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Don Servando siempre trató a patadas a Eutelo o Cirolas, en cambio con don Samuel solía estar muy amable.

– No es difícil distinguir, don Samuel es un caballero, un poco pálido pero un caballero, y su esposa, doña Dorita, es una verdadera dama, doña Dorita es provisora del ropero de los pobres, son muy buena gente, de muy honestas y arraigadas costumbres y de toda confianza.

Don Isaac es hermano de don Samuel, don Isaac es fideero, sus macarrones marca El Vesubio son famosos en toda Galicia, don Isaac salió maricón, eso es cosa de nacimiento y le puede pasar a cualquiera, a usted o a mí sin ir más lejos, pero lo lleva con dignidad, jamás le sorprendieron propasándose con nadie, a don Isaac Iglesias Moure le llaman Filtiré, don Isaac toca el armónium en Santa María la Madre y en otros lados si lo llaman para alguna boda, en su casa don Isaac tañe la lira, instrumento al que arranca muy bellos y melodiosos arpegios, la casa de don Isaac Filtiré está presidida por un busto del Papa Pío X en escayola de colores, carmesí, oro, azul, color carne, etc., el Papa queda mismo encima de la lira y sobre una rinconera con la bandera española.

– Mi hermano es un verdadero artista, un artista de cuerpo entero y muy bien dotado para la música, para mí que acabó maricón a fuerza de darle al sentimiento.

– Puede, no le digo que no, a veces pasa.

Lo más seguro es que al molinero Lucio Mouro lo matara el mismo que a los otros dos.

– ¿Quién?

– ¡Calla, coño! ¿Es que no lo sabes?

– Dispense, estaba distraído.

A Lucio Mouro le dieron un tiro en la espalda y otro en la cabeza, llevaba una flor en la gorra de visera cuando lo mataron, la flor que dicen botón de oro.

– ¿Te acuerdas, Catuxa, de lo bueno que era?

– ¿Y no me he de acordar?

Rosicler tenía diez años, a lo mejor no los había cumplido aún, cuando se la meneó por vez primera al mono Jeremías.

– ¿Y eso a qué viene ahora?

– No sé, las cosas conviene saberlas.

– Sí, eso también es cierto.

– Y además se revuelven en la cabeza sin avisar.

Rosicler, cuando descubrió que los monos tenían el pipí como los hombres sólo que en pequeño, se puso muy contenta.

– Se lo he de decir a Moncha, lo más seguro es que ya lo sepa.

Al cerero Celestial, o sea don Samuel Iglesias Moure, un día que se acercó a la aldea a hacer un encargo, lo sorprendieron revolcándose con la parva de Martiñá en el faiado de casa de Marcos Albite.

– ¿Y tú cómo te dejaste, Catuxa, desgraciada?

– Pues ya ve, vine a lavarle al señor Marcos la lata de los meos y don Samuel me dio una peseta y se sacó el carallo.

– ¿Así, sin más ni más?

– Sí, señor, así, sin más ni más. Yo le dije, toma, toma, que todo se lo ha de comer la maldición, oh apóstol glorioso, San Judas Tadeo, que de Babilonia fuiste el rey primero, haz que los dolores de mi corazón se vuelvan en gozo con esta oración, y entonces él me tumbó en la paja.

Tanis Perello le dice a Raimundo el de los Casandulfes.

– La orden de don Camilo será cumplida, ¡como hay Dios que será cumplida! Yo ya lo tengo todo pensado, ahora lo que necesito es sentirlo bien sentido hasta que empiece a remorderme la conciencia, después ya todo será coser y cantar, no es difícil porque anda muy confiado, a lo mejor se cree que ya todo terminó y que esto va a ser así para siempre, es mejor que se lo crea y vaya tranquilo.

Tanis Perello pasa por la piedra sus dos cuchillos de monte, uno tiene las cachas de asta cervuna y el otro de plata perulera y los dos llevan sus iniciales, los cuchillos de Tanis Gamuzo cumplieron ya algunos años pero aguantan porque son de buena clase y están siempre secos y bien cuidados.

– Lo que tienen es poca carne porque no salgo mucho, si al cuchillo no se le da carne acaba ablandando.

Policarpo el de la Bagañeira ya le perdió el gusto a ver pasar el ómnibus de Santiago que va dando tumbos por el camino y tose como un asmático portugués, aunque le faltan tres dedos de la mano derecha, Policarpo el de la Bagañeira lía muy bien pitillos, ahora el tabaco de cuarterón viene lleno de palos, lo que conviene es ciscarlo sobre un periódico y quitarle los palos, si se queman en un cenicero dan buen olor al aire, lo aroman con su perfume, en el ómnibus de Santiago van siempre dos o tres curas comiendo higos secos y orejones, los alimentos dulces son propios de curas, los cómicos también son aficionados a dulces, Policarpo el de la Bagañeira dice que es capaz de amaestrar ranas pero yo no lo creo del todo, las ranas son muy difíciles de amaestrar porque son entre pícaras y bobas, que es lo peor, las mujeres se pueden amaestrar dándoles a beber vinagre, la dificultad es que no suelen dejarse, ahora son muy descaradas y medio rebeldes, Policarpo el de la Bagañeira ríe por lo bajo con sus ocurrencias, Choniña la Dulce, la señora del dulcero Méndez, le gusta mucho pero como si no, Choniña la Dulce ni lo mira. Antón Guntimil, el difunto de Fina Ramonde, murió aplastado por un mercancías en la estación de Orense, bueno, aplastado no, mejor partido por la mitad, Antón Guntimil era tatexo y medio papón, su esposa se lo decía siempre.

– El escolapio de la vespertina tiene una pichola de aquí te espero, una pichola como Dios manda y doble que la tuya, parvo, que eres un parvo, ¿no te da vergüenza?

– No, mujer, ¿qué quieres que haga?

Cuando a tía Lourdes le pegaron las viruelas, los franceses la dejaron morir, a mí que no me digan, y además tiraron su cadáver a la fosa común con los polacos, los gitanos, los moros y los indochinos, en esto los franceses son muy suyos y tampoco se andan con mayores miramientos. Moncho, el primo de Manueliño Remeseiro Domínguez que tenía nombre de cuervo, a lo mejor es al revés, murió de la tos ferina cuando andaba por los seis o siete años.

– Duró poco.

– Sí, la verdad es que no duró demasiado, se conoce que no era de buena clase.

El cuervo Moncho silba ya algunos compases de la mazurca del ciego Gaudencio, todavía le falta para saberla entera.

– ¿Es verdad que Manueliño Remeseiro tuvo sus más y sus menos con María Auxiliadora Porras, la novia que dejó a Adolfito porque se le estaba poniendo pinta de muerto?

– ¡Qué barbaridad! ¿Quién le ha contado a usted semejante disparate?

La señorita Ramona no tuvo suerte con los hombres, bueno, con los posibles maridos, se conoce que apuntó demasiado alto y, claro es, marró el golpe, en esta cuestión hay que ser muy humilde porque el tiempo lucha en contra de los propósitos y las voluntades, la señorita Ramona supuso siempre que podría casarse con quien quisiera y le diese la gana, que podría elegir y mandar, pero se equivocó y ahora va camino de morir soltera.

– Bueno, soltera, sí, pero no virgo, quede claro, lo que más me hubiera molestado es no haber perdido el virgo a su tiempo, es un desaire cumplir los veinticinco años con el virgo puesto, la verdad es que eso no se le ocurre a nadie.

Robín Lebozán escribe poesías en gallego, lo que no quiere es enseñarlas a la gente.

– No, a mí me parece que es un acto de impudor eso de leer a los demás las propias poesías, ¿a quién puede importarle?

Raimundo el de los Casandulfes no acaba de levantar cabeza, sigue taciturno y huraño, le salva su buena educación.

– Estoy deseando oír la bomba de palenque, mañana he de visitar a tío Evelio para que me dé ánimos, ¡qué vergüenza, un viejo consolando a un joven! La orden de tío Camilo hay que cumplirla, ya lo sé, las órdenes son las órdenes, pero yo estoy deseando oír la bomba de palenque, un muerto sólo se equilibra con otro muerto y esto no depende del gusto de nadie, todos deberíamos llevar un botón de oro en el sombrero o una flor de tojo, Noriega Varela llevaba todos los domingos y fiestas de guardar unas flores de tojo al camposanto.

– ¿Para qué muerto?

– Para ninguno en especial, las flores de tojo de don Antonio eran para los muertos, todos los muertos son de Dios, a los muertos les gustan mucho las flores, fíjese que en el camposanto nacen siempre las flores más hermosas, a los muertos se les escapa el alma por las flores que nacen sobre las tumbas, si se les pone una piedra encima el alma no tiene respiración.

Raimundo el de los Casandulfes camina las trochas heridas, las anda con mucha tristeza y recogimiento.