En esto de las guerras y la muerte que se reparte de balde, el que no corre, vuela, al cabo Pascualiño Antemil Cachizo le estuvieron mandando pitillos y chocolate después de muerto, Basilisa la Parva no sabía que a Pascualiño lo habían matado ya, creía que estaba olvidada, siempre puede aparecer alguna mejor, Basilisa la Parva estaba ya libre de compromiso, muchas veces se ignora la propia situación y en las guerras más, unos mueren antes, otros después y algunos quedan para contarlo, el tabaco y el chocolate de los muertos a alguien servirá de provecho, aquí no se desperdicia nada.
– ¿Sabe usted qué hora es?
– No, ni lo supe nunca; esto es cosa que ni me importa siquiera.
A Micifú lo mataron sin pena ni gloria, ninguna de las pupilas de la Parrocha vertió ni una sola lágrima por él, al contrario, se alegraron todas, unas más y otras menos.
– ¿Era tan hijoputa como don Jesús Manzanedo?
– Por ahí se andaban los dos, era diferente pero no tenía nada que envidiarle.
A Lázaro Codesal lo mataron antes de que terminara de crecer, a veces la muerte se da una prisa muy eficaz y celosa, a Lázaro Codesal lo mató un moro en la campaña del Rif, el plomo no es ni moro ni cristiano, el plomo es cruel y no distingue, también es ciego, casi todos los ciegos tocan muy bien el acordeón, la raya del monte se borró cuando mataron a Lázaro Codesal y ya nadie volvió a verla nunca, ni siquiera los lobos ni las lechuzas, ni siquiera las águilas, Lázaro Codesal tenía el pelo del color de la zanahoria y los ojos azules y misteriosos como la turquesa, fue lástima que el cabrón de moro le atinase, nadie sabe quién fue ese moro, ni él mismo lo sabe.
– ¿Quieres café?
– No, que me quita el sueño.
Robín Lebozán vuelve sobre lo escrito, se sabe de memoria párrafos enteros y recuerda hasta las tachaduras, Lázaro Codesal fue el primer muerto de esta verdadera historia, no más empezar a contarla se dice: Robustiano Tarulle murió en Marruecos, en la posición de Beni Ulixek, lo mató un moro de la cabila de Beni Urriaguel según lo más probable, Robustiano Tarulle se daba muy buena maña para preñar mozas, o sea que las preñaba con arte, también tenía afición, etc. El último muerto no murió todavía, siempre hay un muerto pendiente en esta cuenta del nunca acabar, es como una cadena sin fin de muertos movida por la inercia, Lázaro Codesal Grovas puede que sea Robustiano Tarulle Grovas y puede que no, aquella guerra fue hace ya mucho tiempo, en un lado estaban los cristianos y en el otro los moros y así no había confusión, entonces las noticias tardaban en llegar y la gente se asustaba y se envenenaba menos, había más enfermedades pero no se vertía tanta sangre sin motivo, la sangre que se derrama no es una cantidad sino una proporción, yo ya me entiendo.
– ¿Sabes que anda por aquí?
– No.
– ¿Quieres que te diga por dónde?
– Bueno.
A Policarpo el de la Bagañeira le faltan tres dedos de la mano, se los arrancó un potro, Policarpo el de la Bagañeira puede amaestrar los animales del monte, los bravos y los mansos, los que miran y muerden y los que disimulan y escapan, Policarpo el de la Bagañeira baja la voz.
– Pues te está en Veiga de Abaixo, en casa de Mingos el de Marrubio, mañana va a Silvaboa.
– ¿Cómo lo sabes?
– Me lo contó Unxía, la hija de Mingos, pienso que me la mandó su padre.
– Puede.
Tanis Gamuzo tiene tanta fuerza como un toro, con una mano es capaz de parar a una mula, los mastines de Tanis Gamuzo son nobles y sosegados, poderosos, valientes y serenos, cuando se aburren se muerden, también lo sabe todo el mundo, Sultán y Morito se bastan para espantar al lobo de la Zacumeira o al jabalí do Val das Égoas, que se subía a los carballos a comer las landras, Sultán y Morito ventean a distancia las señas del hijoputa, las nueve señas del hijoputa, algunas no dan claro el cheiro, la verdad es que no cheira casi ninguna, bueno, cheiran dos, el sudor de las manos y el esmegma triste, pero el olfato es el olfato, Sultán y Morito son muy seguros y templados y cuando quieren se vuelven fieros, casi nunca lo necesitan porque tienen una fuerza descomunal.
– ¿Qué vas a hacer?
– ¿Y a ti qué te importa?
Tanis Gamuzo está como medio ido, Tanis Gamuzo discurre siempre muy deprisa pero ahora está como medio ido, se conoce que los pensamientos se le atropellan, unos en la cabeza, otros en el corazón y otros en la garganta, los pensamientos lentos y marchitos, también los recuerdos se agolpan como si fueran avispas, los recuerdos traidores y marchitos.
– ¿Es verdad que te duelen las muelas?
– ¿Quién te lo contó?
– ¿Es verdad que te duelen los oídos?
– ¿Y a ti qué más se te da?
Tanis Gamuzo procura meter orden en sus pensamientos y sus recuerdos, también en sus deseos, sus deberes y sus conductas, el miedo es como un gorgojo que va royendo las tabas del alma, a lo mejor lleva ya muchos años royendo las delicadas tabas del alma sin que nadie lo sepa, los pasos que hay que dar se dan con sencillez y si es preciso hasta cerrando los ojos y uno no puede ni siquiera preguntárselo, por encima de los hombres está la ley de Dios, la ley que nos gobierna, es como si Dios nos atisbase por un ventanillo abierto entre dos nubes, Dios tiene siempre un rayo en la mano.
– Ya lo tengo todo pensado, que Dios me perdone pero ya lo tengo todo pensado, ahora sólo me falta sentirlo hasta que empiece a remorderme la conciencia, primero un poco, después más y al final hasta con dolor de muelas y de oídos, a partir de ese momento ya todo es coser y cantar, no importa que me duelan un poco las muelas y los oídos, bueno, me duelen mucho pero no importa, ya se me quitará el dolor.
Tanis Gamuzo llega todavía de noche al monte das Lamiñas, entre Silvaboa, Folgosa y Mosteirón, con el personal durmiendo y los perros aullando al relente de la madrugada, Tanis Gamuzo va sólo con dos perros porque más son difíciles de gobernar cuando hacen carne, se conoce que se les nubla la vista y se vuelven locos, los perros pierden el respeto al amo si van más de tres y les da la vena.
– Si quiero lo dejo, ahora llueve, la verdad es que llueve siempre, ahora me duelen mucho las muelas y los oídos pero esto seguramente no importa, a mí me mandaron lo que me mandaron pero no me dijeron que tenía que ser un martes, un miércoles o un jueves, no me señalaron tiempo, si quiero lo dejo, si quiero lo puedo dejar, lo que pasa es que no quiero.
Llueve, sobre la tierra del monte y sobre el agua de los regatos y de las fuentes, llueve sobre los tojos y los carballos, las hortensias, los buños del molino y la madreselva del camposanto, llueve sobre los vivos, los muertos y los que van a morir, llueve sobre los hombres y los animales mansos y fieros, sobre las mujeres y las plantas silvestres y de jardín, llueve sobre el monte Sanguiño y la fonte das Bouzas do Gago en la que bebe el lobo y a veces alguna cabra perdida y que no vuelve jamás, llueve como toda la vida y aún como toda la muerte, llueve como en la guerra y en la paz, da gusto ver llover sin que se sienta el fin, a lo mejor el fin de la lluvia es el fin de la vida, llueve a Dios dar como antes de que se inventara el sol, llueve con monotonía pero también con misericordia, llueve sin que el cielo se harte de llover y llover.
Tanis Gamuzo y sus dos perros caminan bajo la lluvia envueltos en una nube muda y cautelosa, Fabián Minguela marcha por el sendero de Silvaboa, cruza el río Oseira por Veiga de Riba y va con miedo, desde hace algún tiempo tiene miedo y gasta pistola.
– Si algún cabrón me sale al paso lo mato, ¡como hay Dios que lo mato!
Tanis Gamuzo se sienta sobre una piedra con un perro a una mano y otro a la otra, Tanis Gamuzo lía un pitillo y da una chupada honda y sosegadora.
– ¿A los hijos de puta se les podrá dar muerte como a las raposas, sin avisar?
Empieza a clarear el día cuando el Moucho Carroupo se para a beber agua en la fuente das Bouzas, Tanis Gamuzo se le acerca.