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– Así es, Mac me localizó. Y la verdad es que no sé para qué. Yo soy consciente de que la niña es tuya, y puede que no quieras que la niña sepa que yo soy el padre… o quizá sí. A lo mejor lo que quieres es una compensación económica. Maldita sea, Kelly, no tengo ni idea de cómo quieres que se hagan las cosas.

– ¿Qué te parecería si te digo que lo único que quiero es que todos seamos honestos los unos con los otros?

– ¿Honestos?

– ¿Has oído hablar de eso? -Kelly se sentó en una silla y le hizo señas a él para que se sentara también-. Yo no quiero dinero, ni de ti ni de nadie, Chad. Mac aseguró el futuro económico de la niña incluso antes de que ella naciera. En cuanto a tu familia, ya saben que la niña es hija tuya, así que no hay nada que esconder. Tampoco quiero ocultarle la verdad a la niña. Ella sabrá quién es su verdadero padre, que no tiene que coincidir necesariamente con su padre legal.

– ¿Qué quieres decirme? ¿Que Mac será su padre y yo no pinto nada en todo esto?

Ella se quedó pensativa, mientras observaba la expresión de él.

– No importa lo que yo quiera. Lo cierto es que hay un problema que hay que resolver y no es tan fácil como parece. Antes dijiste que de haber sabido lo de la niña, habrías aceptado tu responsabilidad. Pero te miro a la cara y sé que no tienes ninguna intención de ser padre. Y yo no querría que Annie supiera que fue concebida antes de que yo me casara, pero sé que no vivimos en un mundo perfecto y que la gente habla más de la cuenta. Y lo que sí que no querría de ninguna de las maneras es que ella se enterase de algo así por extraños. Así que prefiero decirle la verdad desde un principio.

– ¿Y qué quieres de mí exactamente?

– Lo único que quiero es que me prometas que si alguna vez quieres involucrarte en algo que afecte a la vida de Annie, antes lo consultarás conmigo.

– Pero ¿por quién me has tomado? – preguntó él, con el ceño fruncido-. Por supuesto que te lo prometo. ¿Yeso es todo?

Kelly se quedó sentada en la silla largo tiempo después de oír cómo se cerraba la puerta principal. Se masajeó las sienes con las manos, mientras recordaba la euforia que había sentido después de su primer encuentro con Chad. Se había quedado impresionada con su encanto y su manera de comportarse. Pero eso no había sido amor. En ese momento lo sabía. Pero lo que nunca hubiera pensado era que iba a llegar a sentir pena por él.

Los hermanos eran como la noche y el día. Mac era un hombre con carácter, un hombre profundo y con corazón. El le había enseñado lo que era el verdadero amor.

Kelly seguía dominada por una cierta ansiedad. No sabía cuál habría sido el motivo por el que Mac había localizado a su hermano. Era evidente que le había pedido a Chad que fuera a verla. ¿Significaría eso que él ya no la quería? ¿Habría malinterpretado lo que Mac sentía por ella? ¿Serian sólo vanas esperanzas suyas?

De pronto, oyó que la niña estaba llorando. Se puso de pie rápidamente, Annie la necesitaba. Y hasta que Mac volviera a casa, ella no podría saber lo que él pensaba o sentía realmente.

Mac llegó hacia las seis. Desde la cocina llegaba un olor delicioso y la mesa estaba puesta. Pero Kelly no estaba por ninguna parte, lo que era extraño, ya que siempre salía a recibirlo. Al poco, descubrió por qué. Mientras dejaba su maletín, oyó que Annie estaba llorando. No tan fuerte como para despertar a los muertos, como algunas veces lloraba, pero tampoco parecía estar muy contenta.

Después de colgar la chaqueta, se dirigió a la biblioteca, donde estaban las dos mujeres que más quería. Las sonrió de un modo automático, aunque su sexto sentido le dijo que algo no andaba bien. Y no era nada referido a la niña, sino a Kelly. Lo sabía a pesar del buen aspecto de ella. Lo cierto era que estaba especialmente guapa con ese vestido de color rojo oscuro, que le resaltaba los pechos y las caderas. Mac sintió que algo se despertaba dentro de él. El fuego que alimentaba su corazón hacía que Kelly brillara como una perla y que su pelo pareciese de oro. Pero cuando ella se volvió hacia él, Mac pudo ver que no se había equivocado y que su expresión era de preocupación.

Algo debía haber pasado, aunque no sabía el qué. Pero lo primero era lo primero… Mac la saludó sonriente. Luego acarició la cabeza de la niña.

– ¿Qué tal con la doctora?

– Me ha dicho que estoy muy bien. Pero Annie lleva una hora llorando. No sé qué es lo que le pasa. Ha mamado con ganas, la he cambiado el pañal… así que no sé por qué llora.

Mac se había dado cuenta de que había una cierta sintonía entre madre e hija. Si Kelly estaba de buen humor, la niña se mostraba contenta también. Y las pocas veces en que la niña lloraba, él sabía que había que ayudar a la madre.

– Bueno, ya sabes que es una chica lista. Y seguro que sabe que ya es la hora en que solemos hacer algo tan estúpido como cenar. ¿Por qué no me dejas que intente calmarla y descansas un momento?

– Muy bien. Llevo todo el día con esta ropa. Me cambiaré en un momento -le alcanzó la niña junto con las cinco mil mantas habituales-. ¿Mac?

– Relájate. Si no la puedo calmar, iré a buscarte, te lo prometo.

– No es eso. Es que quería decirte que… Chad estuvo aquí esta tarde.

El sintió una descarga de adrenalina en sus venas, mientras la miraba fijamente a los ojos. Ya sabía por qué estaba ella tan nerviosa. Aunque por su expresión no se podía saber qué había sentido ella al ver de nuevo a Chad.

– Luego hablaremos de eso -le dijo.

Kelly asintió y salió de la biblioteca.

Su madre prefería llevarla a la biblioteca si la niña lloraba, pero él solía llevarla a la habitación donde habían llevado los muebles de Kelly. Paseó entre el sofá rosa y las sillas de cuero, pero la niña no se callaba. Lloraba como si nadie la quisiera.

Pero Dios sabía cómo la quería él. De pronto, Annie soltó un eructo enorme y las lágrimas cesaron. Sintió que quería a esa niña muchísimo. Y eso que las últimas semanas habían sido las más angustiosas de toda su vida.

Equivocarse no había entrado nunca en su vocabulario. Mac era el pilar de la familia. Todo el mundo recurría a él si tenía algún problema. Y sabía que no les podía fallar. Pero la noche en la que nació Annie él le había fallado a Kelly. Ella nunca le había dicho nada al respecto, pero él sabía que esa noche le había podido la responsabilidad y que todos sus miedos habían salido a la superficie.

Y su hija había conseguido que esos miedos siguieran atenazándolo. Sólo Dios sabía cómo deseaba él hacer siempre lo mejor para ella. Había intentado convertirse en un maestro en el arte de hacerle eructar. Intentaba superar el pánico a que se le cayera cuando la estaban bañando. Intentaba no venirse abajo cada vez que la niña los despertaba llorando durante la noche. Y lo peor era que Annie había llegado sin libro de instrucciones. Cada vez que se echaba a llorar, Mac se aterrorizaba. Nadie le había dicho que ser padre sería tan difícil.

Y nadie le había advertido tampoco de lo extraño que era el amor. El sabía, por supuesto, que su hermano era el padre natural de la niña y que ella llevaba sus genes, pero desde la primera vez que la vio la quiso como si fuera hija suya. Igual que quería a Kelly como si fuera su mujer.

Y porque las quería tanto se había empeñado en localizar a Chad para que fuera a verlos. Todo había ido demasiado lejos. Kelly había despertado emociones dentro de él que no sabía ni que existían. Y sabía que no estaba bien involucrarse en una relación amorosa con ella sin saber lo que Kelly sentía por su hermano.

Mac creyó que la única forma de saberlo era que se volvieran a ver cara a cara.

Bueno, y ya había conseguido lo que quería. Pero todavía no sabía lo que sentía Kelly. Y necesitaba saberlo. Si ella seguía queriendo a s hermano, él tendría que afrontarlo. Sólo que tenía miedo a perderla si decía o hacía algo inadecuado.