– ¿Duermes?
– No, sólo di unas cabezadas.
Don Claudio Blanco Respino tomó asiento y mandó callar a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, después se dirigió a su cuñado Gerardo Vagamian, a éste no se le solía poner el don, y le dijo,
– ¿Tú te imaginas a un rey medieval asesinado por su propio bufón delante de toda la corte y mientras se celebran las brillantes fiestas conmemorativas de una victoria militar? Pues esto fue lo que le pasó a Dino V, duque de Béttega, que gastaba peluquín y tenía un ojo de cristal, una mano de hierro y una pata de palo. Sus siete hijos, tras matar a bastonazos al bufón y hacerlo cuartos para el mejor aseo de los buitres, se rieron las tripas y celebraron su benevolente orfandad cubriendo a todas las monjas de la clausura, las preñaron a todas sin dejar ni una, la Crónica de Arístides el Leproso recoge el acontecimiento y da nombres y todo lujo de detalles, yo no sabría reconstruir de memoria todas las aventuras de aquella familia.
La señorita Ramona dudó siempre de la palabra de don Claudio Blanco.
– A mí me parece un farsante, la mitad de las cosas que cuenta son mentira.
Tío Cleto va a visitar a la señorita Ramona, se enseña más derrotado y caprichoso que nunca y camina dando bordadas para no pisar raya ni cruz en las baldosas, tío Cleto canta La Madelón y remata cada estrofa con una ventosidad, tío Cleto se ríe, arruga la nariz y entorna los ojos, parece un chino, tío Cleto está más sucio y más limpio que nunca, esto no se entiende pero es así, y tiene cara de preocupación, tío Cleto es muy higiénico y aprensivo, todo el mundo lo sabe, muy aseado y profiláctico, gasta mucho alcohol en desinfectarse pero también va hecho una mierda, no se muda jamás la ropa interior, la tira cuando se le cae de vieja y sucia, tío Cleto vomita cuando se aburre, vomita en la bacinilla o detrás de los muebles, le es igual vomitar en la pared, a veces se vomita por encima porque está sentado en una postura cómoda y no quiere moverse, esta visita de tío Cleto a la señorita Ramona tuvo lugar hace ya algún tiempo, a poco de empezar la guerra.
– Monchiña, estamos en un momento terrible y se nos echan encima enormes problemas que hay que afrontar, ¿dónde enterramos a Jesusa? Todos los nuestros están ya en su sepultura, cada uno en su sepultura, pero en el panteón ya no cabe ni un alfiler, ¡menos mal que dejé a la pobre Lourdes en París!, ¿te imaginas la que hubiera podido organizarse si no dejo a la pobre Lourdes en París? Segundo problema, ya te digo, todos son problemas, ¿por dónde vamos a sacar el cadáver de Jesusa? Emilita querrá que salga por la puerta principal, ya verás, tú sabes cómo es Emilita, nunca tuvo más que viento en la cabeza, en ese caso habrá que limpiar todo aquello porque está sucísimo, da grima pensarlo pero hace lo menos quince años que nadie entra y que nadie limpia ni en el suelo, ni en las paredes, ni nada, los ratones anidan en los muebles y los ciempiés y las tijeretas se sienten a sus anchas detrás de los cuadros, en la humedad de detrás de los cuadros, en Albarona hace mucha humedad.
– ¿Y no podemos mandar a alguien?
– Sí, sí, claro, de eso me encargo yo, cuando yo diga vendrá un hombre y sacará todo del vestíbulo, las cajas, los papeles, lo más gordo, todo, para hacer una hoguera, después entrarás tú y nadie más.
– Bueno.
La muerte es una necedad habitual, un uso que va perdiendo prestigio, las viejas razas desprecian a la muerte, la muerte es una costumbre, observa que las mujeres disfrutan mucho en los funerales, dan órdenes y consejos, las mujeres se sienten a sus anchas en los funerales. El P. Santisteban, S. J., habla de la muerte con mucha confianza, quizá lo dé el oficio, en la Biblia se dice que más vale perro vivo que león muerto, seguramente es verdad, más vale miñoca viva que mujer bellísima muerta, ¿de qué te vale ganar el mundo si pierdes el alma?, dicho así también es verdad, tío Cleto toca el jazz-band repiqueteando con un palito sobre la mesa, el vaso, la botella, la bacinilla, el marco de la ventana, cada cosa tiene su sonido, el mérito está en hacerlas sonar a su tiempo y no antes ni después, tía Jesusa ya no podrá volver a oír los cuescos de tío Cleto, desde el cielo no se escuchan los sonidos innobles, tía Emilita se quedó muy sola.
– Al fondo de la laguna de Antela no llegó nadie nunca, el que cruza la laguna de Antela pierde la memoria y se condena para toda la eternidad, los desmemoriados no pueden salvarse porque Dios y los santos tienen en mucho aprecio a la memoria, en la memoria anida el sufrimiento pero también el ánimo.
Don Claudio Blanco Respino no ve con buenos ojos a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, mujer que habla más de lo necesario, la murmuración es un feo vicio que acarrea grandes males a la sociedad, ¡joder qué frase!, la murmuración puede hasta causar guerras, epidemias y otras catástrofes, don Claudio, el cuñado del tuerto Vagamian, se queda pensativo y en silencio, hubiera podido oírse el volar de una mosca, la laguna de Antela está llena de mosquitos, de ranas y de culebras de agua, y los muertos de Antioquía piden perdón tañendo las campanas la noche de San Juan, las campanas suenan muy raro con el agua encima.
– ¡Qué pensamientos! Se conoce que me remuerde la conciencia.
Don Brégimo Faramiñás, el padre de la señorita Ramona, tocaba el banjo con mucho albedrío, lo malo es que murió, a Roquiño, el parvo que estuvo cinco años sin salir de un baúl de lata de alegres colores, con sus grecas y sus zigzags, le arrea tundas su madre, Secundina fuma cuando no la ven, lava las colillas con vinagre y prepara muy bien el tabaco, quien limpió el vestíbulo de casa de tío Cleto no fue un hombre, fue Secundina, la recomendó Remedios, la patrona de la taberna de Rauco.
– Es burra pero trabaja bien, y el parvo no molesta porque lo arrima a un rincón y se está quietiño todo el tiempo, hay veces que ni respira.
La señorita Ramona le dijo a tío Cleto,
– Remedios dice que un hombre no hay pero que Secundina ha de hacer bien la limpieza, puede venir mañana mismo por la mañana temprano.
– Bueno, que venga mañana a las doce en punto pero no antes.
La madre de la señorita Ramona se ahogó en el río Asneiros, hay quien se ahoga en una palangana, la madre de la señorita Ramona fue mujer muy distinguida y espiritual, una de esas mujeres que siempre se quieren morir.
– Recuerdo que le gustaban mucho los versos de Bécquer.
– No me extraña.
En casa de tío Cleto está todo estropeado y manga por hombro, se le rompió la bomba de subir agua del pozo, tiene los cristales rotos, casi todos los cristales, en su lugar pone cartones y latas, también el asiento de una silla de anea, está sin luz, le cortaron el teléfono y las telarañas son cada vez más tupidas, la perra Véspora se murió aullando, la perra Véspora aullaba porque olía dos muertes, la de tía Jesusa y la suya propia, Secundina hizo un montón con las cajas y los papeles, también chaquetas y zapatillas y un hule que tenía lo menos diez metros, y le plantó fuego cuando se lo mandaron, no antes, unos creen en supersticiones y otros no, eso va en gustos, unos creen en milagros y en balnearios y otros no, puede que también sea cosa de la educación de cada cual, hay dioses finos y bien educados, Sucellus con sus barbas y Cernunno con sus cuernos, y dioses zafios y mal educados, trae mala suerte sólo pronunciar su nombre, una oleada de ignorancia se extiende sobre todos nosotros sin que podamos evitarla, tampoco sabemos esquivarla, Robín Lebozán se lo advirtió la otra noche a la señorita Ramona,
– Esta marea de ignorancia va a dar lugar a reacciones muy amargas, Moncha, y yo no conozco antídoto para ese veneno.
– Ni yo tampoco, Robín, esperemos que pase sin arrastrarnos.
Raimundo el de los Casandulfes canturrea Corazón santo cuando se afeita, corazón santo, tú reinarás, tú nuestro encanto siempre serás.