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– ¿Es verdad que Manueliño Remeseiro tuvo sus más y sus menos con María Auxiliadora Porras, la novia que dejó a Adolfito porque se le estaba poniendo pinta de muerto?

– ¡Qué barbaridad! ¿Quién le ha contado a usted semejante disparate?

La señorita Ramona no tuvo suerte con los hombres, bueno, con los posibles maridos, se conoce que apuntó demasiado alto y, claro es, marró el golpe, en esta cuestión hay que ser muy humilde porque el tiempo lucha en contra de los propósitos y las voluntades, la señorita Ramona supuso siempre que podría casarse con quien quisiera y le diese la gana, que podría elegir y mandar, pero se equivocó y ahora va camino de morir soltera.

– Bueno, soltera, sí, pero no virgo, quede claro, lo que más me hubiera molestado es no haber perdido el virgo a su tiempo, es un desaire cumplir los veinticinco años con el virgo puesto, la verdad es que eso no se le ocurre a nadie.

Robín Lebozán escribe poesías en gallego, lo que no quiere es enseñarlas a la gente.

– No, a mí me parece que es un acto de impudor eso de leer a los demás las propias poesías, ¿a quién puede importarle?

Raimundo el de los Casandulfes no acaba de levantar cabeza, sigue taciturno y huraño, le salva su buena educación.

– Estoy deseando oír la bomba de palenque, mañana he de visitar a tío Evelio para que me dé ánimos, ¡qué vergüenza, un viejo consolando a un joven! La orden de tío Camilo hay que cumplirla, ya lo sé, las órdenes son las órdenes, pero yo estoy deseando oír la bomba de palenque, un muerto sólo se equilibra con otro muerto y esto no depende del gusto de nadie, todos deberíamos llevar un botón de oro en el sombrero o una flor de tojo, Noriega Varela llevaba todos los domingos y fiestas de guardar unas flores de tojo al camposanto.

– ¿Para qué muerto?

– Para ninguno en especial, las flores de tojo de don Antonio eran para los muertos, todos los muertos son de Dios, a los muertos les gustan mucho las flores, fíjese que en el camposanto nacen siempre las flores más hermosas, a los muertos se les escapa el alma por las flores que nacen sobre las tumbas, si se les pone una piedra encima el alma no tiene respiración.

Raimundo el de los Casandulfes camina las trochas heridas, las anda con mucha tristeza y recogimiento.

– Por aquí pasaron cantando los muertos por cuyas venas corría mi misma sangre, eran como yo, a lo mejor eran yo mismo y no lo sé, cuando se les vertió la sangre sobre la tierra, cuando se les derramó la sangre, los lobos escaparon aullando y llorando, hay hombres que no debieran haber nacido, estoy deseando oír la bomba de palenque, Tanis es muy respetuoso con tío Camilo, el que manda, manda, bueno, todos somos muy respetuosos con tío Camilo, cuando Tanis prenda la mecha de la bomba de palenque va a respirar, que Dios nos proteja a todos, la paz ha de correr como un lagarto cuando la ley se cumpla, la misma ley gobierna estos montes desde hace muchos años y todos los muertos de la familia nos demandan que la ley se cumpla, unos hombres nacen de una sangre y otros de otra, esto no es casualidad.

Raimundo el de los Casandulfes juega al ajedrez con Robín Lebozán, le gana siempre.

– Estás distraído.

– No, es mi manera de ser, yo no sirvo para esto, ya lo sabes.

Pepiño Pousada Coires, Pepiño Xurelo, está de electricista, bueno de ayudante de electricista en El Reposo, la fábrica de ataúdes, por aquí hay muchas fábricas de ataúdes, los hay negros y blancos, éstos son para angelitos, los de lujo son de roble y de caoba imitación, lo que no hay son ataúdes verdes o colorados o amarillos, Pepiño Xurelo va siempre con la boca abierta, a Pepiño Xurelo le gusta sobar las partes a los niños o sea a los angelitos, Pepiño Xurelo casó con Concha da Cona, uno va empujado por la costumbre, y tuvo dos hijas tontas que se le murieron pronto, Concha da Cona se le escapó se conoce que harta, Concha da Cona era muy alegre y tocaba las castañuelas con habilidad, se pasaba todo el tiempo tocando las castañuelas, también cantaba cuplés, a Pepiño Xurelo lo encontraron un día con el sordomudo Simonciño o Pucho, de seis años de edad y muy delgadito y canijo, el susto se le adivinaba en la cara, no había más que verlo, hasta daba risa, Pepiño Xurelo le estaba dando por detrás y lo tenía agarrado por la garganta, faltó poco para que lo estrangulara, a Pepiño Xurelo lo mandaron primero a la cárcel y después al manicomio.

– En el manicomio zurran más que en la cárcel, se ve que da más gusto pegar a los locos.

– Pues, sí, lo más probable.

A Pepiño Xurelo lo soltaron a cambio de que se dejase capar, la verdad es que tampoco mejoró demasiado, cuando empezó la guerra Pepiño Xurelo empezó a ir todas las mañanas a misa a interceder por el prójimo en desgracia y a pedir por la misericordia, la caridad, la clemencia y otras suertes en desuso, a los alacranes, a los escorpiones, a los sapos hay que darles vida, hay que dejar que escapen, a los hombres también, y a los animalitos mansos, los ratones, los caracoles, los grillos, y a los animalitos bravos, las martarañas, los lobernos, los teixugos, a los lobernos también les dicen lobos cervales, se tiende un tronco de ameneiro sobre el río de la frontera de la muerte y se les escorrenta con agua bendita, no a tiros.

– ¿Por qué el hombre será bestia tan desasosegada y nerviosa? Eso debe ser por la influencia del demonio. Robín Lebozán se puso muy contento cuando encontró la caracola marina que le había regalado su madre, estaba detrás de unos libros y hacía más de diez años que no la veía, pegándola a la oreja se escucha el rumor del mar, también se oye el arranque de la mazurca del ciego Gaudencio, digo la que no quiere tocar casi nunca, la mazurca prohibida, bueno, prohibida no, pero casi.

– ¿Jugamos otra partida de ajedrez?

– Como quieras.

Robín Lebozán tarda en dormirse, hace ya algún tiempo que le pasa, a veces se despierta a las dos o a las tres de la madrugada, se desvela y tarda mucho en dormirse, hay días que ve amanecer.

– ¿Por qué no tomas una taza de tila al acostarte?

– Sí, algo voy a tener que hacer, esto del insomnio es mala cosa.

A la perra Véspora no la mató nadie, no hizo falta, la perra Véspora murió de un entripado agrio, lo probable es que tío Cleto hubiera vomitado agrio las dos últimas veces, los perros aguantan poco, menos de lo que se piensa, en cambio el perro Zarevich está muy distinguido y airoso, ahora no le llaman Zarevich ni de ninguna manera, los perros entienden mejor el tono de voz que las palabras.

– ¿Conoce usted las historias de Pepa la Loba y de Xan Quinto?

– Sí, señor, y también las de Truco y el Louzao y Ventoselle.

– ¿Y la de Mamed Casanova, que se vestía de indiano rico muerto y enterrado?

– Sí, señor, yo le sé todas, que cuando niño me las hizo aprender de memoria mi pariente don Marcelino Andrade cuando me recogió de caridad, yo le sé todas de corrido, si quiere empiezo.

– No, no hace falta.

Robín Lebozán cuando se despierta por la noche se alumbra con un quinqué, la luz eléctrica parece un vagalume tísico y sin fuerza, no vale para nada, Robín Lebozán lee lo que lleva escrito y corrige alguna que otra cacofonía o repetición o palabra poco clara y precisa, también cambia algún signo ortográfico, aquí va mejor coma que dos puntos, aquí no pega un paréntesis, etc., Robín Lebozán piensa que todo va ya por la cuesta abajo, esto de las novelas es como la vida misma, que de repente para, a veces para de golpe, se sube el corazón a la boca y la vida muere, escapa por los ojos y por la boca, también por la boca, las historias terminan siempre en un punto, en cuanto mate al hijoputa ya está, acuérdate otra vez de Poe, nuestros pensamientos eran lentos y marchitos, nuestros recuerdos eran traidores y marchitos, a mí me gustaría no tener ni pensamientos ni recuerdos pero no puedo, a mí me gustaría ser como las rosas y las madreselvas, que no tienen más que sensaciones, quizá los bichos muy pequeños y débiles, las lamáchegas, el caballito del demonio, tengan el ánima hueca y sin consuelo como las rosas y las madreselvas.