finalmente-. El primero de tantos. Fue algo serio. Pasaba la noche en casa de Naomi dos veces por semana, a veces más. Estuvo fantástica. Cocinaba para mí, les mandaba correos electrónicos a mis clientes y trataba de que me tomara las cosas de otra manera… Yo estaba demasiado disgustada para trabajar. Me obligaba a darme una ducha y a cepillarme los dientes cuando todo lo que yo quería hacer era abandonarme. ¿Alguno de ustedes ha pasado por una ruptura matrimonial?
Charlie no fue capaz de interpretar el ruido que emitió Gibbs.
– No -contestó Charlie.
– Entonces no pueden imaginarse lo doloroso y destructivo que es.
– Me parece un poco extraño que viniera aquí después de discutir con Naomi -dijo Charlie-. La mayoría de las mujeres no salen corriendo hacia la casa de sus ex maridos cuando tienen problemas.
Cotchin parecía avergonzada.
– Mis padres están demasiado ocupados con su trabajo; no les gusta que la gente se quede en su casa. Y mis hermanos y todos mis amigos, salvo Naomi, tienen pareja o hijos. Estaba disgustada, ¿vale?
– Hay hoteles y bed & breakfasts. ¿Está pensando en reconciliarse con Ben? -la pinchó Charlie-. ¿Es ésa la razón de que este aquí?
– Eso no es asunto suyo. No vamos a volver, si es eso a lo que se refiere. Estoy durmiendo en otra habitación.
– ¿Por qué rompieron?
Aunque probablemente era irrelevante, Charlie pensó que podía seguir preguntando. A menos que… Una hipótesis empezó a cobrar forma en su cabeza. Una hipótesis poco probable, pero valía la pena intentarlo.
– ¡No tengo por qué contárselo! -protestó Cotchin-. ¿Por qué quiere saberlo?
– Conteste a la pregunta.
La voz de Gibbs amenazaba con desagradables consecuencias.
– Ben bebía mucho, ¿de acuerdo? Y no quería trabajar.
– Esta casa es muy grande. -Charlie miró a su alrededor-. Y la tele y el reproductor de DVD son muy caros. ¿Cómo puede permitirse Ben todo esto si no trabaja?
– Es una herencia. -La voz de Cotchin sonó llena de amargura-. Ben nunca ha trabajado un solo día en toda su vida y nunca lo hará.
– Antes dijo que atravesaban el primero de muchos malos momentos…
– En enero de 2003 se acostó con otra mujer mientras yo estaba de visita en casa de mi hermano. Cuando volví, esa mujer se había ido, pero encontré a Ben profundamente dormido (o más bien inconsciente) en la cama; había un condón usado y un pendiente de esa mujer. Había bebido tanto que perdió el conocimiento y no se despertó a tiempo para deshacerse de las pruebas antes de que yo volviera.
Charlie pensó que ella no le había perdonado. Si lo hubiera hecho, habría dicho: «Me fue infiel, pero sólo fue cosa de una noche. No significó nada.»
Gibbs repasó sus notas.
– Así pues, usted y Naomi Jenkins estaban en su casa la noche e miércoles 29 de marzo y el jueves 30 hasta que ella se fue para ^unirse con Haworth en el Traveltel.
– Así es.
Yvon Cotchin parecía aliviada. Prefería hablar del intento de asesinato de Robert Haworth que de su vida amorosa.
– ¿Es posible que Naomi saliera de su casa el miércoles por la noche o el jueves sin que usted se percatara?
– Supongo que podría haberlo hecho en plena noche, mientras yo estaba durmiendo. Pero no lo hizo. Ella también estaba durmiendo. El jueves no. Mi despacho y mi habitación están en el sótano de su casa. Estaban -se corrigió Cotchin-. Usted lo vio -dijo, dirigiéndose a Gibbs-. Mi mesa está frente a la ventana, desde donde se ve perfectamente el camino de entrada. Si Naomi hubiera salido de casa el jueves, la habría visto.
– ¿No se levantó en ningún momento de la mesa? ¿Para prepararse un sándwich o para ir al baño?
– Bueno…, sí, claro, pero…
– ¿Puede ver la calle desde la ventana del sótano? -preguntó Charlie.
– Sí -repuso Cotchin, con un atisbo de impaciencia en la voz-Pregúnteselo a él; estuvo en la casa -dijo, señalando a Gibbs con la cabeza-. Si miras hacia arriba se puede ver el camino de entrada y la calle. Si Naomi hubiese salido me habría dado cuenta. Y no salió.
– Pero ella no puede decir lo mismo de usted, ¿verdad? -dijo Gibbs-. Si estaba en el cobertizo donde trabaja, significa que estaba al otro lado de la casa. Ella no la habría visto si usted hubiese salido, ¿verdad?
Cotchin se volvió hacia Charlie con una súplica en sus ojos.
– ¿Por qué querría yo atacar a Robert? No lo conozco.
– No tiene buen concepto de él -dijo Charlie-. Aunque sólo de forma temporal, su matrimonio fue destruido por la infidelidad. -Cotchin se sonrojó al escuchar aquel mordaz comentario-. Robert Haworth estuvo engañando a su mujer con su mejor amiga durante un año. Seguro que no lo aprobaba.
– Naomi me ofreció un sitio donde vivir cuando Ben y yo rompimos definitivamente -dijo Cotchin, enfadada-. No podía abandonarla sólo porque ella hacía algo con lo que yo no estaba acuerdo -dijo, lanzando un suspiro-. En cualquier caso, a medida que iba pasando el tiempo, no se lo recriminaba tanto.
– ¿Por qué?
– Naomi adoraba a Robert. Era muy feliz. No sé cómo describirlo. Era como si brillara por dentro. Y decía que él sentía lo mismo. Me dije que tal vez era algo auténtico, que estaban destinados a estar juntos. Yo creo en esas cosas, ¿sabe? -dijo, a la defensiva-. Me di cuenta de que no tenía nada que ver con la situación que yo había vivido con Ben. La infidelidad de Ben no se debía a que no me amara o a que amara a alguien más que a mí. Yo soy la mujer con la que él siempre ha querido estar, sólo que era demasiado estúpido e indulgente consigo mismo para tratarme como me merecía. Sin embargo, ahora ha cambiado. Ha dejado el alcohol casi por completo.
«Y toma drogas», pensó Charlie, echando un vistazo a toda la parafernalia que había en el alféizar de la ventana.
– Si Robert amaba a Naomi, ¿por qué no dejó a su mujer para estar con ella?
– Buena pregunta. Creo que le estaba tomando el pelo, aunque ella lo negara. Decía que no podía dejar a Juliet, como si fuera una mujer desvalida, pero siempre pensé que eso era una estupidez. Si era tan infeliz con ella como le dijo a Naomi, la habría dejado. Los hombres no están con alguien por obligación, no si encuentran algo mejor. Sólo las mujeres son lo bastante estúpidas para hacer eso. Y cuando el lunes Naomi fue a casa de Robert para buscarle, conoció a Juliet y se dio cuenta de que ella no era como Robert pretendía.
La puerta del salón se abrió y apareció un hombre que Charlie supuso que sería Ben Cotchin, vestido tan sólo con unos calzoncillos largos de color rojo y azul marino. Era alto y delgado; estaba sin afeitar y llevaba el pelo largo, de color negro, recogido en una cola de caballo. Exactamente igual que el pelo de Yvon, pensó Charlie: el mismo color y el mismo estilo.
– ¿Alguien quiere una taza de té? -preguntó.
– No, gracias -dijo Charlie, respondiendo por ella, Gibbs e Yvon.
Si había que preparar un té, Ben tendría que volver y servirlo. Eso sería una pérdida de tiempo. Aquella mañana, Charlie se había levantado abrumada pensando en todo lo que tenía que hacer antes de que pudiera meterse de nuevo en la cama.
– Robert y Naomi sólo tenían un tema de conversación -dijo Yvon una vez que su marido hubo abandonado el salón-. Lo mucho que se amaban y lo injusto y triste que era el hecho de que no pudieran estar juntos. Crearon un mundo paralelo que sólo existía durante tres horas a la semana dentro de una habitación. ¿Por qué Robert nunca se la llevó a pasar un fin de semana? Decía que no podía dejar tanto tiempo sola a Juliet…