– Eso no cae en verso.
– Bueno, pero Xabarín nunca lo supo.
Xabarín tiene clasificados sus aborrecimientos y desprecios que, de mayor a menor, son los que se dicen: curas, militares, italianos, consumeros, enterradores, bajos de estatura y tatexos.
– ¿Y portugueses?
– No; ésos, no.
Sabiniano Sagramón Roidiz además de ser tatexo escupía monaguillos al hablar, Sabiniano era un asqueroso que transitó por este valle de lágrimas espurriando a todo el mundo, los dejaba perdidos a salivazos, su mujer, la Justinita Cereixal Roibós se pasó la vida poniéndole los cuernos hasta que un buen día, harta ya de lerias y disimulos, tiró por el camino de en medio, lo encerró en el manicomio y se arrimó a un castellonense llamado Felipe Albiol Forner, castellonense de Alcalá de Chivert, que tenía un obrador de almendras garapiñadas.
– ¿Y también de avellanas y piñones y demás cascaruja?
– Sí, también, el Albiol no se paraba en barras y garapiñaba todo lo que le echasen.
La Justinita no engañó jamás a su amante aunque llegaron a ofrecerle el oro y el moro, al Albiol no le puso nunca los cuernos, se conoce que se le fueron todos los ímpetus con el Sabiniano.
– ¡Lo veo tan relimpio!
La Justinita era sobrina de la finada esposa de Xabarín y por tanto algo pariente suya, la Justinita vestía al estilo de la ciudad y gastaba zapatos rojos de tacón alto atados al tobillo.
– Nada importa, lo que hay que estar es pegado a la tierra, es igual ser chino que de Ciudad Real pero hay que ser algo, eso de llevar zapatos de puta es lo de menos, hay que estar arraigado en algún sitio, lo demás no importa.
Xabarín mandó llamar a Raimundo el de los Casandulfes.
– Parece que los ánimos se van calmando, ¿qué pensáis hacer con ese miserable?, ya sabes tú quién digo.
– Ya se lo puede usted imaginar, tío Evelio, pero habrá que oír a todos, ya le dije a Robín que vaya convocándonos a todos.
– Bueno, tampoco hay prisa porque esto no vence, ¡tiempo habrá!
Marujita Bodelón Álvarez, o sea la ponferradina que anduvo con Celso Varela, tiene guardada la esquela mortuoria de don Jesús: El Ilustrísimo Señor don Jesús Manzanedo Muñiz, Adorador nocturno veterano, Esclavo de mérito de Nuestro Padre Jesús, Abogado y procurador de los tribunales, falleció confortado con los auxilios espirituales y la bendición de Su Santidad. R.I.P.
Vale por un kilo de pan que podrá recogerse en un plazo de siete días en el horno de San Cosme, limosna que se reparte en sufragio del alma del finado.
– Hay esquelas que da gusto, ¿verdad, usted?
– Sí, hija, hay esquelas que da gusto.
– En fin, descanse en paz.
– Sí, la mejor prueba de la existencia de Dios sería que don Jesús Manzanedo llegara a descansar en paz.
Marujita Bodelón sentó cabeza y casó con un moro de la escolta de Franco que se llamaba Driss ben Gauz-zafat.
– Es muy bueno conmigo y en la cama se comporta como si fuera cristiano, lo que tiene mi Driss es un magué que parece el del burro de San Facundo que, cuando descapulla, se caga el mundo.
– ¡Marujita!
– Dispense, me salió sin querer.
Aquí va a costar trabajo que vuelvan las cosas a su ser natural, la gente le ha cogido el gusto a no hacer nada y a andar de un lado para otro, así no se puede levantar un país y dentro de poco estaremos todos pasando hambre, y eso si no se nos meten por la frontera los ingleses o los alemanes.
Abd Alá el-Azziz ben Meruán, el Portugués, también era moro aunque ya muerto hace varios siglos, por aquí siempre hubo moros, unos guardaban oro y piedras preciosas y otros iban repartiendo piojos y rascándose las llagas de la lepra, ahora hay muchos españoles que descienden de mahometanos leprosos, se les conoce en el oficio. A don Clemente Bariz, el marido que se le suicidó a doña Rita, le llamaban Abundancia porque era abundante de arrobas, de cuartos, de cuernos, de mala voluntad, de todo, lo que se dice de todo, doña Rita quiso que don Rosendo Vilar, el clérigo con el que se entendía y con el que acabó santificando sus amores, le diera la santa extremaunción in artículo mortis a don Clemente.
– No puedo, mujer, cuando el peligro de muerte no proviene de enfermedad no se le puede administrar el sacramento, está prohibido.
– ¿Pero de qué peligro hablas si está muerto del todo?
– ¡Anda, pues es verdad!
Entonces doña Rita dispuso la mesa y el paño blanco y limpio, una bandeja con copitos de algodón en rama, tuvo que sacarlos de una compresa higiénica porque se le había acabado, otra con migas de pan y unos trozos de limón, el agua bendita, etc., y don Rosendo dijo sus oraciones.
– Benedicat te omnipotens Deus…
– Amén.
Georgina y Adela son primas de Moncho Requeixo Casbolado, Georgina mató a su primer marido, el Adolfito Penouta Augalevada, Choqueiro, que a lo mejor se ahorcó, hay opiniones, dándole una infusión de flor de San Diego, y amansó al otro, el Carmelo Méndez, al que mataron en el cerco de Oviedo, purgándolo todas las semanas con olivillas, Adela masca yerbas mágicas y va por la vida medio sonámbula, Moncho está muy agradecido a su tía Micaela, la madre de las primas, porque se la meneaba cuando era pequeño, hay cosas que no se olvidan jamás.
– Ahora las familias están más dispersas, cada uno va por su lado.
Fue lástima que mataran a Tabeirón antes de que pudiera robar las campanas de Antioquía, no va a ser fácil encontrar a otro que bucee tan bien como Tabeirón.
– ¿Te acuerdas de aquella noche que os fuisteis a quitar el frío a casa de la Parrocha?
– ¡Claro! ¿No me he de acordar? Hay cosas que no se olvidan nunca.
El pobre Aguirre murió de un vómito de sangre y lo desvalijó Isidro Gómez Méndez, digo, Isidro Suárez Méndez, desvalijaba a todos los muertos sin dejar ni uno, a éste lo mataron en el frente de Burriana mientras se estaba bañando, yo no sé por qué me acuerdo a veces de las escenas del hospital y de la guerra, bueno, la verdad es que me acuerdo de todo.
– ¿Y eso es bueno?
– No estoy muy seguro.
La señorita Ramona también va a visitar a Xabarín que es como un patriarca que no siempre se deja ver, Xabarín lleva una sirena tatuada encima de la paletilla, no la enseña más que el día de su santo que es el 11 de mayo, santos Antimo, Evelio, Máximo, Basso, Fabio, Sisinio, Dioclecio, Florencio, Anastasio, Gangulfo, Mamerto, Mayolo, Iluminado y Francisco de Jerónimo, el 11 de mayo es el cumpleaños del artillero Camilo, Xabarín tiene el porte distinguido y la pelambrera crespa.
– Mira, Monchiña, la vida es dura para todos, la vida rechaza la muerte como la muerte estrangula la vida, al final siempre gana la muerte porque tiene menos prisa que la vida, también menos vergüenza.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, la guerra terminó y muchos desgraciados quedaron por el monte y por las cunetas con las tripas o los sesos fuera, pero nosotros, los hombres de la familia, seguimos casi todos en nuestro sitio y sin tener que aprender otra lengua y otras costumbres, eso de que le obliguen a uno a cambiar es malo y doloroso para el alma.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, los italianos, los griegos y los turcos me hacen poca gracia, yo prefiero los ingleses, los holandeses y los noruegos, son menos divertidos pero más de fiar y no gritan tanto.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! ¿Quieres una copita?
– Sí, tío.
– ¿No sabes decir más que sí, tío?
Xabarín escanció dos copitas de aguardiente de caña.
– Es de mucha confianza, esta peloura jamás hizo daño a nadie, la toman los marineros para pelear con la mar, también es buena para las mujeres. ¿Tú conoces a don Ángel Alegría, el de la ortopedia?