– ¡Qué burros eran!
– Bueno, mujer, también corrían otros tiempos.
Robín Lebozán piensa que Rosalía tuvo amores con Bécquer, pero eso no lo puede demostrar. Bécquer era de la misma edad que Rosalía, más o menos, pero murió aún más joven, la verdad es que no aguantaban casi nada. A la señorita Ramona le gustaba mucho la poesía Aires da miña terra, de Curros, que era de Celanova, en el camino del Xurés, y tío abuelo de Robín.
– A lo mejor, de ahí te nace la afición a los libros.
– ¡Puede!
Vento mareiro, de don Ramón Cabanillas, está muy bien; éste le viene a ser de Cambados, en la ría de Arosa, y vive en buena salud, aún no llevamos medio siglo XX, me alegro porque cada vez quedan menos poetas, ahora no hay más que futbolistas y militares. Rosicler también tiene afición a la poesía, aunque no tanta. Raimundo el de los Casandulfes tararea Corazón santo mientras se afeita.
– ¿No sabes otra cosa?
– ¿Por qué lo dices?
– No, por nada…
En la taberna de Rauco ponen muy bien los callos, mejor que el pulpo. Raimundo y nuestra prima no duermen toda la noche juntos más que cuando van de viaje, por la Pascua florida estuvieron en Lisboa; Raimundo cuando va a visitar a nuestra prima, le lleva siempre una camelia blanca.
– Toma, Moncha, para que veas que te sé el gusto y que no me olvido nunca de ti.
A Rosicler, Raimundo le regala chocolatinas, a cada una lo suyo. Fabián Minguela, Moucho, juega al chamelo en la taberna de Rauco; los Carroupos tienen mal perder, se les encrespa la chapeta de piel de puerco de la frente y no miden las palabras. Tripeiro, el padre de los Gamuzos, decía siempre que quien no sabe perder, no sabe acabar, o sea que quien mal pierde, mal acaba, esto es: con la cabeza partida en dos en la cuneta o con un pinchazo en mitad del vientre, en el monte donde vive el lobo de la Zacumeira o en cualquier lado. A Raimundo le gusta andar a caballo por el monte, hay mañanas que sale a pasear con la señorita Ramona, si no llueve demasiado; Caruso, el caballo de nuestra prima, es viejo pero todavía resiste.
– ¿Tú crees que Cabuxa Tola se atrevería a hacer las cochinadas con el lobo de la Zacumeira?
– ¡Jesús, qué ocurrencias!
El forastero vio que Moucho el Carroupo no tenía a nadie detrás. La quinta señal del hijoputa está en las manos, que son blandas, húmedas y frías, Fabián Minguela tiene las manos como babosas.
– No me gusta levantar la voz pero si no paga lo que lleva perdido, le parto la boca.
El gato de la taberna de Rauco no se llama de ninguna manera, la patrona le dice michino y él ya entiende. Mientras Moucho saca los cuartos, el forastero acaricia al gato y ni mira siquiera.
– Deje el dinero encima de la mesa, ya vendré a buscarlo si me da la gana.
Moucho se la tuvo que envainar porque nadie salió en su defensa, tampoco la tenía ni se la merecía. Fabián Minguela, Moucho, trabaja sentado como todos los Carroupos, los zapateiros no montan a caballo ni cultivan la tierra. Moucho es sastre y también trapichea con artículos de mercería, carretes de hilo, botones de celuloide y de metal, medias de algodón, pañuelos y otras pobrezas, los Carroupos no son de por aquí, Dios sabrá de dónde salieron.
– Deje el dinero bien a la vista, los pesos, las pesetas y los patacones, que todos lo vean, y después váyase. Patrona, empiece a sacar vino, digo si no molesto, que yo no quiero molestar a nadie.
Moucho, los domingos, se peina con fijador Omega y gasta corbata de lacito color verde brillante y pañuelo de crespón a juego, que se sujeta con un imperdible para que no se lo roben.
– ¡Qué pituco!
– ¡Ya lo creo, de lo más que hay!
La sexta señal del hijoputa es el mirar huido, Fabián Minguela no mira por derecho ni en la oscuridad. El loro de la señorita Ramona es más viejo que nadie, el loro de la señorita Ramona come cacahuetes y recita la letanía del Santo Rosario, virgo potens, ora pro nobis, virgo clemens, ora pro nobis, virgo fidelis, ora pro nobis, aquí hay demasiado virgo, esto es como tener en casa a las adoratrices llevando al buen camino a las jóvenes descarriadas. Los cuatro criados de la señorita Ramona son los siguientes: Braulio Doade, 82 años, natural de Camposancos; Antonio Vegadecabo, 81 años, natural de Cenlle; Purina Córrego, 84 años, natural de los Baños de Molgas, y Sabela Soulecín, 79 años, natural de San Cristóbal de Cea. El loro es más viejo que el mayor de todos y allí no se muere nadie: virgo prudentissima, ora pro nobis, virgo veneranda, ora pro nobis, virgo predicanda, ora pro nobis, aquí hay virgos demás, esto es como tener en casa a los jesuitas desbravando mozos pajilleros de buena familia. Los cuatro criados de la señorita Ramona están medio ciegos y medio sordos, unos más que otros, y también bronquíticos y reumáticos, todos por un mismo estilo; la verdad es que ninguno vale para nada, pero tampoco se les puede mandar a freír puñetas, así sin más ni más, a que se los coman los lobos y la piojera.
– Es una carga de caridad, ya lo sé; lo que da pena es pensar que a estas ruinas también les dio un vuelco alguna vez el corazón en el pecho, por causa de amor, antes de la pérdida de las colonias, ¡qué disparate! Cuando el loro vino de Cuba ya era viejo, lo que no sé es cómo se acostumbró a este clima.
Ádega lleva la cuenta de los muertos, alguien tiene que ser el notario de las muertes que van segando las vidas sin darse jamás un punto de descanso.
– El parvo de Bidueiros no se ahorcó, que lo ahorcaron para ensayar, no lo hicieron con mala intención pero se les fue la mano; el demonio hace que a veces, en un descuido, se ahorque a alguien que no se quería ahorcar, todo es cuestión de desgracia, al parvo de Bidueiros lo ahorcaron para ensayar, lo ahorcaron de broma pero él se murió en serio, se conoce que lo pillaron distraído.
A Roque Gamuzo le llaman Crego de Comesaña por broma, también por broma ahorcaron al parvo de Bidueiros y después lo hubieron de enterrar, el escribiente del juzgado no sabía qué poner en el papel.
– ¿Qué pongo en el papel?
– Ponga lo que quiera, no fue más que un caso de desgracia, el pobre parvo tuvo siempre mucho desnivel y desventura, los hay que nacen con buen pie y los hay que no, eso es todo.
Don Merexildo Agrexán Fenteira, cura de San Miguel de Buciños, le rezó tres misas a su hijo el parvo de Bidueiros sin decir a nadie la intención.
Chelo Domínguez dio seis varones a Roquiño Gamuzo, su marido.
– ¿Y calzan la carallada de su padre?
– Pues, sí, parece que no hay queja.
Chelo lleva a sus hijos muy aseados y elegantes, está muy orgullosa de ellos.
– Y además, tengo razón para estarlo, pocas mujeres tienen siete hombres tan hombres alrededor, Roque y los niños, da gusto verlos.
Tía Lourdes, la mujer de tío Cleto, murió enseguida, no pasó de la luna de miel. Tía Lourdes murió en París porque los franceses, que se lavan poco, le pegaron las viruelas; Ádega no cree que ése fuera el mal que la llevó al sepulcro.
– No puede ser porque la señorita Lourdes, que en paz descanse, nació en año bisiesto, todo el mundo sabe que los que nacen en año bisiesto libran de las viruelas.