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– No hay por qué andar provocando, las autoridades tienen razón, las españolas en algo nos tenemos que distinguir de las francesas o las inglesas, en la decencia sin ir más lejos.

Celso Varela no entendía nada pero guardó silencio, las tormentas en el corazón del hombre se visten a veces de baches muy poco inspirados.

– Aquí lo mejor es callar, ya se irán calmando los ánimos cuando Dios disponga.

– Sí, ¿y si no se calman?

– No sé, entonces habrá que ir pensando en la emigración o en cortársela. ¡Qué tristeza da ver al mejor país del mundo, bueno, uno de los mejores, desangrándose por las cunetas!

A Fina la Pontevedresa le llaman Porca Marina, esto de los motes marcha por cauces muy raros, los motes se inventan solos y nacen como el pan de sapo; Porca Marina es graciosa y está siempre alegre.

– ¿Es verdad que lo que más te gustan son los curas?

– ¡Ay, sí, señor, que le están buenísimos, da gusto con ellos! ¡Usted me obliga a ser descarada!

Porca Marina se acuesta con Celestino Carocha, también le prepara estofado de conejo, conejo encebollado y conejo a la cazadora.

– A los hombres hay que darles bien de comer para que no se desinflen.

Antón Guntimil, el difunto de Fina Porca Marina, no estuvo jamás inflado, nació con poco aliento y murió yéndose como un suspiro.

– El pobriño valía poco, la verdad es que no me duró casi nada, cualquier otro me hubiera de durar más.

A Resurrección Penido le llaman Lódola porque es como un pajarito, Lódola es puta triste, le salva que es joven y complaciente.

– ¿Y tiene las tetas duras?

– Eso dicen.

A Lódola le impresionó mucho la muerte de Micifú, fue ella quien descubrió el cadáver.

– ¿Y no oíste gritar?

– No, señor, no oí nada, para mí que murió sin abrir la boca, pobriño.

Lódola vino de la aldea de Reporicelo, parroquia de Santa Marina de Rubiana, en El Barco, cuando llegó iba descalza, tenía frío y no hablaba una sola palabra de castellano, a Lódola la protege Marta la Portuguesa, que tiene muy buenos sentimientos, muy buenas inclinaciones.

– ¿Usted cree que una mujer se mete puta por gusto? ¿No será que no tiene a dónde ir porque la escorrentan de todas partes como si fuera gafenta? ¿Usted cree que la comida cae de los árboles y es para quien la coja?

Las gemelas Méndez Cotabad, Mercedes y Beatriz, estuvieron muy malas con la tos ferina, les dio cuando ya eran mayorcitas y tuvieron que mandarlas al monte a respirar aire puro, también les dieron caldo de mochuelo y las llevaron a que medio las abafase el humo del tren, las llevaron a Carril.

– Beatriz ha vuelto a romper las gafas.

– ¿Y Mercedes?

– También.

– Bueno, que no pasen de ahí las desgracias, manda a Pontevedra a comprar otras.

Don Jesús Manzanedo y Micifú le cortaron el hilo de la vida, ese alambrito misterioso que sujeta la sangre, a muchos desgraciados a quienes Dios volvió la espalda, Dios no interviene en los pleitos de este mundo, se ve enseguida, por eso se dice que el hombre está dejado de la mano de Dios; por aquí por Orense, también por Pontevedra y puede que por otros sitios, llaman claudiados a los asesinados sin formación de causa, esto es, a los paseados.

– ¿Claudiados?

– Sí.

– ¿De ciruelas claudias?

– Pues, la verdad, no sé.

Maximino Segán, que es de Amoeiro, terció en la conversación.

– Yo sí lo sé, los pálidos se decían unos a otros ¿esta noche vamos a claudias? y ya era sabido: esa noche iban a buscar gente para matarla.

A los condenados a muerte por los tribunales militares se les fusila en el Campo de Aragón, al lado del cementerio de San Francisco. Lódola es como un suspirito, Lódola prefiere los soldados porque adivina que encierran menos veneno.

– ¿Vas a volver mañana?

– No, mañana estoy de imaginaria.

Los claudiados se quedaban donde podían, no todos llegaban al Alto del Furriolo, esto en Orense, no sigo con los demás sitios porque tampoco se trata de sembrar el país de cruces. Raimundo no conocía a mucha gente en La Coruña pero pronto hizo amigos, la Bandera Gallega salió el día de San Agustín y regresó, medio diezmada, poco después de los Fieles Difuntos, los que tuvieron peor suerte se quedaron por el camino, lo malo de las guerras es que cortan las vidas antes de madurar, eso es ir contra la ley de Dios. En algunos rincones de Galicia se llama papaventos a la cometa, papar significa tragar, engullir, deglutir, en Portugal al papaventos le dicen papagayo, ¿los niños coruñeses de hace dos siglos volaban cometas en el monte que es hoy la calle del Papagayo? Raimundo el de los Casandulfes es algo pariente de don Juan Naya, uno de los hombres que mejor se saben la historia de La Coruña, podía haberle preguntado, en Galicia todos somos parientes o algo parientes o al menos parientes de parientes. También pudiera ser que por allí naciese, en tiempos idos, la flor del amaranto o amarante, que en portugués y en gallego arcaico también quería decir papagayo. Hoy la calle del Papagayo es una cuesta putera de tanta confianza como buen acougo, Raimundo suele darse una vueltecita por las noches, va en busca de un poco de conversación. De casa de la Mediateta echaron una vez a un primo de Raimundo que es artillero de segunda en el regimiento 16 ligero, que queda mismo detrás, porque tiró un piano por el balcón, se pusieron de acuerdo cinco o seis artilleros amigos, uno era cabo, y tiraron el piano por el balcón, ¡qué bestias!, ¡menos mal que no pasaba nadie por la calle!, el general Cebrián les quitó el permiso y los devolvió al frente. Si la Mediateta se entera de que Raimundo es primo del artillero Camilo, estos padroneses siempre fueron medio arroutados, también lo echa a patadas y con viento fresco. En casa de la Apacha, los más respetuosos con la regla dicen la Apache, está de pupila la pequeña de las siete Alontras, Doloriñas Montecelo Trasmil, de veintiún años, que todavía convalece de su operación de apendicitis, ya va mejor. Las Alontras son siete, Inesiña, contra soberbia, humildad, tiene un cordón de pelitos que le llega al ombligo, parece un hormiguero; Rosiña, contra avaricia, largueza, es pechugona y culona, más vale tener que desear; Mariquiña, contra lujuria, castidad, bizquea un poco, hasta le hace gracioso; Carmina, contra ira, paciencia, no dice a nada que no, pero no por puta sino por respeto; Ritiña, contra gula, templanza, está siempre muerta de risa y pega saltos cuando la trincan porque tiene cosquillas; Ampariño, contra envidia, caridad, es tímida como una flor pero si se arranca hay que sujetarla a palos, y Doloriñas, contra pereza, diligencia, sabe leer y escribir y las cuatro reglas: dos son de Betanzos, dos de Cambre, tres de La Coruña y las siete de la vida. En la calle del Papagayo también ejercen sus artes reconfortadoras las furcias y las hurgamanderas de las ramerías de la Ferreña, pregunte usted por Fátima la Mora; de las Campanelas, pregunte usted por Pilar la Maña y de la Tonaleira, pregunte usted por Basilisa la Parva, que es la puta más puta de todo el mundo: todos los morriñentos lupanares, todos los gimnásticos y amorosos burdeles dichos, son de mansa y próvida saudade y alegría, la vigilancia jode de balde porque el orden es el orden. Raimundo el de los Casandulfes se hizo amigo de Doloriñas Alontra y como es educado y se sabe comportar, la encargada lo deja pasar a la cocina. La señorita Ramona manda llamar a Robín Lebozán.

– Tuve carta de Raimundo, dice que le van a dar permiso.

– Me alegro.

Robín tiene cara de preocupación.

– Moncha.

– Qué.

– No me apunto, ya llamarán mi quinta. Y además te voy a decir un secreto.

– ¿A mí?

– Sí. Y a nadie más. Si Fabián Minguela viene por la aldea lo mato, lo que andan diciendo de él es cierto.

La señorita Ramona tardó unos instantes en hablar.

– Serénate, Robín, a ver qué dice Raimundo cuando llegue. ¿Hablaste con Cidrán Segade?

– Sí.

– ¿Y con Baldomero Afouto?

– También.

– ¿Y qué piensan?

– Que el Moucho no vale nada, pero que puede ser peligroso porque es traidor y además va en cuadrilla.

– ¿Con quiénes?

– No sé, no los conozco, no son de por aquí, yo no los había visto nunca.