Mac se pasó una mano por el rostro, seguro de que algo se tramaba en aquellos ojos azules de Kelly. Recordó en ese momento, con demasiada claridad, animar a Kelly a que fuera completamente sincera con él. Y siempre lo era, pero le parecía un poco excesivo que lo provocara de aquella manera. Y menos después de aquel encuentro en el vestíbulo, que le tenía todavía un poco nervioso.
– ¿Te emborracharon? -quiso saber.
– ¡Mac! ¡Estoy embarazada! Todas tomaron una copa de vino menos yo… y ahora agarra estas patas y mantenlas firmes, ¿vale? De todos modos, te estoy hablando de estos consejos por un motivo.
– ¿Cuál?
– Me preocupa que tu familia no te conozca.
– Por eso me parece bastante improbable que mis primas y tías sepan de mis preferencias sexuales -contestó, intentando no ponerse muy serio.
– No estoy hablando de sexo, hablo de amor. Tu familia nunca me habría atosigado con tantas preguntas o consejos si no te quisieran muchísimo, o quisieran que fueras feliz. Y por lo que yo imagino, tú eres al primero que acuden cuando tienen problemas y siempre has respondido. Pero parece que no te conocen nada y no lo comprendo. ¿Quién te ayuda a ti cuando lo necesitas?
Kelly repetía ese tipo de cosas continuamente, confundiéndolo. Eran cosas que nadie le había preguntado jamás y tampoco sabía qué responder.
– Soy una persona adulta. Si tengo un problema, yo mismo tengo que solucionarlo. No espero que nadie vaya corriendo a hacerlo.
Los ojos de Kelly brillaron de ternura. Apartó a un lado la silla alta, como si nunca hubiera estado montándola.
– Todo el mundo necesita ayuda de vez en cuando. Tú eres tan bueno para tu familia, que los has acostumbrado a pedir sin tener que darte nada a cambio. Pero nadie puede ayudar continuamente. Tú necesitas también ayuda, tener alguien al que puedas confesarte. Alguien que pueda ayudarte y decirte que el mundo no acaba aunque cometas un error.
Mac se puso rígido. Kelly no se equivocaba en las relaciones que había entre su familia y él, pero siempre había aceptado aquel papel. Nunca había sido consciente de la soledad, hasta que su esposa había comenzado a provocarle toda esa clase de sentimientos confusos. Nunca había echado de menos a nadie, hasta que llegó ella. Hasta que empezó a recordarla cuando no estaba a su lado. A recordar la manera en que su pelo se movía, la manera en que sus ojos suaves penetraban dentro de él, provocando todo tipo de sentimientos. A necesitar su modo de escucharlo, las pecas en la nariz, aquellas piernas largas…
Cuando se dio cuenta de que estaba mirando su cuerpo, otra vez apartó la vista. Era hora de cambiar de tema.
– Creo que la familia dejará de acosarte después de esta noche.
– ¿Por qué crees que dejarán de hacerlo?
– Porque te han visto en mis brazos, pequeña. En mi familia no hay malicia y todos creen estúpidamente en el amor, que es lo que piensan que han visto esta noche.
– Mac, no te abracé ni hice nada para disimular delante de ellos. No me di cuenta de que nos miraban. Me puse contenta cuando te vi llegar y estaba impaciente por contarte todo…
– Nunca pensé que estuvieras haciendo algo falso, Kel. Pero sí creo que estamos en medio de un problema que necesita solución. Tienes que saber que hay atracción entre nosotros. El cariño es una cosa, pero tú no me abrazas como a un hermano. Y yo te aseguro que tampoco te abrazo a ti como si fueras mi hermana.
Ella se quedó inmóvil, observando su rostro. En ese momento Mac recordó cuando ella iba a su despacho y procuraba marcharse cuanto antes, como si se sintiera incómoda o intimidada por él. Dios sabía que no quería que volvieran esos tiempos de nuevo, pero tenía que saber lo que ella pensaba.
– ¿Preferirías que no te tocara? -preguntó ella despacio.
– No.
– ¿Me estás diciendo que quieres ignorar esa atracción?
– No. Creo que no es una buena idea disimular, hacer como si no existiera. No puedes resolver un problema al que no quieres enfrentarte. Creo que ninguno de los dos esperábamos algo así… y haríamos bien en sinceramos y hablar sobre qué tipo de relación queremos.
– De acuerdo. Desde el principio tú dijiste que haríamos este matrimonio de acuerdo a nuestras propias reglas, de manera que los dos nos sintiéramos cómodos. Y creo que es exactamente lo que estamos haciendo, Mac. Estamos explorándonos el uno al otro. ¿Crees que sería tan terrible que nuestra relación se hiciera demasiado íntima?
¿Y ahora por qué volvía a excitarse? Se preguntó Mac. Pero eran los sentimientos de ella los que él quería comprender, no los suyos. Instantáneamente aparecieron en su mente imágenes de ella haciendo el amor… Se llevó la mano al cuello nervioso.
– Lo que creo es que hacer el amor complica cualquier relación y es algo en lo que no pensamos cuando decidimos casarnos. No quiero que te preocupes pensando en que no puedes confiar en mí. No quiero que comience por accidente algo que luego puedas lamentar. Me doy cuenta que tú también te pones cada vez más nerviosa cuando estamos juntos. Por eso no quiero ignorar la atracción que existe entre nosotros, pero sí sugiero que intentemos controlarla hasta después de que el niño nazca.
Desde luego, Mac no había pensado en la respuesta, pero la sonrisa de Kelly lo sorprendió.
– No hay problemas en que deje de confiar en ti, Mac. Y, me parece bien lo que dices. Aunque no puedes negarme mi ración diaria de besos…
Mac sintió alivio al ver que la conversación daba un giro que borraba la tensión entre ellos.
– Los besos están en la programación, pequeña.
– Y ahora que hemos aclarado todo, te diré que estoy completamente agotada. Voy a llevar a mi hijo y a mí a la cama.
Dicho lo cual se inclinó y besó a Mac en la frente, luego se dirigió hacia la puerta, donde se volvió.
– ¿Mac?
– ¿Qué?
– No se te ocurra utilizar el destornillador.
– ¿Perdón?
– Yo terminaré la silla mañana por la mañana. Es evidente que no sabes hacer nada de bricolage. La verdad es que me alegro que no sepas nada de mecánica. Es un consuelo, después de mi torpeza con los aparatos electrónicos.
Mac se sentó en el sofá de nuevo y dejó el destornillador. Miró alrededor y vio los adornos que colgaban de las paredes y las cajas… Y aún así, era curioso cómo la vida desaparecía una vez que Kelly se marchaba. El carácter de Mac parecía desinflarse como un balón.
A pesar de todo, se dijo que la breve conversación había salido bastante bien. No la entendía, pero no era nuevo. La verdad es que Kelly lo confundía más cada día, pero tampoco eso era nada nuevo.
Ella no había dicho que quisiera acostarse con él, pero a sus treinta y ocho años, Mac era perfectamente capaz de distinguir la dinamita. El había conocido la pasión, pero ninguna mujer había respondido como ella a aquellos besos breves, a aquellos abrazos vulgares con ese anhelo. Ella lo deseaba. Y él también la deseaba, ¡por supuesto! Aunque estaba demasiado preocupado por saber la razón. Quizá ella se sentía en deuda con él, quizá vivir juntos había propiciado el problema. Quizá el embarazo la hacía vulnerable y sentía todo con demasiada intensidad. Con tanta intensidad que olvidaba a su hermano.
Dejar un tiempo hasta después de que el niño naciera, daría a Kelly un tiempo para pensar, creía Mac. Después del parto, ella se sentiría más segura, más realista. Podría decidir que no lo necesitaba para nada, y mucho menos para hacer el amor. Esperar, darle suficiente tiempo para pensar era lo más.honesto que podía hacer.
Mac se puso de pie y comenzó a apagar las luces. Minutos después se metía en la cama, jurando llevar a cabo su promesa.
Por primera vez en su vida, pensó que el honor era una estupidez.
En medio de la noche, Kelly fue despertada por una patada del bebé, directamente en el hígado. Con los ojos abiertos apenas, se levantó y se puso la mano en el vientre. A continuación salió, tambaleándose, y se dirigió al baño sin encender la luz.