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Aunque después de aquella noche, Mac no podía hablar de soledad. Porque estar solo no era lo mismo que sentir soledad. Cuando alguien descubría lo que significaba tener pareja, ya nada era igual.

– ¿Mac? ¿Pasa algo?

Al escuchar la voz adormilada de Kelly, inmediatamente retrocedió y cerró la puerta.

– Nada. Todo está bien. No quería despertarte…

– No has sido tú. Ya me había despertado la niña. ¿Estaba bien?

– Sí. Estaba practicando movimientos nuevos, darse la vuelta y cosas así…

Mac se metió en la cama y se abrazó a ella.

– ¡Estás helado! ¡Y tus manos parecen trozos de hielo! -exclamó, agarrándole las manos para calentárselas con las suyas. A continuación, se apretó toda entera a él, para darle calor a todo el cuerpo-. ¿No podías dormir?

– Nunca he dormido demasiado profundamente.

– Como tu hija -replicó, apoyando la cabeza sobre el hombro de él-. Por si no te lo había dicho nunca… te diré que eres un padre maravilloso, Mac.

Mac se sintió orgulloso y se emocionó al oír a Kel nombrar a Annie como la hija de ambos. Pero cuando ella introdujo una pierna entre las suyas, todo pensamiento paternal se borró de su cabeza.

– Eres una mujer muy maternal.

– Siempre me encantaron los niños. ¿Me vas a decir qué te preocupa?

– Nada. De verdad.

– No me lo creo. Si eres capaz de estar a las tres de la mañana en el balcón, es porque algo no te deja descansar. ¿Te arrepientes de lo que hemos hecho?

– No -dijo, presionando la boca contra la sien de la mujer. Nunca podré lamentar hacer el amor contigo.

Los ojos de Kelly brillaron un instante, como si necesitara oírle decir aquello. Pero no había terminado.

– Entonces es otra cosa la que te molesta. Mac… ¿Sigues pensando que amo a tu hermano?

– No -dijo despacio, con decisión.

– Hay sólo una cosa más que querría hablar sobre Chad. Esta noche pensé que quizá me habrías creído antes si yo hubiera sido más clara, más sincera. Pero es difícil ser sincero cuando no… no quiero… hablar mal de él contigo. Puede que no estéis muy unidos, pero sois hermanos. No quiero que tú rompas tu relación con él por mí.

– Te hizo daño -replicó él, acariciando su cabello.

– Puede que sí, pero es algo pasado. No siento ahora dolor. Siento cierta tristeza por haber sido tan ingenua, tan estúpida… pero es culpa mía, no de tu hermano. Pero lo que no soportaría es que discutierais por mi causa. Sé que no te gusta su modo de vida. Pero si alguna vez cambia y quiere hacer algo importante en la vida, tú serás el único al que escuchará.

– ¿Nunca te he dicho que eres maravillosa?

– ¿Qué?

– No voy a matarlo, te lo prometo. Y tampoco voy a olvidar que es mi hermano. Y ahora, vamos a olvidarnos de él, ¿de acuerdo?

– Es tarde ya. No sé por qué empezaste esta ridícula discusión. Sabes que mañana tienes mucho trabajo y necesitas descansar, así que cierra los ojos y duerme.

Mac no pudo evitar una sonrisa. Recordó que había sido ella la que había empezado. Además, ella era la que tenía que estar todo el día con la niña y, por tanto, la que necesitaba descansar. Algunas veces, mejor dicho, a menudo, la cabeza de ella funcionaba de una manera muy original.

Había otras veces, como en ese momento, en que su femineidad le hacía olvidarse de toda la sensatez. Como si hubiera dormido con él durante toda la vida, se acurrucó contra su cuerpo. Mac oyó su respiración queda. Sus senos desnudos rozaban su pecho y su pelo le hacía cosquillas en la nariz. El olor que emanaba de su piel parecía afrodisíaco. Lo mismo que su pierna doblada, o su muslo contra su sexo.

Estaba de nuevo excitado. Lo estuvo nada más meterse de nuevo en la cama con ella. Pero era imposible hacer el amor de nuevo. Había pasado muy poco tiempo después del nacimiento. El sabía que tenía que haber sido delicado y sutil la primera vez, y no había sido así. Hubo un momento en que temió herirla, pero su respuesta apasionada y carnal le había vuelto loco. Tenía que cuidarla. Era su deber como amante y marido.

– ¿Mac?

– ¿Qué?

– Quiero decirte sólo una cosa más, luego juro que no diré una sola palabra. Lo prometo.

– De acuerdo.

– Sé que esto es muy anticuado. Sé que son valores de viejas tradiciones… y que ya no pensamos así. Yo tampoco. Pero desearía… desearía haber sido virgen para ti, Mac.

Cuando ella volvió la cabeza, para mirarlo a los ojos, Mac se maldijo mentalmente. Tenía que besarla. No le daba otra oportunidad.

La mano de ella se apoyó en el brazo de él y se deslizó hasta el hombro, para luego subir a su cabeza y apretar su boca. El cuerpo de Kelly, pequeño y delgado, se apretó contra él, suplicando y ofreciéndose.

En su cabeza tenía un montón de razones que le decían que estaba mal. La amaba… no podía evitarlo. Pero amarla quería decir que era importante no fallarla y para eso tenía que ser fuerte. Pero era la primera vez que alguien atrapaba su corazón y no estaba preparado para ello, O por lo menos, no cuando estaba al lado de ella. Quizá ella no había notado sus miedos la noche en que Annie nació, tampoco su inseguridad cuando cuidaba a la niña. Y quizá habían ya dejado claro el papel de Chad.

Pero el problema era saber si Kelly de verdad quería estar casada con él. Se había casado con él porque necesitaba protección. Era una necesidad verdadera. Nadie era más débil que una mujer embarazada y Kelly, particularmente, había tenido que dejar su vida normal aparte. Pero el nacimiento ya había tenido lugar.

El honor no era una palabra vacía para Mac, sino una forma de vivir consigo mismo. No quería presionarla sobre qué tipo de matrimonio tenían que llevar… Por otra parte, tener relaciones sexuales complicaba indiscutiblemente la relación. El quería hacer lo correcto. Necesitaba hacer lo correcto. Darle tiempo.

Aunque el honor importaba poco cuando la abrazaba, cuando la besaba. Ella era la pareja de aquella lechuza que ululaba todas las noches. La mujer que él nunca había esperado encontrar. La clave de su vida. Su luz. Y no podía dejar de hacer el amor con ella, como no podía dejar de respirar.

La mayoría de las personas soñaban con dinero. Kelly pensaba que el dinero de la familia Fortune era un problema… más que una suerte. Sin embargo, aquel día era perfecto. El sol entraba por la ventana, los pájaros cantaban. Las pastas preferidas de Mac estaban en el horno. Annie balbuceaba desde su silla, al lado del hombre adorable que acariciaba su pelo. Mac le preguntó qué tenía pensado hacer, mientras con una mano sujetaba el periódico y con otro a la niña.

– ¿Yo? No tengo que hacer nada especial. Había pensado holgazanear. Pero creo que tendré que dar de comer a Annie, luego hacer un poco de ejercicio, luego bañar a la niña… y después de su siesta, si hace una temperatura agradable, la llevaré a pasear para que le de un poco el sol primaveral.

– Me parece agotador. Pero si la madre de Annie no está muy cansada después de todo el día, quizá Martha y Benz quieran cuidarla para que los adultos nos escapemos un rato y salgamos a cenar.

– ¿A cenar? -repitió, alzando la cabeza.

– Ya sabes. Significa que no tienes que hacer comida, ni preparar los platos, sino que alguien lo hace por ti. Sé que es una idea un tanto salvaje, pero…

– Estoy preparada. ¿A qué hora? -Mac sonrió ante su entusiasmo.

Kelly iba a empezar a preguntarle todos los detalles exactos, cuando el teléfono sonó.

Ella descolgó el auricular y se lo puso sobre el hombro, mientras colocaba pastas en una bandeja.

– Hola, tía Marie. Me alegra que llames -rodeó la mesa para dar un beso en la cabecita de Annie, y luego se sentó-. ¿Por qué? Sí. Sabíamos que Chad estaba aquí… sí, lo hemos visto… Sí, ha visto a la niña… ¿Eh? No, la verdad es que…