Sellers no lo veía claro.
– Kombothekra dijo que Sandy Freeguard nunca había tenido relaciones sexuales con Haworth. Ella quería, pero él no. Y Haworth se ha estado viendo durante un año con Naomi Jenkins. ¿Por qué tanto tiempo si lo único que él y su esposa querían era ponerse cachondos?
– ¿Es posible que una pareja sufra a la vez el síndrome de Munchausen por poderes? -se preguntó Simón en voz alta. No lo creía, pero era una teoría. A veces los malos engatusaban a los buenos-. Si es así, puede que la idea sea que Juliet organiza las violaciones y luego aparece Robert para cuidar de esas mujeres, y las ayuda a recuperarse y a recobrar la confianza. Kombothekra dijo que Sandy Freeguard se quejaba de que Haworth quisiera protegerla. El no quería que ella hiciera las cosas antes de tiempo. Quizás no quiso acostarse con ella por eso.
Simón frunció el ceño, consciente de que lo que iba a añadir no encajaba.
– Sin embargo, Naomi Jenkins ni siquiera le contó que había sido violada y, por lo que ella nos dijo, parece que la trató de forma muy distinta, como si no fuera una víctima. Se acostaron al cabo de dos horas de haberse conocido.
– Eso es una gilipollez -dijo Gibbs, bostezando-. Nunca he oído que una pareja sufra el síndrome de Munchausen por poderes, es algo que afecta a una sola persona. Y además, alguien que lo padeciera no hablaría de ello, ¿verdad? ¿Cómo podían saber que ambos lo padecían?
– Probablemente tengas razón -repuso Simón-. Aunque podría consultarlo con un experto.
– ¡Un experto! -se burló Gibbs.
– Es la cosa más rara que haya visto jamás -dijo Sellers, frunciendo el ceño, concentrado-. Robert Haworth tiene que ser la conexión… Juliet conocía el modus operandi de las violaciones y dos de las víctimas resultaron ser novias de Haworth…, pero eso es todo, ¿no? Ambas se convirtieron en novias suyas. ¿Tiene sentido pensar que él es la conexión teniendo en cuenta que conoció a Freeguard y a Jenkins después de que fueron secuestradas y violadas?
Simón recorrió el borde de su pinta con el dedo.
– «La incertidumbre humana es lo único que hace que la razón sea fuerte. Hasta que tropezamos, nunca sabemos que cada palabra que decimos es un error.»
– ¿Qué coño has dicho? -espetó Gibbs.
– Juliet Haworth lo escribió para nosotros -dijo Sellers.
– Es de C. H. Sisson -dijo Simón-. Murió hace poco. El poema se titula «Incertidumbre».
– Estupendo. Venga, montemos un club de lectura -dijo Gibbs.
– ¿Crees que tiene algún significado? -preguntó Sellers-. ¿Es posible que Juliet Haworth quiera decirnos algo?
– Alto y claro. -Gibbs parecía indignado-. Se está quedando con nosotros. Dame diez minutos a solas con ella…
– Ella quiere dar a entender que nos estamos equivocando en todo -dijo Simón, tratando de no parecer tan deprimido como en realidad se sentía-. Y que no nos daremos cuenta de en qué medida hasta que sea demasiado tarde.
¿O puede que ella misma se hubiera dado cuenta, demasiado tarde, de que se había equivocado con Robert y por eso intentó matarle? No, sin duda eso era ir demasiado lejos. Simón cambió de tema.
– ¿Y qué hay de lo que hemos averiguado sobre ella? ¿Habéis encontrado algo sobre Juliet Haworth que nos pueda llevar hasta su cómplice, en el caso de que tenga uno?
– He conseguido una lista de sus viejos amigos y un par de contactos profesionales -dijo Sellers-. Sus padres nos han echado una mano.
Y se quedaron afligidos al enterarse de que su única hija había sido acusada de intento de asesinato. Contárselo no había sido algo precisamente agradable.
– ¿Por profesionales te refieres a la venta de sus casitas de cerámica?
– Sí. Le iba bastante bien. Remmicks las vendió durante un tiempo.
– De modo que sabía cómo hacer negocios. -Gibbs parecía satisfecho de sí mismo-. Cuéntale lo más importante.
– Estaba a punto de hacerlo. -Sellers se volvió hacia Simón-. Hace muchos años que no ve a los amigos de esa lista. Básicamente sólo se ha relacionado con su marido desde que en 2001 sufrió una crisis nerviosa a causa de un exceso de trabajo.
– No parece una mujer nerviosa -dijo Simón, acordándose de la actitud llena de confianza de Juliet Haworth; diría que casi le parecía majestuosa-. Todo lo contrario. ¿Estás seguro de eso?
Sellers lo fulminó con la mirada.
– He hablado con la mujer que en aquella época era su médico -dijo-. Juliet Haworth no se levantó de la cama en seis meses. Al parecer, había trabajado como una posesa durante años sin tomarse un descanso o unas vacaciones. Acabó quemada…, eso es todo.
– ¿Entonces ya estaba casada con Robert?
– No. Antes de la crisis vivía sola y luego volvió a casa de sus padres. Se casó con Robert en 2002. Esta mañana he hablado con sus padres largo y tendido. Norman y Joan Heslehurst. Ambos coinciden en que es imposible que Juliet atacara a Robert. Pero luego también han insistido en que ella querría hablar con ellos y que querían ir a visitarla, y nosotros sabemos que no es así.
– Están diciendo la verdad -dijo Gibbs-. Quieren sentirse útiles. Son sus padres, ¿no?
– Juliet y Robert Haworth se conocieron en un videoclub -continuó Sellers para poner al corriente a Simón-. En Sissinghurst, Kent. Un Blockbuster de Stammers Road, cerca de donde viven los Heslehurst. Fue una de las primeras salidas de Juliet después de la crisis. Se había olvidado el bolso y se puso muy nerviosa cuando, en el mostrador, se dio cuenta de ello. Robert Haworth estaba en la tienda haciendo cola, detrás de ella. Pagó su película y se aseguró de que volviera a casa. Sus padres lo consideraron como una especie de santo. Joan Heslehurst está tan preocupada por Robert como por Juliet. Dice que tienen que estarle agradecidos por haber conseguido que Juliet se recuperara. Al parecer, él se portó muy bien con ella.
A Simón no le gustó cómo sonaba todo aquello, aunque no sabía muy bien por qué. Parecía demasiado bonito. Tenía que pensar en ello.
– ¿Qué hacía Haworth en un videoclub de Kent? ¿Dónde vivía entonces?
– Compró la casa de Spilling justo antes de casarse con Juliet -dijo Gibbs-. Quién sabe dónde viviría antes. Hasta ahora la información que tenemos de él es un maldito agujero negro.
– ¿Fue algo concreto de su trabajo lo que le provocó la crisis a Juliet Haworth? -preguntó Simón-. ¿Algún cambio en su situación o sus circunstancias?
Gibbs se inclinó hacia delante para soltarle un gruñido a la camarera porque tardaban demasiado en servirles la comida.
– Las cosas le iban cada vez mejor -dijo Sellers-. Su madre dijo que al principio estaba bien, mientras aún estaba levantando el negocio, pero que se desmoronó cuando empezó a funcionar.
– No tiene sentido -dijo Gibbs.
– Sí lo tiene -repuso Simón-. Cuando las cosas empiezan a ir bien es cuando empieza realmente la presión. Hay que mantener el ritmo, ¿no?
– La madre de Juliet dijo que estaba agotada, que trabajaba día y noche y que dejó de salir. Estaba muy motivada. Siempre ha sido así.
– ¿A qué te refieres? -preguntó Simón.
– Antes de la crisis, siempre fue muy ambiciosa. Fue delegada de curso, tanto en la escuela como en el instituto. Y también atleta… Participó en competiciones del condado y ganó un montón de trofeos. Estaba en el coro y le dieron una beca para estudiar música en el King's College de Cambridge, aunque la rechazó y estudió arte en la universidad…
– Aún sigue siendo muy ambiciosa -dijo Gibbs, con el rostro resplandeciente al ver que su pastel de carne salía de la cocina del pub-Sólo que ahora está metida en un negocio de secuestros y agresiones sexuales.