– Esto fue como una sacudida, Moncha, y yo aún veo borroso, a lo mejor tardo algún tiempo en ver claro.
– No pienses en eso. No abras la botella de whisky, guárdala y la vas bebiendo solo, voy a hacerte una media combinación, y a ti también, Robín, claro.
A Raimundo el de los Casandulfes le gusta la media combinación, vermut rojo y ginebra, a partes iguales, unas gotas de bitter, una hojita de yerbabuena y una guinda.
– Lo que no tengo es hielo.
– No te preocupes, lo enfriaremos con buena voluntad.
Raimundo el de los Casandulfes con la media combinación se olvida de sus negras desesperanzas.
– En La Coruña, en el café América y en el Náutico, era mucha costumbre tomar medias combinaciones, el América estaba en la calle Real, según se entra a la izquierda, había que tener cuidado con don Óscar, yo solía ir con mis primos y a veces con Amparito, ¡qué buena chica era Amparito!, yo debería volver a La Coruña a verla, a lo mejor tiene novio, lo más probable es que tenga novio.
Benicia no sabe ni leer ni escribir ni tampoco lo necesita para nada, yo no estoy demasiado seguro de que esto de leer y escribir pueda servir para algo, Benicia tiene los pezones como maiolas y, con el tiempo por medio, tampoco demasiado, la risa le va volviendo a la cara.
– Benicia.
– Mande, don Raimundiño.
– Vete al comercio y tráeme mixtos y papel de escribir.
– ¿Y sellos?
– Sí, también, tráeme tres o cuatro.
– ¿Los quiere de Isabel la Católica o del Caudillo?
Raimundo el de los Casandulfes sonrió.
– De los que tengan, puñetera, de los que tengan.
Este año no va mucha gente a la romería de Nosa Señora do Corpiño en Santa Baia, más allá de Lalín, éste es un año de muertos ignorantes, de presos atónitos y de nómadas con la brújula del corazón partida, este año van menos endemoniados y más guardiaciviles, se conoce que nos cambian las costumbres, también van menos feriantes y gaiteiros.
– ¿Se puede tocar la gaita?
– Mientras sea de día, sí.
Debajo de un carballo cumplido una roseira golpea con el rosario a un mozo inocente para que vomite el demonio.
– ¡Porco, que quéreste quedar co demo dentro! ¡Bótao fora! ¡Satanás, demo cabrón, sal pra fora do corpo de este homiño!
Raimundo el de los Casandufes se aburre, todo lo ve un poco extraño y artificial y, claro es, se aburre.
– ¿Nos vamos, Moncha? Para mí que en Galicia ha perdido los papeles hasta el meigallo, ¿por qué no habremos nacido cien años antes o después?
Por el camino de vuelta, Raimundo el de los Casandulfes fue casi todo el tiempo mustio y en silencio, van en un viejo Essex que la señorita Ramona compró a un portugués, el Packard negro y solemne y el Isotta-Fraschini blanco y elegante se los requisaron al comenzar la guerra y no volvió a verlos nunca más, a alguien habrán servido.
– ¿En qué piensas?
– En nada, ya ves, iba dándole vueltas en la cabeza a una idea que no me gusta.
Llueve con cortesía, amor y serenidad sobre el campo verde y desierto, sobre el centeno y el maíz, a lo mejor llueve sin galana cortesía, ni rendido amor, ni mansa y benevolente serenidad, a lo mejor llueve a golpes y súbitos arrebatos porque también a la lluvia le han robado su aire, Raimundo el de los Casandulfes, sentado al lado de la señorita Ramona, vuelve a hablar, quizá con desgana.
– España es un cadáver, Moncha, no quiero pensarlo pero me da mucho miedo que sea un cadáver, lo que no sé es el tiempo que tardaremos en enterrarlo, ¡ojalá me equivoque!, ¡ojalá no esté muerta sino desmayada y pueda despertar! España es un hermoso país, Moncha, que salió mal, ya sé que esto no se puede decir, pero, ¡qué quieres!, a los españoles casi ni nos quedan ánimos para vivir, los españoles tenemos que hacer enormes esfuerzos y también tenemos que gastar muchas energías para evitar que nos maten los otros españoles.
La señorita Ramona y Raimundo el de los Casandulfes llegaron a la aldea antes de la puesta del sol.
– Déjame en casa, Moncha, estoy cansado y voy a acostarme sin cenar.
– Como quieras.
La vida sigue al lado de la muerte, se conoce que es la ley de Dios, otros le llaman inercia y otros ni siquiera la ven pasar, ni a la vida ni a la muerte.
– Estás un poco pálida, Nunciña, tienes mala color.
– Sí, llevo tres o cuatro días durmiendo mal, no sé lo que me pasa, a lo mejor es que se me tuerce la regla.
Gaudencio toca el acordeón sin entusiasmo, las voces de los forasteros no pueden llevar el entusiasmo a los corazones, Marta la Portuguesa es mujer respetuosa y complaciente, se sabe bien sabido el oficio.
– Yo hago lo que sé y pongo buena voluntad, a mí me pagan para dar gusto y ni pregunto siquiera.
Gaudencio toca el vals Leyenda de los bosques de Viena, de Strauss, es muy romántico y delicado, muy elegante, al sargento Clemente Palomares, sargento de intendencia, le gusta sacudir candela a las mujeres, le gusta zurrarles la badana, la verdad es que eso nos gusta a todos, el caso es pagar bien o encontrar una que se deje.
– A mí me pagan para dar gusto, mientras pagues vale todo, ¿te enteras?, pero si me haces sangre me cago en la madre que te parió y si me haces llorar te mato, ¡como hay Dios que te mato!
– Te voy a regalar un rubí y una perla, Marta, el rubí es como una gota de sangre y la perla es una lágrima, es como una lágrima.
– Bueno.
Pura la Parrocha huele a ajo, no es por gusto sino por necesidad, Pura la Parrocha tiene alta la tensión de la sangre y desayuna con ajiaceite para ver de bajarla, el ajo es buen remedio contra la peste y también vale para guardarse de los vampiros y echar fuera las lombrices, lo malo del ajo es el olor que deja en el aliento. Don Ángel Alegría, ortopedia, prótesis, colecciona emblemas de Auxilio Social, Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios españoles, Infantería española, fusilero del siglo XVIII, Mallorca, la perla luminosa del riente archipiélago, don Ángel sufre de orquitis y el paquete le abulta como una coliflor, las mujeres de la Parrocha le escapan como si tuviera el cólera morbo.
– No, no, deja, que se acueste con su señora y, si no le gusta, que se joda y se aguante, todos tenemos que jodernos y aguantarnos en esta vida, don Ángel tiene las partes podres, yo no quiero que me desgracie para siempre porque yo vivo de tener salud.
A Mamede Pedreira lo condenaron a muerte porque lo cogieron con armas en el monte, ése es un delito muy grave, su madre se puso en una curva por donde iba a pasar Franco y le tiró un papel pidiéndole el indulto, los escoltas creyeron que era una bomba y la mataron, entonces Franco, cuando leyó el papel, lo indultó y le cambiaron el garrote por treinta años de presidio, Mamede Pedreira se escapó durante la conducción y ahora está escondido en casa de Xurxo Lameiro, nadie lo sabe, bueno, su mujer sí lo sabe, su mujer es muy entera y de fiar, Mamede Pedreira vive en el fondo de un pozo seco, tiene colchoneta y manta, la comida le llega dejando resbalar la cuerda de la garrucha por la roldana, cada dos o tres días sube por las noches, sale a estirar las piernas y a lavarse un poco.
– Por mí puedes estar el tiempo que quieras y por Carmen también, esto tampoco ha de durar toda la vida.
– No sé lo que decirte, a lo mejor dura más de lo que creemos todos.
Por estos montes anduvo, hace ya muchos años, el mozo Lázaro Codesal, que tenía la pelambrera como el pimentón y el mirar igual que el agua de las fuentes, a Lázaro Codesal lo mataron los moros del Rif y de él ya no se acuerda nadie.
– ¿Ni tan siquiera alguna de las mozas que preñó?
– Ni tan siquiera.
La gente se lo calla pero nunca nada es lo mismo, y ahora menos, ni tampoco nunca nada discurre por iguales cauces, hay cabritos de casa de la Parrocha que ya no jadean ni gozan, que ya ni respiran ni andan porque están muertos y enterrados, don Teodosio, el marido de doña Gemma, murió del corazón, la puta que más le gustaba al pobre don Teodosio era Visi, siempre tan cariñosa y complaciente, la hiena de don Jesús Manzanedo murió apestado y hediondo, las mujeres de la Parrocha le escapaban y eso que solía darles ocho o diez reales de propina, Bienvenido González, Micifú, también era un mierda, a éste le dieron dos puñaladas en el portal, una en la garganta y otra en el pecho, a Resurrección Penido le llaman Lódola porque parece que va a echar a volar, Lódola se dio un susto tremendo cuando lo vio cadáver, Lódola fue la primera que vio el cadáver de Micifú, nadie en casa de la Parrocha lloró su muerte, ese hombre llevaba el enemigo puesto, se le veía en la cara, Marta la Portuguesa sabe leer el interior de los muertos, Marta la Portuguesa tiene justa fama de estar muy buena y cachonda y en sazón, según los entendidos el culo le cruje como una sandía, vengo observando que no es a la única que le pasa, de alguna más se dice, Gaudencio interpretó un alegre pasodoble torero, Marcial, eres el más grande, Ricardo Vázquez Vilariño, el novio de la tía Jesusa, eso decimos todos pero no es verdad, también iba algo por casa de la Parrocha, tampoco mucho, pura terapéutica para estrangular calentones, a veces no puede uno ni andar, a Ricardo Vázquez Vilariño le venía bien cualquier mujer, era de boca dura y lo único que pedía era que le dejasen, Lucio Mouro, las pocas veces que iba a Orense, se pasaba por casa de la Parrocha, a Lucio Mouro le gustaban las mujeres tetonas, el anís dulce y los tangos.