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Momentos después colgó el teléfono y se acercó a Annie.

– Y sobre la cena de esta noche…

Mac se llevó a la boca una pasta recién hecha.

– ¿Te llama mucho mi familia?

Ella alzó un dedo para indicar que esperara, ya que el teléfono había vuelto a sonar. Era Renee, con la que Kelly apenas había hablado después de la ceremonia en la que había sido su dama de honor.

– Hola, eres… ¡Estás bromeando! Me preguntaba qué te había pasado cuando desapareciste, pero nunca me imaginé algo así. No puedo creer que tu padre lo diga en serio. Vamos, Renee. Nadie puede obligarte a casarte, no estamos en la edad media. Yo… sí, Ya sé que Chad está aquí. ¿También te lo han dicho a ti? -Kelly comenzó a poner los platos en el fregadero-. No, no… de verdad, sí, todo va bien…, sí… olvida a Chad. Prefiero hablar de tu problema con ese chico. De acuerdo, pero si necesitas ayuda quiero que nos llames, ¿me oyes?

Un minuto después colgó el teléfono. Luego se dio la vuelta para explicarle lo que le pasaba a Renee, él también la conocía y quizá pudiera darle algún consejo. Pero Mac quería hablar de otra cosa y no iba a dejarlo pasar.

– Kelly, ¿cuántas veces te han llamado hablándote de Chad como ahora?

– Desde que tu hermano vino la semana pasada… yo diría que el teléfono suena cada dos horas -dijo con ironía-. Me imagino que antes o después dejarán de hacerlo, pero parece que sienten cierta curiosidad. Y odio admitirlo, pero estoy un poco molesta con tu familia. Esperaban que pasara algo, que hubiera un escándalo y creo que están enfadados conmigo. No lo soporto.

– Annie, dile a tu madre que se supone que tiene que hablarme de sus problemas o de la gente que le molesta. ¿Qué marido sería yo si no te salvara de vez en cuando?

– Annie, dile que los maridos sirven para invitarte a cenar.

– Sí, amor mío, estoy esperando a que me digas el sitio. ¿Qué prefieres? ¿Langosta o entrecot? ¿Quieres luz suave y silencio, o un lugar con música en vivo y mucha gente alrededor? – el teléfono sonó en ese momento y Mac le hizo un gesto-. Yo contesto.

Kelly se quedó mirándolo. Mac tenía un gesto irritado que cambió al oír quien estaba al otro lado de la línea.

– Es Kate y quiere hablar contigo -Mac dejó el teléfono y se acercó de nuevo a su hija-. Ya nadie me quiere todos quieren a tu madre.

La llamada de Kate no fue tan descarada y duró sólo unos minutos, lo suficiente para que las pastas estuvieran a punto de quemarse.

– No me gustaría que Kate fuera también del grupo de los cotillas. Ha sido siempre muy buena conmigo.

– No, no. Me llamaba parar comer conmigo la semana que viene en la empresa. Quiere que lleve a la niña para presumir. Luego encargaremos la comida allí mismo.

– Conociendo a Kate, me imagino que está ilusionada con el comienzo de una nueva generación familiar. Aunque creo que te habrá sugerido veros por otra razón… -Mac hizo una pausa y la observó unos minutos. Todavía podía hacerla ruborizarse, incluso después de las largas y maravillosas noches que pasaban juntos. Por el día, Kelly olía a polvos de talco, iba en vaqueros y sin maquillaje, pero cuando las luces se apagaban, él la hacía sentirse una mujer completamente diferente-. Kelly, ¿estás cansada de estar en casa? Creo que siempre te ha gustado trabajar con Kate. Ella siempre dice a todo el mundo lo maravillosa que eras.

– La verdad es que me ha pedido que hiciera un trabajo para ella. Una fiesta para promocionar una nueva línea de cosméticos. Pero será en julio. Le he dicho que lo voy a pensar. Sinceramente, no quiero separarme de Annie. No quiero perderme ni un solo momento de estos primeros meses y años, si no hay necesidad. Pero si Kate de vez en cuando me ofrece un proyecto… no sé, Mac. ¿Tú qué piensas? ¿Te importaría que trabajara?

– No me importa, si tú eres feliz. Pero Jack me ha dicho que cuidar un niño es demasiado agotador y que necesitarías un descanso. Desde luego Jack está divorciado, así que sus consejos no creo que sean los mejores.

– No necesito descansar, pero quizá tendría que volver a mi apartamento y recoger la ropa de verano. También podría dejarlo.

– No hay prisa. Está pagado el alquiler y no tienes nada que hacer.

Kelly no pudo evitar cierto nerviosismo. La relación entre ellos era mejor de lo que nunca había soñado, pero su ropa seguía en su antiguo apartamento. Y aunque ella había mencionado alguna vez que quería dejar su antiguo apartamento, Mac siempre decía que estaba pagado el alquiler, como si quisiera que lo conservara. Eso preocupaba a Kelly. Pensaba que Mac no veía su matrimonio como verdadero, o que no quería que la relación fuera permanente.

– Si Annie y yo tenemos tiempo libre, podríamos tirar hoy el sofá rosa.

– Annie, di a tu madre que tengo otra idea. Puede decorar el resto de la habitación en rosa y entonces el sofá quedará bien. ¿Entonces irás a comer con Kate?

– Sí, creo que será divertido -dijo, olvidándose del problema y sonriendo ante la actitud que Mac tenía con aquel maldito sofá rosa que ella tenía tantas ganas de tirar. Además, si él no quería tirar el sofá, quería decir que no estaba cansado de ella.

– Le diré a Benz que te lleve. ¿Qué día será la comida?

– El martes. Pero no quiero tener a Benz en el coche dos horas. Es una estupidez. Iré yo sola.

Mac miró su reloj, se limpió la boca con una servilleta y dio un beso a su hija. Luego se puso de pie. También lo hizo Kelly, que le acompañó a la puerta y automáticamente le colocó la corbata. Como un viejo matrimonio, pensó. O casi.

– A Benz le encanta llevarte -insistió Mac-. Además, es divertido para él. Se está haciendo mayor y no quiere admitirlo. Se pasa el día haciendo tareas rutinarias, pero físicas y no puede dejarlo, pero si tiene que llevarte a algún lugar, tiene una excusa para descansar.

– Sigues intentando protegerme, marido. Pero ya no soy una embarazada torpe e ingenua. Y estábamos hablando sobre hacer un trabajo para Kate…

– Pero faltan varios meses. Y ella es tan obsesiva con la seguridad como yo.

Ella asintió. Después de colocarle el nudo de la corbata, recogió un hilo invisible de la chaqueta azul marino de él, para luego continuar con el ritual de todas las mañanas, rodeándole con sus brazos. El inclinó la cabeza y sus bocas se encontraron. Kelly buscó entre el sabor de las pastas y del café, el sabor de él. Fue mágico. Siempre lo era. La tensión recorrió el cuerpo de Mac. Luego el de ella. El deseo se alzó como un volcán en erupción, caliente y violento. Las manos de él se deslizaron por la espalda de KeIly y agarraron sus nalgas. Era una parte del cuerpo que ya sabía suya, pero le seguía pareciendo nueva. Cuando Mac alzó la cabeza, sus ojos verdes ya no expresaban frialdad.

– Estábamos discutiendo? -preguntó él.

– Sí.

– ¿Ganaste tú o yo?

– Yo.

– Siempre dices eso. Te estás volviendo muy dominante, pequeña. Sabes de sobra que cuando te beso mi mente se queda en blanco.

– ¿Ah, sí?

Mac se puso de repente serio.

– Puede que sea un poco obsesivo en cuanto a lo de conducir. Pero no puedo olvidarme del hombre que te atacó.

– Yo tampoco -admitió ella-, pero por eso mismo tengo que superarlo. Tener cuidado es una cosa, pero tener miedo y pensar que hay peligro en cualquier esquina es estúpido. Tengo que salir y hacer cosas, sola.

– De acuerdo. Tienes razón. Yo… sólo necesito saber que estás bien, Kel.

Kelly sabía que se preocupaba por ella. Demasiado. Pero una vez que se fue y ella volvió a la cocina, sintió un nudo en la garganta. La ironía la golpeó… Y es que era imposible estar en peligro entre tanto sistema de seguridad y tantas alarmas. El único lugar donde se sentía en peligro era con Mac.

Se sentía cada vez más insegura, como si sus pies no tocaran nada sólido. El sexo había cambiado todo. Había hecho el amor con él libremente, se había dado a sí misma sin ataduras. Eso era lo que ella se había dicho, pero era mentira. Ella esperaba que no le importara. Esperaba que aquella atracción fuera lo más importante de todo… Incluso más que el bebé o la relación sincera que ambos estaban construyendo juntos.