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Se lo tendí a Lotty, señalándole la foto con el dedo.

– Traducción, por favor.

Leyó el pie de foto.

– Está utilizando ondas sonoras para asegurarse que el bebé se mueve, comprobando los latidos del corazón para saber si son normales. También se puede conocer aproximadamente el peso y la talla con esos chismes. Al final del embarazo, incluso se puede conocer el sexo.

Lotty prosiguió:

– El perinatólogo es un tocólogo que se especializa en tratar las complicaciones del embarazo. Si tu bebé ha nacido con problemas, tienes que llevarlo a un pediatra especializado, un neonatólogo. Consuelo necesitaba un perinatólogo. Si hubiese aparecido, la pequeña Victoria Charlotte podía haber durado lo suficiente como para haberla llevado al neonatólogo, que por cierto, tampoco parecía estar por allí.

Se quitó las gafas y las puso sobre la mesa, junto a los papeles.

– El problema del doctor Burgoyne es evidente. Por eso no quería que yo viese sus notas. Lo que no entiendo es por qué no las tiró. El informe mecanografiado es lo bastante explicativo, sin revelar ninguna negligencia manifiesta.

– Lotty, puede que a ti te resulte evidente, pero a nosotros no. ¿De qué estás hablando? -preguntó Max. Al contrario que ella, seguía hablando con un fuerte acento vienés. Cogió los informes y se puso a mirarlos.

– En el informe mecanografiado explican que Consuelo mostraba síntomas de urgencia no ambulatoria. Estaba de parto y en estado comatoso. Le administraron dextrosa para intentar recuperar el azúcar en la sangre y subir su presión sanguínea. En el informe mecanografiado dicen que utilizaron ritodrina para intentar retrasar el parto. Luego se planteó la duda de si podrían detener el parto sin que muriese, así que siguieron adelante y sacaron al niño. Luego ella murió, por complicaciones en el embarazo. Pero las notas manuscritas de Burgoyne cuentan una historia bien diferente.

– Sí, ya lo veo -Loewenthal levantó la cabeza de las notas manuscritas de Peter-. Lo cuenta todo, ¿verdad?

Pensé que iba a ponerme a gritar de impaciencia.

– ¡Contádmelo a mí!

– ¿A qué hora llegasteis al hospital? -me preguntó Lotty en lugar de explicarme.

Sacudí la cabeza.

– No puedo recordarlo. Hace casi un mes.

– Eres, detective, una observadora entrenada. ¡Piensa!

Cerré los ojos, reviviendo el caluroso día, la fábrica de pinturas.

– Llegamos a la fábrica a la una. La cita de Fabiano era a la una y yo había mirado el reloj del coche; llegamos por los pelos. Cuando Consuelo se puso de parto, sería un cuarto de hora más tarde. Digamos que perdí unos quince minutos en la fábrica averiguando a qué hospital ir y cómo llegar allí. Otros quince minutos en llegar. Así que debían ser alrededor de las dos menos cuarto cuando llegamos a Friendship.

– Y hasta las tres no llamaron a Abercrombie -dijo Max-. Así que pasó una hora entera antes de que empezasen a hacer algo por ella.

– Así que cuando hablé con aquella mujer horrible de la administración, no la estaban atendiendo -dije-. Maldita sea, tenía que haber armado un escándalo mayor en aquel momento. Debieron haberla tenido esperando en la camilla durante una hora mientras discutían si la atendían o no.

Lotty no hizo caso de esto último.

– La cuestión es que dicen que le dieron ritodrina. Es la mejor medicación que hay actualmente y, desde luego, es lo que hubiera hecho Abercrombie, si hubiese estado allí. Pero las notas de Burgoyne dicen que le dieron sulfato de magnesio. Eso puede provocar un ataque al corazón, que es lo que ocurrió en el caso de Consuelo. El apuntó que se le detuvo el corazón, le sacaron al niño y reanimaron a Consuelo, pero todos los shocks que había recibido su organismo durante el día fueron demasiado: su corazón se volvió a detener por la noche, y ya no pudieron reanimarla.

Sus cejas se fruncieron.

– Cuando Malcolm llegó, debió darse cuenta de lo que había pasado. Pero puede que no supiese si habían usado exactamente ritodrina. Si la bolsa de gota a gota no estaba claramente etiquetada…

Su voz fue desvaneciéndose según intentaba visualizar la escena. Los botelleros empezaron a girar a mi alrededor y el suelo pareció alzarse contra mí. Me golpeé con el borde de la mesa.

– No -dije en voz alta-. No es posible.

– ¿Qué pasa, Vic? -los agudos ojos de Max estaban alerta.

– Malcolm. No le habrían matado para impedirle contar lo que había visto. No puede ser.

– ¡Qué! -dijo Lotty-. No es momento para bromas, Vic. Cometieron un error grave. Pero matar a un hombre, ¡y de forma tan brutal! De cualquier modo, cuando habló conmigo me dijo que estaban utilizando el medicamento adecuado. Así que quizá no supiese nada. O tal vez les preguntó a las enfermeras más tarde. Tal vez por eso me dijo que quería comprobarlo todo aquella noche, antes de escribir el informe. Lo que no entiendo es dónde demonios estaba el dichoso Abercrombie. Burgoyne dice que intentó localizarle más de una vez, pero que no apareció.

– Supongo que podría intentar encontrar la oficina de Abercrombie -dije sin entusiasmo-. Para ver si había dejado alguna nota reveladora por allí.

– No creo que sea necesario -Max había estado estudiando el folleto-. Podemos usar la lógica. Dicen que está de guardia las veinticuatro horas del día. No dicen que forma parte del personal del hospital.

– ¿Entonces?

Hizo una mueca.

– Aquí es donde mis conocimientos especializados se revelan importantes. Te preguntas por qué Lotty me trajo. Te dijiste a ti misma, «¿por qué este anciano senil irrumpe en mi investigación…?».

– Vamos, hombre -dije-. Vete al grano.

Se puso serio.

– Durante los últimos diez años ha habido un aumento en la edad en que las mujeres cultas dan a luz. Tienen sus primeros hijos mucho más tarde de lo que solían hacerlo. Como son personas enteradas, conocen los riesgos. Y quieren ir a un hospital en el que sepan que hay un experto que se encontrará a mano para atender cualquier complicación.

Asentí. Tengo un gran número de amigas agonizando en los diversos estadios de la concepción, el embarazo y el parto. La gente se enfrenta ahora a los embarazos con el cuidado extremo que antes reservábamos para comprarnos un coche.

– Así que en estos momentos hay bastantes personas que se preocupan de que en los hospitales que quieran ser competitivos en estos temas haya un perinatólogo a mano. Y tienen equipos completos de monitorización fetal, unidades de cuidado intensivo neonatal, etc. Pero para que eso sea rentable, necesitas tener una media de partos de dos mil quinientos a tres mil al año -puso una sonrisa de lobo-. Ya sabes. El saldo final. No podemos ofrecer servicios que no sean rentables.

– Ya veo.

Lo veía. Veía un panorama del conjunto con claridad asombrosa. Excepto en lo que se refiere a unos pocos detalles. Como Fabiano. Dick y Dieter Monkfish. Pero se me iban ocurriendo ideas.

– ¿Así que el doctor Abercrombie es una quimera? -pregunté-. ¿Contrataron a un actor para que posase junto a la máquina de control neonatal?

– No -dijo Max juicioso-. Estoy seguro de que existe. Pero, ¿estará de verdad ligado al hospital? Friendship está en una zona de alto nivel económico, ¿no? No suelen ocuparse de embarazos de alto riesgo, del tipo del de Consuelo: joven, una dieta incorrecta, etc. Si una de las pacientes de tu doctor Burgoyne parece que vaya a tener complicaciones se traen al doctor Abercrombie para que la vea. Pero, ¿por qué pagar un cuarto de millón de dólares al año a alguien cuyo trabajo no es necesario más que una vez al mes como mucho?

Me sirvió un poco más de vino en la copa y probó el suyo. Asintió distraído, prestando muy poca atención al vino.