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– ¿Para qué? Esas chiquillas no se caen aunque las empujen.

En Cambados, entre la pleamar y la bajamar hay lo menos tres metros, quizá cuatro, y cuando bajan las aguas, los pesqueros se quedan varados sobre la lama del fondo, rodeados de cangrejos vivos, gaviotas busconas y gatos muertos, también hay casi siempre una gallina muerta. En Cambados vivían mismo en la línea del mar, en la fonda La Perla de Cuba, sucesores de Viuda de Domínguez; doña Pilar, la patrona, ponía muy bien. A la señorita Ramona, por aquellos años, siempre le llamaban Monchiña, ahora no se lo llaman más que a veces. A Monchiña la llevaban todos los días a las siete de la mañana, hay que aprovechar bien el tiempo, a La Toja, en Cambados no se puede uno bañar, la llevaban en la motora que hace la travesía, que es muy bonita y emocionante, con la proa cortando la mar y la estela a popa, que hace tan romántico, a veces se ven delfines; de La Toja vuelven en el viaje de las cuatro de la tarde. El tiempo bueno para los baños es después de que la Virgen del Carmen bendice las aguas, o sea pasado el 16 de julio. A Monchiña le daban tres tandas de nueve baños cada una, dejándole descansar tres días entre una y otra, con los baños tomaba emulsión Scott, reconstituyente de la sangre y del sistema nervioso. Antes de la temporada de baños, a Monchiña la purgaban tres días seguidos con agua de Carabaña para limpiarle bien el intestino y que los baños le probaran, después le dejaban tomar un boliche de gaseosa para quitar el gusto. La señorita Ramona recuerda aquellos tiempos con pavor, es más duro ser niña que ser mujer.

– Lo que más me gusta es que me metas en la cama, Raimundiño…, y no me metes en la cama desde hace una semana o más, de niña me aburría mucho, me aburría siempre, y ahora voy camino de vieja, ya no me falta nada para ser vieja. Ponte más coñac y dame otro poco a mí. ¿Por qué no me llevas otra vez a Lisboa?

Raimundo el de los Casandulfes no se explica cómo pudieron pegarle el ladillazo que le pegaron, el otro día pasó por Orense y se entretuvo un rato en casa de la Parrocha, es cierto, pero allí las mujeres suelen cuidarse. Raimundo no le dijo nada a nuestra prima Ramona, es difícil de explicar y además a las mujeres les suele dar mucho asco todo esto, les da como reparo; Raimundo se pone Ladillol, el parasiticida más eficaz y de efectos más rápidos, el más económico, también son recomendables el Aceyte Inglés, todos saben para lo que es, no mancha, huele a lavanda y sin molestias mata instantáneamente toda clase de parásitos, y el Aceite Brujo, tiene la ventaja de que no mancha siendo al mismo tiempo su olor muy agradable, Raimundo eligió el Ladillol porque es del país.

– Estoy preocupado porque a veces tengo como palpitaciones, me va el corazón muy deprisa.

– ¿No será que fumas más de la cuenta?

– No sé, puede que sí.

Al general don Rogelio Caridad Pita, jefe de la XV Brigada, lo fusilaron en La Coruña al empezar la guerra, más adelante se hablará un poco de esto; su hijo Paco, en 1941 o quizá en 1940, llegó de América para establecer contacto con la guerrilla pero fue detenido por las autoridades. Los Marvises de Briñidelo, Roque y sus tres hijos, Segundo, Evaristo y Camilo, anduvieron con la partida de Bermes y libraron con suerte porque pudieron volver vivos a casa. Estos parientes de la comarca de la Cela, al lado de la Padrenda, las dos con el río Limia por medio, no son ni gallegos ni portugueses y su lengua más tiene de portugués que de gallego, el español ni lo hablan ni lo entienden, la frontera no está muy guardada y el contrabando de ganado marcha bien, los niños en este confín van a la escuela en Paradela, al otro lado de la raya de Portugal, mis primos los Marvises de Briñidelo llegaron hasta Asturias con la partida de Bermes.

A Marcos Albite no le rodaron bien las cosas, sin piernas también se vive pero es mejor tener piernas para poder andar de un lado para otro y pegarle patadas a las cosas. Marcos Albite, metido en su cajón de ruedas, mea en una lata de pimientos, la parva de Martiñá se la lava en el regato para que no coja color, la parva de Martiñá tiene muy buenas inclinaciones.

– ¿Y usted piensa que va a seguir la lluvia mucho tiempo?

– Mujer, no sé; a mí también me gustaría que saliese el sol, no creas.

Pepiño Xurelo trabaja en El Reposo, en la misma fábrica de ataúdes que Matías Marvís, Chufreteiro. Pepiño Xurelo es ayudante de electricista y está siempre con la boca abierta, o es tonto o respira mal por la nariz. A Pepiño Pousada Coires le dicen Xurelo por la pinta. Pepiño Xurelo pasó la meningitis de niño y quedó ya escorado para siempre. Ahora se habla mucho de la cuestión sexual, del problema sexuaclass="underline" eso es mismo de la cuestión sexual, a lo mejor eso viene del problema sexual, etc.

– ¿Usted cree?

– No, yo no; pero no me negará que se dice mucho.

Lo que le pasa a Pepiño Xurelo es que le gusta sobar niños, a otros les gusta sobar mujeres gordas y tetonas, primero les regala caramelos y después, en cuanto se confían, les acaricia el culo y los muslos y el pipí, hubiera hecho un buen lego de colegio de pago. La verdad es que los padres de Pepiño, como lo veían medio lelo, no le hicieron nunca demasiado caso.

– Ése se las arregla solo, ya verás; estos chiquillos así tienen mucho instinto, son como culebras.

– ¿Tanto?

– ¡Ya lo creo! ¡Y más aún!

Pepiño Xurelo creció a su aire y dejado de la mano de Dios y, cuando le llegó la hora, contrajo matrimonio como todos y tuvo dos hijas, las dos tontas y muertas antes de cumplir el año. Su mujer (por más esfuerzos que hago no consigo recordar cómo se llamaba, lo tengo en la punta de la lengua pero no me acuerdo) se le escapó con un vendedor ambulante, natural de Astorga, con el que todavía sigue. Cuando a Pepiño Xurelo se le fue la señora y recobró su libertad, un aura de beatitud le iluminó el semblante.

– ¡Hay que joderse, qué bien se está solo!

A Pepiño Xurelo lo cazaron un mal día haciendo las cochinadas con Simonciño o Pucho, sordomudo de seis años de edad, lo tenía medio estrangulado, y lo metieron primero en la cárcel y después en el manicomio; por el camino le fueron pegando tortas y patadas y correazos, también algún palo, pero no con mala intención, tan sólo para entretenerse y pasar el rato. Cuando se enteró su mujer…, un momento, se llamaba Concepción Estivelle Gresande, ahora lo recuerdo, sí, no hay duda, Concepción Estivelle Gresande, le llamaban Concha da Cona, dijo que no quería saber nada, que le era igual y que por ella podía morirse o acabar leproso.

– Yo no le tengo rabia, se lo puedo jurar, lo que pasa es que me es lo mismo; por mí puede acabar leproso y hasta morirse que no me he de poner de luto, descuide.

Concha da Cona, desde que se fugó con el astorgano, estaba muy guapa y alegre, ¡buena diferencia!

– Las mujeres suelen mejorar con el cambio.

– ¡Anda! ¡Y los hombres!

Matías Chufreteiro se las arregla bien y no piensa volver a casarse.

– Si tuviera hijos tendría que mirar por ellos, pero como no los tengo… Purina era buena, sí, pero andaba siempre delicada y contando sus calamidades; lo malo de las mujeres no es que estén enfermas, todas están enfermas, ya se sabe, lo malo es que te cuentan su enfermedad y eso no lo aguanta ni Dios.

Matías Chufreteiro es aficionado al baile, al naipe y a la prestidigitación, también juega al billar y al dominó, cuenta cuentos con gracia, bebe copitas de anís dulce y le gustan las galletas de coco y las pastillas de café con leche. Con Matías viven sus dos hermanos pequeños: Lacrau, que es sordomudo y listo, y Mixiriqueiro, que anda delicado de salud y es inocente. Benitiño Lacrau va de putas una vez al mes, para eso trabaja y gana su buen dinero; Salustiño Mixiriqueiro casi no se mueve y se distrae suspirando. Purina fue muy guapa, guapa a lo lánguido, no como su hermana Loliña, la de Afouto, que era guapa a lo bravo, por aquí por el país hay muchas mujeres guapas de las dos clases, a Loliña la aplastó un buey contra la pared. A Julián Paxarolo también le llamaban Xiao. La mujer de Xiao Marvís Ventela, o Fernández, la relojera de Chantada, Pilar Moure Pernas, se tiñe de rubio, como está gordita se le ve mucho, y gasta caucholín, se tiene que rebozar de polvos de talco para que no se le pegue a la piel que está siempre un poco húmeda, claro, el caucholín lleva unos agujeritos; el primer marido de Pilar era muy celoso y no le dejaba ni teñirse ni llevar caucholín.