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– También hay chamarices y xilgaros.

– Sí, señora, y verderolos y melros y loias de color de tierra, en la carballeira de Prado Alvar le hay de todo.

El día de difuntos conviene pasarlo en paz, antes era costumbre ir a tocar la gaita y a comer rosquillas al camposanto, pesan mucho los muertos y nadie debe distraerse.

– ¿Podrán contarse alguna vez todos los muertos?

– Nunca jamás, hay quien dice que los muertos crían más muertos, puede ser pero a mí no me lo parece.

El día de difuntos del año 1939 ya había empezado la segunda guerra mundial, el día de San Carlos va poco después del día de difuntos, el día de San Carlos del año 1939 y convocados por Robín Lebozán se juntan veintidós hombres, todos parientes de la sangre, en casa de la señorita Ramona: Raimundo el de los Casandulfes, nadie le llama nunca por el apellido porque encierra mucho dolor, ésta es una historia cuyo cuento sería muy largo y doloroso, Raimundo el de los Casandulfes lleva algún tiempo sin querer hablar demasiado, está medio triste; los cuatro Gamuzos útiles, o sea, Tanis Perello que puede tumbar a un buey con una mano, su mujer se le cayó por las escaleras y se partió una pierna, lo más seguro es que llevara demasiado anís en el cuerpo, Roquiño Crego de Comesaña con su famoso carallo descomunal, ahora lo tiene un poco escocido aunque de buen ver como siempre, Matías Chufreteiro, que lleva meses sin bailar, y Julián Paxarolo, relojes de bolsillo y pulsera, despertadores y de cuco, de sobremesa y pared, Celestino Carocha y Ceferino Furelo no están porque son curas, y Benitiño Lacrau y Salustio Mixiriqueiro libran por defectuosos; los tres Marvises de Briñidelo, Segundo, Evaristo y Camilo, que son bravos de natural y cabalgan los más duros potros a pelo y sin agarrarse, el padre, o sea Roque, no está porque ya va viejo, se quedó en Esperelo con su portuguesa; don Camilo y el artillero Camilo, don Camilo tiene dolor de oídos, bastante dolor de oídos, pero como es de sentido común no dice nada; don Baltasar y don Eduardo, hermanos de don Camilo, uno es abogado y el otro ingeniero; Lucio Segade y sus tres hijos mayores, Lucio, Perfecto y Camilo, costó trabajo sujetarlos porque querían hacer justicia por ellos y sin oír a nadie; tío Cleto, éste no da la mano por aprensión a los microbios; Marcos Albite, que llegó dando tumbos por las corredoiras con la carretilla empujada por la parva de Martiñá, Marcos Albite, en silencio y debajo de su paraguas parecía un ánima en pena puesta a remojo por Dios Nuestro Señor; Gaudencio Beira no tuvo que estar presente por ciego; Policarpo el de la Bagañeira, que lleva un ratón obediente en el bolsillo, no lo saca por respeto; Moncho Preguizas, el descubridor del ombiel, el árbol con hojas de carne de caracol; el venerable tío Evelio con sus temples, y Robín Lebozán, claro, algunos vinieron desde mucha distancia, todos van cubiertos con sombrero o gorra de visera o boina, y unos se tratan de tú y otros de usted, don Camilo va de bombín y abrigo de cuello de piel de lobo, los atienden la señorita Ramona, Ádega, su hija Benicia, la parva de Martiñá y las dos primas de Moncho, Georgina y Adela, con los criados de la señorita Ramona ya no se puede contar porque van muy viejos, los hombres cenan caldo y lacón o empanada de raxo, a elegir, y toman queso de teta, dulce de membrillo y melocotones en almíbar de postre, cuando dan las doce don Camilo hace una seña y todos se sientan en silencio y encienden un puro, don Camilo trajo puros para todos, mientras las mujeres sirven el café y el aguardiente, después se van a la cocina, ninguna queda escuchando detrás de la puerta porque son los hombres los que disponen las vidas de los hombres y las mujeres lo saben y respetan los usos, hay pleitos de los que las mujeres no pueden hablar más que en la cama, con un solo hombre y tampoco siempre.

– Poneos de pie. Noso Pai que estás no ceo…

– 0 noso pan de cada día…

Cuando vuelven a sentarse, bueno, todos no porque faltan sillas, casi todos, don Camilo mira para Robín Lebozán.

– Nos va a informar nuestro pariente Robín Lebozán Castro de Cela, que no dirá mentira ni ocultará verdad.

Robín cuenta con buena voz y mucho detalle lo que ya sabíamos todos y al terminar pregunta,

– ¿Queréis que os diga el nombre del que mató a Baldomero y a Cidrán?

– Sí.

Robín mira para el suelo.

– Que Dios me perdone. Fue el que llaman Fabián Minguela Abragán, le dicen Moucho Carroupo y tiene una chapeta de piel de puerco en la frente, todos sabéis quién es y ninguno de nosotros, desde este momento, deberá pronunciar jamás su nombre.

El silencio es roto por tío Evelio Xabarín.

– Tú dirás, Camilo.

Don Camilo, sin hablar ni palabra y con la cara muy seria, también mira para el suelo. La decisión, aunque esperada, estremece un poco el espinazo de cada cual.

– ¿Y a quién mandas?

Don Camilo, siempre en silencio, mira para Tanis Perello y éste se levanta, se destoca y se santigua.

– Que Nuestro Señor el Apóstol Santiago y nuestro pariente el santo Fernández me ayuden. Amén. Cuando oigáis una bomba de palenque es que ya está.

La reunión se disuelve poco a poco y en orden, los tres Marvises de Briñidelo salen enseguida y a caballo porque tienen que ir hasta muy lejos, don Baltasar y don Eduardo se llegan a dormir a Lalín, a casa de su medio pariente el cura Freixido, van en automóvil, hace muy mala noche, es mejor porque marea menos la guardia civil pidiendo el salvoconducto, don Camilo se va con tío Evelio Xabarín, el artillero Camilo duerme en casa de Raimundo el de los Casandulfes y los tres Gamuzos forasteros pasan la noche con su hermano Tanis, se arreglan bien y ninguno habla más de lo debido, los únicos que quedan en casa de la señorita Ramona son Moncho Preguizas, al que falta una pierna, y Marcos Albite, al que faltan las dos, la noche está muy dura para andar los cojos por el monte; Catuxa Bainte duerme acurrucadita en el portal, y sobre la casa de la señorita Ramona se posa de repente una paz hondísima y silenciosa. Don Camilo, antes de marchar, dejó una orden para el crego Ceferino Gamuzo, el pescador Furelo, San Pedro también había sido pescador.

– Que diga una misa por el alma de quien yo me sé. Y que no pregunte lo que tiene la obligación de adivinar, que calle como un muerto.

– Sí, don Camilo.

Sobre la casa de la señorita Ramona y también sobre los hombres y las mujeres baja una niebla que va borrando, una a una, todas las palabras que se dijeron y que aún flotaban en el aire, la memoria no resiste la prueba de la niebla, es mejor así.

– ¿Hablamos mañana?

– Bueno, mejor pasado, mañana tengo que ir a Carballiño.

– Dicen que San Ramón Nonato es el patrono de gariteros y barateros, tahúres, dancaires y otras suertes golfas.

– ¿Y eso por qué será?

– ¡Vaya usted a saber!

No se puede acusar a Cabuxa Tola de haberse acostado con quien fuera, usted sabe quién le mamó las tetas a Cabuxa Tola pero no pronuncie su nombre, cada uno hace lo que le dejan y eso a nadie le tiene que preocupar, eso de si se acostó con éste o con el otro no importa más que a ella misma, todas las mujeres tienen derecho a revolcarse con quien quieran y les dé la gana. ¿Que ése es un hijo de puta? Bueno, puede ser, hijos de puta hay muchos, pero eso es lo mismo.

– ¿Tú crees que Cabuxa Tola se atrevería a hacer las cochinadas con un jabalí?

– ¿Y a ti qué más te da?

– Llueve sin parar desde el día de San Ramón Nonato, que tiene una timba en Carballiño, en la carretera de Ribadavia, el día menos pensado los va a coger la guardia civil y van a acabar todos en la cárcel.

– Usted dispense, el de la timba de la carretera de Ribadavia no es San Ramón Nonato, sino San Macario, no hay que confundir.

– Bueno, es igual, todo queda entre santos.

Llueve seguido y sin ninguna prisa sobre la yerba y las tejas y los cristales, llueve pero no hace frío, quiero decir mucho frío, si supiera tocar el violín me pasaría las tardes tocando el violín, si supiera tocar la armónica me pasaría las mañanas y las tardes tocando la armónica, si supiera tocar el acordeón me pasaría las mañanas y las tardes y las noches, vamos, me pasaría la vida entera tocando el acordeón, Gaudencio toca el acordeón mejor que nadie, como no sé tocar ni el violín ni la armónica ni el acordeón, como no sé tocar nada, podía haberme muerto de niño sin que me tuvieran que llorar demasiado, me paso las tardes haciendo las porquerías con quien puedo, por las mañanas y por las noches estoy más distraído, a veces no puedo hacer las porquerías con nadie pero es igual, para eso tengo dos manos, los hombres tienen que conformarse con lo que el destino disponga porque está ya todo escrito incluso antes de que lleguemos al mundo. Don Samuel Iglesias Moure es dueño de una cerería en la calle del Padre Feijoo, don Samuel parece de cera y su señora lo mismo, la gente le llama Celestial, algunas tardes don Samuel va por casa de la Parrocha a solazarse y a escuchar un poco el acordeón, lo que no tiene suerte es con las piezas, a él le gusta mucho una mazurca que Gaudencio toca muy poco.