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– Poneos de pie. Noso Pai que estás no ceo…

– 0 noso pan de cada día…

Cuando vuelven a sentarse, bueno, todos no porque faltan sillas, casi todos, don Camilo mira para Robín Lebozán.

– Nos va a informar nuestro pariente Robín Lebozán Castro de Cela, que no dirá mentira ni ocultará verdad.

Robín cuenta con buena voz y mucho detalle lo que ya sabíamos todos y al terminar pregunta,

– ¿Queréis que os diga el nombre del que mató a Baldomero y a Cidrán?

– Sí.

Robín mira para el suelo.

– Que Dios me perdone. Fue el que llaman Fabián Minguela Abragán, le dicen Moucho Carroupo y tiene una chapeta de piel de puerco en la frente, todos sabéis quién es y ninguno de nosotros, desde este momento, deberá pronunciar jamás su nombre.

El silencio es roto por tío Evelio Xabarín.

– Tú dirás, Camilo.

Don Camilo, sin hablar ni palabra y con la cara muy seria, también mira para el suelo. La decisión, aunque esperada, estremece un poco el espinazo de cada cual.

– ¿Y a quién mandas?

Don Camilo, siempre en silencio, mira para Tanis Perello y éste se levanta, se destoca y se santigua.

– Que Nuestro Señor el Apóstol Santiago y nuestro pariente el santo Fernández me ayuden. Amén. Cuando oigáis una bomba de palenque es que ya está.

La reunión se disuelve poco a poco y en orden, los tres Marvises de Briñidelo salen enseguida y a caballo porque tienen que ir hasta muy lejos, don Baltasar y don Eduardo se llegan a dormir a Lalín, a casa de su medio pariente el cura Freixido, van en automóvil, hace muy mala noche, es mejor porque marea menos la guardia civil pidiendo el salvoconducto, don Camilo se va con tío Evelio Xabarín, el artillero Camilo duerme en casa de Raimundo el de los Casandulfes y los tres Gamuzos forasteros pasan la noche con su hermano Tanis, se arreglan bien y ninguno habla más de lo debido, los únicos que quedan en casa de la señorita Ramona son Moncho Preguizas, al que falta una pierna, y Marcos Albite, al que faltan las dos, la noche está muy dura para andar los cojos por el monte; Catuxa Bainte duerme acurrucadita en el portal, y sobre la casa de la señorita Ramona se posa de repente una paz hondísima y silenciosa. Don Camilo, antes de marchar, dejó una orden para el crego Ceferino Gamuzo, el pescador Furelo, San Pedro también había sido pescador.

– Que diga una misa por el alma de quien yo me sé. Y que no pregunte lo que tiene la obligación de adivinar, que calle como un muerto.

– Sí, don Camilo.

Sobre la casa de la señorita Ramona y también sobre los hombres y las mujeres baja una niebla que va borrando, una a una, todas las palabras que se dijeron y que aún flotaban en el aire, la memoria no resiste la prueba de la niebla, es mejor así.

– ¿Hablamos mañana?

– Bueno, mejor pasado, mañana tengo que ir a Carballiño.

– Dicen que San Ramón Nonato es el patrono de gariteros y barateros, tahúres, dancaires y otras suertes golfas.

– ¿Y eso por qué será?

– ¡Vaya usted a saber!

No se puede acusar a Cabuxa Tola de haberse acostado con quien fuera, usted sabe quién le mamó las tetas a Cabuxa Tola pero no pronuncie su nombre, cada uno hace lo que le dejan y eso a nadie le tiene que preocupar, eso de si se acostó con éste o con el otro no importa más que a ella misma, todas las mujeres tienen derecho a revolcarse con quien quieran y les dé la gana. ¿Que ése es un hijo de puta? Bueno, puede ser, hijos de puta hay muchos, pero eso es lo mismo.

– ¿Tú crees que Cabuxa Tola se atrevería a hacer las cochinadas con un jabalí?

– ¿Y a ti qué más te da?

– Llueve sin parar desde el día de San Ramón Nonato, que tiene una timba en Carballiño, en la carretera de Ribadavia, el día menos pensado los va a coger la guardia civil y van a acabar todos en la cárcel.

– Usted dispense, el de la timba de la carretera de Ribadavia no es San Ramón Nonato, sino San Macario, no hay que confundir.

– Bueno, es igual, todo queda entre santos.

Llueve seguido y sin ninguna prisa sobre la yerba y las tejas y los cristales, llueve pero no hace frío, quiero decir mucho frío, si supiera tocar el violín me pasaría las tardes tocando el violín, si supiera tocar la armónica me pasaría las mañanas y las tardes tocando la armónica, si supiera tocar el acordeón me pasaría las mañanas y las tardes y las noches, vamos, me pasaría la vida entera tocando el acordeón, Gaudencio toca el acordeón mejor que nadie, como no sé tocar ni el violín ni la armónica ni el acordeón, como no sé tocar nada, podía haberme muerto de niño sin que me tuvieran que llorar demasiado, me paso las tardes haciendo las porquerías con quien puedo, por las mañanas y por las noches estoy más distraído, a veces no puedo hacer las porquerías con nadie pero es igual, para eso tengo dos manos, los hombres tienen que conformarse con lo que el destino disponga porque está ya todo escrito incluso antes de que lleguemos al mundo. Don Samuel Iglesias Moure es dueño de una cerería en la calle del Padre Feijoo, don Samuel parece de cera y su señora lo mismo, la gente le llama Celestial, algunas tardes don Samuel va por casa de la Parrocha a solazarse y a escuchar un poco el acordeón, lo que no tiene suerte es con las piezas, a él le gusta mucho una mazurca que Gaudencio toca muy poco.

– ¿Por qué no la interpreta de vez en cuando?

– ¿Y a usted qué más le da?

Celestial suele acostarse con Marta la Portuguesa, le gusta contarle trolas.

– Como es tetona produce mucho descanso y satisfacción, las portuguesas son muy consideradas.

– Sí, señor, todo el mundo lo dice. Y muy respetuosas.

– Eso es bien cierto.

Don Servando pasa antes que don Samuel, don Servando no tiene que aguardar turno porque es diputado provincial, don Samuel, a Marta la Portuguesa, le lleva de regalo una vela rizada.

– ¿Quieres que la prendamos?

– No, prefiero llevársela nueva al Santo Cristo de la Sangre, aguarda a que me desnude y me lave un poco la conacha, ya tendrás tiempo.