Выбрать главу

– No, no, una mujer decente tiene que ir a su ser, se empieza tiñéndose de rubio y llevando caucholín y no se sabe hasta dónde se puede llegar.

– ¡Pero, hombre, si mi hermana Milagros también lo lleva!

– ¡Allá su marido! A mí no me importa nada lo que haga tu hermana Milagros, a mí me importa lo que hagas tú.

Cuando Urbano Dapena, el primer marido de Pilar Moure, falleció de cólico, fue cólico miserere y expiró vomitando heces fecales, la recién viuda respiró de alivio; hay muertos que, con su óbito, llevan mucha paz a las familias. Urbanito, que asistió a la muerte de su padre, la criatura se escondió detrás de la cortina para ver todo bien, le preguntó a la madre,

– Mamá, mamá, ¿por qué papá cagaba por la boca?

Pilar Moure, tan pronto como se cumplieron los plazos que marca la ley, casó con Paxarolo.

– ¿Me vas a dar de mamar, Pilarín?

– Lo que tú mandes, rey mío, ya sabes que soy toda tuya, ahora sólo falta arreglar los papeles, pero mis tetas y mi cuerpo entero te pertenecen.

– ¡Caray!

Pilar se tiñó de rubio y se compró el caucholín antes de contraer segundas nupcias, hay algunas cosas, incluso muy íntimas, en las que el legislador ni entra ni sale. El nene Urbanito subió al cielo cuando andaba ya por el segundo hermanastro, se conoce que su madre y su nuevo marido no perdían mayormente el tiempo. Urbanito murió de anemia, se le cayó la paletilla siendo muy pequeño y de nada le valió que le dieran a comer flores de romero con pan de maíz y piojos alimentados por la madre.

– ¿Qué no haría una mujer por su hijo?

– Sí, eso también es verdad.

Pilar Moure paría con mucha naturalidad y sin mayor esfuerzo.

– A esto no hay que echarle teatro, las mujeres estamos para esto, para traer hijos al mundo, y la cosa tampoco tiene tanto mérito.

El santo Fernández no era santo, era beato. Mi pariente el santo Fernández nació en el lugar de Moire, parroquia de Santa María de Carballeda, término de Piñor, el día del Apóstol de 1808, a poco de renunciar Carlos IV a la corona de España. La enciclopedia Espasa dice que nació en Cea, provincia de León, lo que no es verdad, y en el artículo que dedica a don Modesto Fernández y González, el que se firmaba Camilo de Cela, lo hace natural de Carballeda de Avia, lo que tampoco es verdad; Carballeda de Avia queda al lado de Rivadavia y muy lejos de aquí. El santo Fernández era hijo de mis tatarabuelos don Benito, médico, y doña María Benita, sus labores, que casaron el 26 de mayo de 1794, al año de la ejecución de Luis XVI de Francia. El Espasa también yerra cuando le llama fray Juan Santiago; era fray Juan Jacobo, que quiere decir lo mismo pero es diferente, nombre que le puso su padre en honor de Rousseau. Mi tatarabuelo fue enciclopedista y por casa anduvieron rodando ocho o diez cartas de d'Alembert y tres o cuatro de Diderot hasta que mis tías Jesusa y Emilita las quemaron, al empezar la guerra civil, porque el P. Santisteban, S. J., un verdadero santo, les dijo que eran dos herejes impíos y les aconsejó que las destruyeran para el mejor aseo de su conciencia.

– El Enemigo Malo recurre a mil argucias para incitarnos al vicio y alejarnos de la senda verdadera.

– Sí, padre.

– Y, además, según observo, esas cartas están escritas en francés. ¡Desechad de vosotras la ocasión del pecado!

– Sí, padre.

El P. Santisteban, S. J., sorbió un pellizco de rapé, estornudó tres veces, ¡Jesús, Jesús, Jesús!, se sonó con estruendo, saboreó el último traguito de cascarilla, se terció el manteo con muy sabio ademán y adoptó un aire solemne, tribunicio y senatorial.

– ¡Arrojadlas a las llamas!

– ¿A cuáles, padre?

– ¡A las que sean!

– Sí, padre.

El insigne religioso dominico santanderino Rvdo. P. Daniel Avellanosa, predicador general y miembro de la Sociedad Geográfica, pronosticó que el número 25.888 sería, como así sucedió, el del premio mayor de la lotería de Navidad. Cuando a Raimundo el de los Casandulfes se le quitaron del todo las ladillas, la señorita Ramona respiró.

– Creí que ya no me querías, Raimundiño, pensé que ya no te gustaba, ¡qué malos días me hiciste pasar!

– No, tonta, es que tenía muchos problemas y preocupaciones.

– ¿No me los puedes decir?

– No; ésas no son cosas de mujeres, no las sabríais entender.

– ¿Es algo de política?

– Dejemos esto, lo importante es que estamos otra vez juntos.

Ádega se sabe bien sabida la historia de los Guxindes, hay quien les dice Moranes, que es casi lo mismo.

– Su pariente el santo Fernández era hermano de su bisabuela Rosa. A su pariente el santo Fernández lo martirizaron los infieles en Damasco, lo tiraron desde lo alto del campanario y tardó varias horas en morir. Su pariente el santo Fernández murió confesando la religión católica, los infieles le decían ¡abjura de tu fe, perro cristiano!, y él les respondía ¡no me sale de los cojones, mi fe es la verdadera! Su pariente el santo Fernández fue siempre muy templado. Antes de irse mártir, su pariente el santo Fernández tuvo varios hijos, dicen que once, cada vez que venía a España preñaba a alguna; a los hijos, para reconocerlos cuando hiciera falta, los marcaba al fuego debajo de la tetilla izquierda con una sortija de hierro que tenía. Me acuerdo muy bien de uno, el más pequeño, Fortunato Ramón María Rey, al que su pariente el santo Fernández echó en la inclusa de Santiago con tantas pesetas como días tiene el año, para que un ama lo criase. A Fortunato, cuando su padre subió al cielo llamado por Nuestro Señor, lo trajo para Orense un tal señor Pedro, de las montañas de los Peares, lo llevó a una aldea que no me recuerdo cómo se llama, si Moura o Lourada. El chiquillo salió de Santiago llamándose Fortunato Ramón María Rey pero creció con el nombre de Ramón Iglesias, con lo que perdió la herencia de un millón de reales que le dejara su padre el santo Fernández para cobrar a la mayoría de edad; en esto de las herencias, sus parientes fueron siempre muy descuidados, bueno, unos más que otros, claro.

Tío Cleto es muy higiénico y aprensivo, se pasa el día frotándose las manos con alcohol y tiene los nudillos en carne viva.

– ¿Qué trabajo cuesta guardar unas normas elementales?

– Pues, sí, verdaderamente.

Tío Cleto va siempre de guantes, hasta toca el jazz-band de guantes, por dentro les da polvitos de seroformo para que no se le peguen a los nudillos descarnados.

– Vivimos rodeados de miasmas y nuestro deber es defendernos de las infecciones que nos acechan: el cólera, la lepra, el tétanos, la gangrena, el muermo, ¿para qué seguir?

Tío Cleto exonera el vientre al aire libre y de cara al viento (para escupir hace al revés) y se limpia el trasero con las más tiernas hojas del cogollo de una lechuga recién cortada.

– Serán siempre pocas todas las precauciones que nos tomemos.

– Puede.

Tía Jesusa y tía Emilita rezan el rosario completo, el de los quince misterios, al final se quedan dormidas de aburrimiento. Tía Jesusa y tía Emilita se aburren como ostras, también están medio anestesiadas, lo único que les distrae un poco es considerar lo mal que se porta tío Cleto con ellas, en fin, allá él, ¡él se condenará!

Tía Jesusa y tía Emilita hablan con voz de flauta de sacristía, parece que van a predicar los ejercicios espirituales.

– ¡Muchas cuentas tendrá que dar a Dios nuestro pobre hermano el día del Juicio Final!

– Bueno, todos, quién más, quién menos, hemos de vernos en apuros en semejante trance.

– Por eso conviene prepararse para bien morir, Camilito, tú no te confíes. ¡Acuérdate de Fleta, que se murió de repente y sin confesión!

– No, no; descuida, tía, yo ya estoy bien atento.

Las tías no conocían a Pepiño Xurelo, oyeron hablar de él pero no lo conocían. Hay personas que pasan por la vida llamando la atención, aunque no quieran, y otras en las que nadie repara por más que se esfuercen. Concha da Cona estaba cada día más guapa y alegre, a las mujeres jóvenes se les ponen las carnes muy lozanas cuando enviudan, la naturaleza es muy sabia y suele barnizar el dolor de cachondería para permitirnos seguir viviendo. Concha da Cona toca las castañuelas como una gitana.