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– ¿Y no podemos mandar a alguien?

– Sí, sí, claro, de eso me encargo yo, cuando yo diga vendrá un hombre y sacará todo del vestíbulo, las cajas, los papeles, lo más gordo, todo, para hacer una hoguera, después entrarás tú y nadie más.

– Bueno.

La muerte es una necedad habitual, un uso que va perdiendo prestigio, las viejas razas desprecian a la muerte, la muerte es una costumbre, observa que las mujeres disfrutan mucho en los funerales, dan órdenes y consejos, las mujeres se sienten a sus anchas en los funerales. El P. Santisteban, S. J., habla de la muerte con mucha confianza, quizá lo dé el oficio, en la Biblia se dice que más vale perro vivo que león muerto, seguramente es verdad, más vale miñoca viva que mujer bellísima muerta, ¿de qué te vale ganar el mundo si pierdes el alma?, dicho así también es verdad, tío Cleto toca el jazz-band repiqueteando con un palito sobre la mesa, el vaso, la botella, la bacinilla, el marco de la ventana, cada cosa tiene su sonido, el mérito está en hacerlas sonar a su tiempo y no antes ni después, tía Jesusa ya no podrá volver a oír los cuescos de tío Cleto, desde el cielo no se escuchan los sonidos innobles, tía Emilita se quedó muy sola.

– Al fondo de la laguna de Antela no llegó nadie nunca, el que cruza la laguna de Antela pierde la memoria y se condena para toda la eternidad, los desmemoriados no pueden salvarse porque Dios y los santos tienen en mucho aprecio a la memoria, en la memoria anida el sufrimiento pero también el ánimo.

Don Claudio Blanco Respino no ve con buenos ojos a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, mujer que habla más de lo necesario, la murmuración es un feo vicio que acarrea grandes males a la sociedad, ¡joder qué frase!, la murmuración puede hasta causar guerras, epidemias y otras catástrofes, don Claudio, el cuñado del tuerto Vagamian, se queda pensativo y en silencio, hubiera podido oírse el volar de una mosca, la laguna de Antela está llena de mosquitos, de ranas y de culebras de agua, y los muertos de Antioquía piden perdón tañendo las campanas la noche de San Juan, las campanas suenan muy raro con el agua encima.

– ¡Qué pensamientos! Se conoce que me remuerde la conciencia.

Don Brégimo Faramiñás, el padre de la señorita Ramona, tocaba el banjo con mucho albedrío, lo malo es que murió, a Roquiño, el parvo que estuvo cinco años sin salir de un baúl de lata de alegres colores, con sus grecas y sus zigzags, le arrea tundas su madre, Secundina fuma cuando no la ven, lava las colillas con vinagre y prepara muy bien el tabaco, quien limpió el vestíbulo de casa de tío Cleto no fue un hombre, fue Secundina, la recomendó Remedios, la patrona de la taberna de Rauco.

– Es burra pero trabaja bien, y el parvo no molesta porque lo arrima a un rincón y se está quietiño todo el tiempo, hay veces que ni respira.

La señorita Ramona le dijo a tío Cleto,

– Remedios dice que un hombre no hay pero que Secundina ha de hacer bien la limpieza, puede venir mañana mismo por la mañana temprano.

– Bueno, que venga mañana a las doce en punto pero no antes.

La madre de la señorita Ramona se ahogó en el río Asneiros, hay quien se ahoga en una palangana, la madre de la señorita Ramona fue mujer muy distinguida y espiritual, una de esas mujeres que siempre se quieren morir.

– Recuerdo que le gustaban mucho los versos de Bécquer.

– No me extraña.

En casa de tío Cleto está todo estropeado y manga por hombro, se le rompió la bomba de subir agua del pozo, tiene los cristales rotos, casi todos los cristales, en su lugar pone cartones y latas, también el asiento de una silla de anea, está sin luz, le cortaron el teléfono y las telarañas son cada vez más tupidas, la perra Véspora se murió aullando, la perra Véspora aullaba porque olía dos muertes, la de tía Jesusa y la suya propia, Secundina hizo un montón con las cajas y los papeles, también chaquetas y zapatillas y un hule que tenía lo menos diez metros, y le plantó fuego cuando se lo mandaron, no antes, unos creen en supersticiones y otros no, eso va en gustos, unos creen en milagros y en balnearios y otros no, puede que también sea cosa de la educación de cada cual, hay dioses finos y bien educados, Sucellus con sus barbas y Cernunno con sus cuernos, y dioses zafios y mal educados, trae mala suerte sólo pronunciar su nombre, una oleada de ignorancia se extiende sobre todos nosotros sin que podamos evitarla, tampoco sabemos esquivarla, Robín Lebozán se lo advirtió la otra noche a la señorita Ramona,

– Esta marea de ignorancia va a dar lugar a reacciones muy amargas, Moncha, y yo no conozco antídoto para ese veneno.

– Ni yo tampoco, Robín, esperemos que pase sin arrastrarnos.

Raimundo el de los Casandulfes canturrea Corazón santo cuando se afeita, corazón santo, tú reinarás, tú nuestro encanto siempre serás.

– ¿No sabes otra cosa?

– ¿Y a ti qué más te da?

Raimundo el de los Casandulfes también tararea el Cara al Sol y Mi jaca, el Oriamendi lo silba porque no sabe la letra, lo mismo le pasa con el Himno de Riego, con éste hay que andarse con más cuidado porque puede molestar a alguien. Raimundo el de los Casandulfes no se olvida de la camelia blanca de la señorita Ramona, se conoce que la tristeza no le atacó a la memoria.

– Toma, Moncha, esto es como un foro, para que veas que me acuerdo siempre de ti.

– No, Mundiño, ya sé que esto es como un foro, tú lo dices, de los foros no hay que acordarse, son como la respiración, yo para ti soy como la respiración, es triste pero es verdad, puede que tampoco sea triste.

Baldomero Marvís Casares, Tripeiro, el padre de los Gamuzos, decía siempre que tan difícil como perder es ganar, hay que andar por la vida pisando fuerte, sí, pero sin alborotar demasiado ni asoballar al prójimo, puede dar mal resultado asoballar al prójimo porque a veces brillan las puñaladas, no todos los cuerpos tienen buena encarnadura, los hay que no, Nunciña Sabadelle quiso ver mundo y no pasó de las Burgas, uno piensa que ha de comerse todo lo que le echen pero después ve que no, que no se come ni una rosca y tiene que bajar la cabeza para que no lo maten a trallazos, es duro tener que fracasar y aguantarse, las ranas del condado de Tipperary no tienen nada que envidiar a las de la laguna de Antela.

– ¿Recibió usted carta de doña Argentina?

– Sí, fue la que me contó lo de los aviadores, mire lo que dice: Ésta es la escuela de Vedrines, que era el nombre de un famoso aviador que contrataba la junta de festejos para verlo volar en su aeroplano haciendo mil acrobacias en el aire, de noche se exhibía con el aeroplano perfilado de bombillas de colores, esto ya se lo dije a usted. ¡Todo un espectáculo de fiestas! Se pagaba por estar sentado en una silla de tijera 25 cts. o 50 cts., según el sitio y los demás, sobre todo la chiquillería, en los alrededores. ¿Le canso?

– No, no, siga.

– Bueno. Iban las mujeres elegantísimas con grandes pamelas con flores y pájaros y la falda hasta el tobillo. Los aviadores se llamaban…, bueno, no sigo leyendo porque eso ya lo sabe.

La historia corre como un caballo desbocado, como un galgo tras la liebre, como un ciempiés, las hojas blancas y amarillas del calendario fueron cayendo como las hojas verdes y doradas de las higueras, igual que las hojas muertas de las higueras que no queda ni una, y los hombres inventaron la maña de preñar vacas en frío y sin el toro montándolas, como se había hecho siempre desde que Dios inventó las vacas y los toros, la historia corre atropellando al tiempo, a veces las cosas pasan fuera de su tiempo por culpa de la historia, verbigracia, ¿por qué los elefantes de Aníbal no salieron del arca de Noé? Norberto Somoza Donfreán, el nieto de doña Argentina, es veterinario a lo moderno.