– Llevas en el vientre a mi sobrino o sobrina. Alguien de mi misma sangre y puede ser lo más cercano a un hijo que yo alguna vez tenga. Si nos aseguramos de que nuestra relación se mantiene legalmente unida…
– ¿Quieres participar en su educación?
– Hasta cierto punto sí. Yo quiero tener la capacidad de decidir en todas las pequeñas cosas que van apareciendo cuando un hijo va creciendo. Como el colegio, el cuidado sanitario, la seguridad, la oportunidad de que conozca una parte masculina…
– Mac, yo siempre te permitiría todo eso. En cuanto a nosotros, si alguna vez no nos ponemos de acuerdo, me imagino que discutiremos y no habrá ningún documento que me impida decirte que estás interfiriendo demasiado en su vida. Pero volviendo a lo que decías hace un momento, ¿por qué has dicho que es tu única oportunidad de tener un hijo? ¿Por qué no te has casado?
Kelly notó un brillo de humor en los ojos de él.
– ¿Te referías a ese tipo de preguntas?
– Mac, no quiero incomodarte -aseguró, luchando por encontrar las palabras precisas-. Estoy intentando encontrar el modo adecuado para que las cosas funcionen también para ti, no sólo para mí. Miro esta casa, que es el paraíso de un soltero, y no puedo evitar pensar que de repente te has visto unido a una mujer que le gusta el encaje, las flores y el desorden. A una mujer que creció en una casa que cabría toda entera en este salón. Todo ello me hace darme cuenta de que debemos de ser dos personas muy diferentes. Y, además, si nunca has querido casarte…
– De acuerdo, ahora entiendo lo que dices. Y la verdad es que nunca pensé en casarme -declaró, frotándose la barbilla-. Toda la familia ha tratado siempre de atarme de alguna manera. No sé si puedo explicar por qué no lo he hecho. Puede que la razón esté en que no he visto muchos matrimonios felices en la familia. Si alguien viene a mí, es porque hay problemas. Todo el mundo comienza a hablar de lo enamorado que está, pero sé lo que pasa cuando termina la luna de miel, cómo se tuercen las vidas en nombre del amor, cómo los niños son separados de sus padres cuando las cosas no funcionan. Si te soy sincero…
Un leño se partió en la chimenea, provocando un estallido de chispas. Mac se acercó al fuego y pareció que daba por concluida la conversación.
– Por favor, termina de decir lo que piensas -suplicó Kelly.
– De acuerdo. Puede que a ti te parezca difícil de creer, pero estoy a gusto con este matrimonio.
– Estás bromeando.
– No. Tiene su lógica. Creo que ambos tenemos la libertad que otras parejas no tienen, podemos hacer nuestras propias reglas. No tenemos por qué hacer juntos algo que a uno de nosotros no agrade. Si quieres pintar la casa de rosa, créeme Kelly, que puedes hacerlo. Si algo no te gusta, sólo tienes que decirlo. Estoy seguro de que tendremos que llegar a un acuerdo en todo tipo de cosas, pero ninguno de los dos vamos a entremezclar los sentimientos en ello. Podemos ser sinceros el uno con el otro.
Kelly no dijo nada, simplemente observó a su marido. Podría haber imaginado que Mac valoraría la sinceridad y la libertad en una relación. Con la cantidad de responsabilidades que tenía que manejar en su trabajo y en su familia, no soportaría tener una pareja, o incluso una amiga, que exigiera una continua atención. Y, como siempre, su expresión era ilegible, sus ojos impenetrables. No parecía sentirse solo, sin embargo, y a pesar de ello, sus palabras fueron para Kelly la declaración de alguien solitario.
– ¿No crees en el amor, Mac?
– Claro, creo en todo tipo de amor. En la amistad, en la lealtad, en la familia…, en cuidarse de uno mismo.
– ¿Pero no en otro tipo de amor? ¿En el amor entre un hombre y una mujer?
Mac terminó el último sorbo de whisky y la miró fijamente.
– Creo que el poder de las hormonas puede llegar a ser muy placentero… pero si te preocupa si te seré fiel, tranquila. No puedo decir que me guste la vida de un monje, pero en este momento… ¡Caramba! Creo que ambos vamos a estar muy ocupados por un tiempo. Y no me importa si dormimos o no juntos. Sin embargo…
– ¿Sin embargo?
– Sin embargo, Chad podría volver o tú podrías encontrar a alguien… igual que podría encontrarlo yo. Por eso quise que firmáramos todos esos documentos, para proteger al niño y que no le pueda afectar lo que pase entre nosotros. No tendremos que divorciarnos, Kelly, pero si uno de los dos lo quiere, nos separaremos. Mientras que esto quede claro desde ahora, no tendremos que soportar el sufrimiento que normalmente conlleva la separación. Seguiremos estando unidos a ese hijo y, al mismo tiempo, tú estarás protegida.
A pesar de todo, Kelly seguía opinando que había una laguna en aquella discusión. El no le había pedido nada a ella, excepto sinceridad. Quizá se debiera a que Mac no quería que ella ganara un lugar especial en su vida, a pesar del proyecto en común. Pero Kelly estaba segura de que tendría que haber necesidades que ella pudiera cumplir para compensar todo lo que él estaba haciendo por ella.
Pero antes de que pudiera decir nada más, escuchó el reloj de la entrada, que daba las horas. Una, dos, tres… bruscamente se dio cuenta de que en unos segundos sería un nuevo año.
Mac también se distrajo con las campanadas y se levantó repentinamente.
– Creo que nos habíamos olvidado de esto. ¿Tienes leche suficiente para brindar por el próximo año?
– Creo que sí -contestó ella, inclinándose para agarrar su vaso.
– Hemos pasado un día verdaderamente extraño. Estamos aquí gracias a que la novia dio codazos al novio cada vez que éste se olvidaba de repetir las palabras del sacerdote. ¿Te he dado las gracias?
– No, pero… puedes dármelas haciéndome un pequeño favor.
– ¿Qué?
Ella alzó los ojos hacia el techo, incómoda.
– Estaba intentando levantarme para el brindis, pero creo que no puedo. No tenía que haberme sentado aquí, los cojines son muy blandos, tendré que sentarme en las sillas duras. Me siento como un elefante…
Antes de que le diera tiempo a intentar levantarse de nuevo, Mac la tomó por ambas manos y tiró de ella. Kelly pensó que, desgraciadamente, la conversación había llegado a su fin. En ese momento brindarían y luego tendría que abrir la maleta.
Al levantarse, su vientre abultado se chocó contra el abdomen liso de él. Y, por alguna razón, él continuó agarrándola durante unos segundos más. Tenía las manos fuertes y calientes, y su roce provocó en ella una corriente de alto voltaje.
Kelly había sentido 1 mismo cuando la había besado en la ceremonia. Aunque estaba segura, entonces lo estuvo y lo estaba en ese momento, de que eran imaginaciones suyas. El simplemente quería ser amable. Había hablado de sexo varias veces con ella como si se tratara de macarrones y queso para cenar. Mac pensaba que estaba enamorada de su hermano y no había ninguna razón para pensar que él sintiera la más mínima atracción hacia ella.
Y ella tampoco hacia él, por supuesto.
Pero por una milésima de segundo, el músculo de la mandíbula de él se tensó, y en sus ojos apareció algo. Pudo ser soledad y tristeza, O quizá se daba cuenta, lo mismo que Kelly, que una pareja de recién casados normales no terminarían su día de boda de aquella manera.
Entonces ella tuvo un impulso de rodearlo con sus brazos. Sabía que los abrazos no eran parte del trato y podría resultar un poco presuntuoso, pero no le importaba. Aquella mirada la emocionó. Todo el mundo necesita un abrazo de vez en cuando. Si tenía un infarto, peor para él, pensó finalmente.
El se puso rígido cuando los brazos de ella se enredaron a su alrededor.
Pero luego se relajó.
Había sido un estúpido, relajándose…
Capítulo Tres
Mac se sirvió otra taza de café, la cuarta en esa mañana, y la llevó hacia la ventana del salón. El sol no había salido todavía y el horizonte tenía ese matiz rosado del amanecer, convirtiendo el paisaje en una postal de Navidad inocente y pura. Pero no había nada inocente en el viento de la noche anterior. Mac estimaba que podía haber dos pies de nieve, algo fácil de eliminar si no fuera porque el nivel no era el mismo en todos los lugares. En algunas partes había montones más altos que un hombre.