Sólo que Kelly de repente frunció el ceño.
– Mac, me doy cuenta de que tenemos que hablar sobre todas estas cosas de la vida diaria, ¿pero no podíamos hablar primero de algunas cosas importantes? ¿Cuál es tu comida favorita? -preguntó, con el bolígrafo preparado.
– ¿Comida?
– Sí. ¿Te gusta la carne o el pescado? ¿Eres alérgico a algo, o hay alguna verdura que no puedas soportar? ¿Te vigilas el colesterol, o te crees inmortal? ¿Te gusta un postre en especial?
– Kelly, no pienso que tú vayas a cocinar…
– ¿Vamos a comer por osmosis? Y luego dime, cuáles son tus programas favoritos de televisión, y mucho más importante: ¿cuáles son tus aficiones?
– ¿Aficiones?
– No hace falta que me hables de tu trabajo. ¿Pero qué haces para relajarte? ¿Te metes en un jacuzzi? ¿Montas en bicicleta? ¿Piensas sentado en el metro? ¿Esquías? Y si necesitas al día un tiempo para estas solo -la muchacha hizo una pausa y vio el gesto de Mac-. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras de ese modo?
Mac no se dio cuenta de que la mirara de una manera especial. Además, eran demasiadas preguntas.
– No recuerdo a nadie que me preguntara nunca por mis aficiones. Y no creo que mi propia hermana sepa mis platos favoritos.
– Pero Chloe no vive contigo. Yo sí. Tampoco quiero interferir en tu espacio, Mac, y será mucho más fácil si sabemos los hábitos de cada uno. ¿Te gustan las camisas almidonadas?
– ¡Yo que sé! Las llevo a la tintorería y me las devuelven preparadas. Siempre pensé que era algo mágico. Nadie me dijo nunca que pudiera elegir.
Ella murmuró algún comentario gracioso sobre los hombres y luego continuó. Mucho rato, Mac estuvo soportando preguntas sobre las cuentas de la casa y dónde guardaba los recibos. También le preguntó lo que le gustaba leer, o si había llamadas que le molestaran y quería que las contestara ella.
Mac no recordaba haber tenido nunca una conversación así con nadie. Nunca le habían hecho unas preguntas tan personales, ni siquiera él había pensado en muchas de aquellas cosas hacía años. Mientras hablaban, pensó que tenía que cuidarla, aunque le fuera en ello la vida. Ella no sólo estaba embarazada, además había tenido que soportar experiencias traumáticas en los últimos tiempos y él iba a intentar que su vida fuera más fácil.
– No, no te desesperes, Mac. Casi hemos terminado…
– No estoy desesperado. Yo nunca me desespero.
– ¡Ah! Eso estaba en mi lista. ¿Qué tipo de cosas te hacen perder la paciencia? La verdad es que creo que no tendré problema en imaginarlo yo misma
– continuó ella, con un gesto travieso breve-. También tengo que hablarte de algo desagradable, así que prepárate. Es sobre dinero.
¡Ya era hora! Mac sospechaba que ella era una mujer práctica.
– Vamos a poner las cartas sobre la mesa, Mac.
– Estoy de acuerdo.
– Bien, pues yo sé que no tengo mucho dinero, pero prefiero que no me hables de ese asunto, ¿de acuerdo?
– Muy bien, Kelly. Pero es que quería comentarte…
– Perdóname un momento.
Mac se quedó sentado con la cabeza sujeta entre las manos, mientras ella iba al baño. Nada estaba sucediendo según lo que él había planeado. Aceptaba que ella no quisiera hablar de finanzas, pero lo cierto era que no habían hablado de nada importante todavía. Tan pronto como ella volvió del servicio, Mac decidió que debía tomar la iniciativa.
– ¿Puedo hablar yo ahora?
– Por supuesto, Mac.
Pero en vez de sentarse a escuchar educadamente como había hecho él, Kelly se puso a revolver cacharros en la cocina sin parar.
– Kelly, deja eso para luego. Quiero hablar contigo de cosas importantes relativas a tu estado…
– ¿Qué es lo que quieres saber? Mi ginecóloga es la doctora Lynn y en cuanto al seguro médico, tengo el de la empresa. Por cierto, ¿no me irás a decir que al estar casada contigo ya no me vale ese seguro?
– Bueno, en cualquier caso te cubriría el mío. Pero eso no es lo que te quería preguntar. ¿Cuándo te vas a convencer de que ese tipo de cosas ya no tiene que importarte?
– Oye, Mac, ya sé que tú tienes mucho dinero, pero no quiero que pienses que mi intención es aprovecharme de ti. Yo puedo pagar mis cuentas.
– Ya sé que no quieres aprovecharte de mí. Y ahora, ¿vas a dejar que te pregunte lo quiero saber o no? ¿Te has hecho alguna ecografía recientemente?
– Sí, la semana pasada me hicieron una. Se temían que podía estar embarazada de gemelos, ya que en tu familia hay algún precedente…
Si, de hecho, su madre había muerto al ir a dar a luz a gemelos, pero él no había querido comentarle nada a Kelly al respecto por miedo a asustarla.
– … pero es un solo niño. Y todo va perfectamente. En teoría, salgo de cuentas a finales de febrero, y no quise saber si iba a ser niño o niña. Eso no me importa, pero lo que sí me está costando es elegir un nombre. He pensado en Annie, si es niña.
El frunció el ceño.
– ¿Es que no te gusta?
– Sí, es un nombre bonito.
– Lo decía por la expresión que has puesto.
– Es que mi madre se llamaba Annie -Mac respiró hondo-. Y algo me dice que tú ya lo sabías.
Ella asintió.
– Sí, Kate me lo comentó en una ocasión. Y también Marie. Creo que ambas querían mucho a tu madre. Hablaban de ella como si hubiera sido una persona maravillosa. Y a mí me parece un nombre precioso. Claro, que hay personas reacias a utilizar nombres de familiares, ¿no serás tú una de ellas?
– No; por mi parte, no podías haber elegido un nombre mejor.
– Me alegro -dijo ella, con una gran sonrisa-. Entonces, si es chica, está decidido el nombre. Ahora ya sólo queda pensar en un nombre por si es chico.
– Eso ya lo pensaremos en otro momento. Ahora quiero saber qué tal te encuentras tú, no sólo me interesa saber que el bebé está bien.
– Bueno, es que no hay nada interesante que reseñar acerca de mí. Lo único que dice la doctora Lynn es que tengo las caderas algo estrechas. ¿Te lo puedes creer? Y yo que me veo más gorda que una ballena…
– De eso nada. No sé por qué dices eso. No estás nada gorda, estás preciosa. ¿Y por qué te dice la doctora lo de las caderas? ¿Es que puede eso suponer algún riesgo durante el parto?
– Oye, Mac, no tienes que mentir y decir que estoy preciosa. No necesito que me adules.
El se levantó a ayudarla a recoger los cacharros.
Viéndola de espaldas a él, pensó que ella quizá no tenía el tipo de belleza de las modelos, pero es que ese tipo de belleza era demasiado frío. Los enormes ojos azules de Kelly podrían dejar pasmado a cualquier hombre, sus labios recordaban dos fresas y su piel era blanca como una perla. Y además, ella estaba llena de vida y era una mujer de lo más sensual. Una mujer así debería de ser consciente de lo. atractiva que era. A cualquier hombre le volvería loco imaginar esa piel suave desnuda apretándose contra él… De pronto, Mac recuperó la consciencia, arrepintiéndose del curso que habían tomado sus pensamientos.
– O sea, ¿que no tendrás problemas durante el parto? -insistió Mac, recuperando la calma.
– No, estoy perfectamente. Oye, por cierto, me acabo de acordar de… ¿Sabes si mañana por la noche hará buen tiempo?
– ¿Qué sucede mañana por la noche?
– Mañana a las seis y media tengo que ir a la clase de preparación del parto. No es que me apasione la idea de ir mañana, pero es que sólo va a haber cuatro y he ido nada más a la primera…
– No te preocupes, yo te llevaré. ¿Y estabas pensando en ir sola?
– Sí, Mollie se ofreció a venir conmigo como ayudante. Y también Amanda, la que trabaja con tu primo en marketing. E incluso tu tía Kate insistió en que estaría encantada de acompañarme, pero yo les dije que preferiría ir sola.
– ¿Que no quieres que nadie te ayude?
– No, me conozco y sé que tengo poco aguante para el dolor, pero también sé que puedo manejar mejor la situación si estoy sola. Estaré más tranquila.