Os imagino en casa, en el salón, viendo la televisión, durante la cena. Follando. Y todo el tiempo, cada segundo que pasabais juntos, tú sabías que podrías destruir todo su mundo en cualquier momento, si así lo decidías, contándole que estabas al corriente de su violación y que ésa era la única razón de que te interesaras por ella. Y no era sólo Graham quien ganaba dinero con eso; tú también lo hacías. Estabais juntos en el negocio y podías contárselo a Juliet en cualquier momento. El control total y absoluto.
Me levanto y me acerco a la ventana. Un hombre con un mono verde y gafas de seguridad está podando con una sierra mecánica los pequeños arbustos del jardín que se ve desde tu habitación. El ruido se interrumpe de vez en cuando para luego volver a empezar.
– Es una de las maneras más eficaces de arruinarle la vida a alguien…, demostrarle, de repente, que su visión del mundo y que todo lo cree que es verdad, que todo lo que le importa está basado en una mentira, en un cruel y sádico engaño. Tú también debes haber pensado lo mismo. Sé cómo eres, Robert; sólo se salvan los más fuertes.
No dices nada. Estoy intentando provocar a alguien que está inconsciente.
– Espero haberte impresionado. Puede que consiguieras engañarme, pero se dieron unos efectos colaterales que no habías previsto. No se puede entregar a alguien un año de tu vida, dejando que te amen como yo lo he hecho, sin darle nada a cambio a la otra persona. Y tú me diste lo suficiente para convencerme de que no me engañaba. Pero ahora soy yo quien sabe cosas de ti, cosas que nunca habrías sospechado que fuera capaz de descubrir.
Tus párpados se contraen ligeramente; esta vez sé que no me lo he imaginado. Me viene a la mente la expresión «movimientos oculares rápidos». ¿No es eso lo que ocurre cuando estás profundamente dormido? Puede que tengas una pesadilla. ¿Qué significa eso para ti, para alguien cuyo estilo de vida es más horrible que la peor de las pesadillas?
– Tú violaste a Prue Kelvey, aunque en realidad no querías. Graham quería que lo hicieras, y por eso lo hiciste, pero no disfrutaste con ello, ¿verdad? No como Graham; él sí disfrutaba violando mujeres. Me dijo que tampoco te interesaba la camarera, la de su despedida de soltero, aunque también la violaste, incitado por tu hermano. Era una especie de experimento, ¿no? Hacer lo mismo que Graham, pero sólo de vez en cuando, para demostrarte a ti mismo que te movías en otro nivel, que jugabas en una liga superior.
Me aterra la posibilidad de que abras los ojos. Tengo que contártelo todo, y no estoy segura de poder hacerlo si me miras. Si me contestas.
– Sé que obligaste a Prue Kelvey a llevar un antifaz mientras la forzabas. Graham cree que lo hiciste porque tenías miedo de que te viera la cara, miedo de que un día se tropezara contigo y te reconociera. Sé que se equivocaba cuando me dijo eso, aunque yo también estaba en un error. Hasta hoy, antes de entrar en esta habitación, pensaba que habías obligado a Prue Kelvey a llevar un antifaz para que no viera tu rostro, para poder hacer con ella lo mismo que hiciste con Juliet, con Sandy y conmigo: propiciar un encuentro y convertirte en el novio que nos iba a salvar, para luego destrozar nuestras vidas y hacerlas pedazos.
Niego con la cabeza, preguntándome cómo pude creer algo así.
– Pero evidentemente no se trataba de eso. La sucesión de los acontecimientos era otra. Conozco la precisión con que funciona tu mente, Robert. Primero tenías que convertirte en el salvador, el salvador de verdad, para luego convertirte en el destructor. Por eso las víctimas de Graham eran perfectas. Con una mujer que tú hubieras violado nunca habría funcionado, ¿verdad? -Hago una pausa y luego prosigo-: Obligaste a Prue Kelvey a llevar un antifaz mientras la violabas porque no podías soportar la ausencia de reconocimiento en sus ojos. Su miedo no tenía nada que ver contigo como persona…, sólo eras un agresor anónimo. No podías soportar esa idea, ¿verdad? Te sentías insignificante, como si fueras un hombre cualquiera. Ella ni siquiera sabía cómo te llamabas, aunque Graham y tú sí sabíais quién era ella; la habíais escogido entre un montón de mujeres. Y eso la hacía más especial que tú, lo cual te volvía loco. Para ti debía de ser algo más personal. Querías ser alguien importante para las mujeres; querías que para ellas fuera importante el hecho de que fueras tú y no un violador anónimo a quien podía sustituir tu propio hermano.
Me levanto y me alejo de ti todo lo que me permite esta minúscula habitación. Cuando sigo hablando, tengo la voz ronca, como si me hubieran raspado la garganta con papel de lija.
– En realidad, Graham y tú no sois intercambiables. Tú querías hacer más daño a las mujeres que él. A él le bastaba con violarlas, pero a ti no. No me sorprende que necesitaras demostrar que eras alguien único. En el mundo no existe nadie como tú, Robert. En una ocasión me dijiste que la gente cercana puede hacerte mucho daño, ¿recuerdas? El dolor que podías causarle a Prue Kelvey y a esa camarera de la despedida de soltero de Graham tenía un límite, porque esas mujeres no te conocían. Todos sabemos que en el mundo hay gente brutal y violenta, gente a la que podemos comparar con un huracán o un terremoto. Si no conocemos a esos monstruos personalmente, podemos verlos casi como un desastre naturaclass="underline" cuando destruyen nuestras vidas, no lo consideramos algo personal, sino una casualidad. No tienen nada que ver con nosotros, no nos aman ni nos resultan cercanos. Nos decimos que ignoran que somos buenas personas, seres sensibles y vulnerables. Si lo supieran, no serían capaces de hacernos tanto daño. Puede que el dolor que nos infligen sea horrible, pero no se trata de algo personal. Podría haberle pasado a cualquiera. Fuiste tú quien me dijo todo esto, y tenías razón.
Mi aliento empaña el cristal de la ventana. Dibujo un corazón con el dedo índice, pero lo borro de inmediato.
– Lo sé por experiencia, Robert. Todo es mucho más fácil si consigues distanciarte de tu agresor. Tu hermano sabía cómo me llamaba cuando me obligó a subirme a su coche a punta de cuchillo, pero no me conocía. Yo sabía que no se trataba de algo personal. Y eso me sirvió de consuelo.
Siento como si mi boca fuera de cuero. El aire de esta habitación está caliente y seco. No puedo abrir la ventana. Está cerrada con pestillo y no consigo moverlo.
– Graham pretendía que lo de escoger a sus víctimas entre mujeres que tuvieran página web era idea suya, a fin de poder aterrorizarlas con todo lo que sabía sobre ellas. La dimensión personal… Había más miedo y dolor en su mirada mientras se preguntaban por qué las había elegido a ellas. Graham me lo contó; estaba muy satisfecho de ello y se atribuía todo el mérito. Pero en realidad fue idea tuya, ¿verdad, Robert? Después de la despedida de soltero de Graham te sentías frustrado; puede que incluso estuvieras furioso. Te sentías como si esa camarera hubiera salido impune, ¿no es así? Te parecía haber perdido una oportunidad, por mucho que Graham hubiera disfrutado, porque esa camarera podría consolarse pensando que simplemente había sido víctima de la mala suerte, que estaba en un sitio inoportuno en un momento inadecuado.
Me seco las lágrimas.