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Choi Ki-Moon escrutó la cara del mandarín y palideció.

– Sin duda hacía mucho tiempo que deseaba quitarse de encima a su mujer -continuó Di-, tal como su familia política lo acusó en la audiencia. Usted le entregó un frasco haciéndole creer que se trataba de un remedio cualquiera. Repitió el método con su compañero de celda, y colocó cerca del cuerpo estas providenciales confesiones. ¡Se ha burlado usted de la justicia dos veces seguidas, y del mismo modo!

Lo que más enfurecía a Di era haber tenido que pasar tanto tiempo investigando en compañía de alguien que se estaba burlando de él a su espalda.

– A fin de cuentas -concluyó-, hemos formado un buen equipo. Un juez y un criminal, ¿hay mejor combinación?

El coreano se hincó de rodillas, pegó la frente al suelo y pidió el favor de suicidarse.

– ¡Ni hablar! -respondió Di-. El suicidio es un final reservado a las almas nobles. Usted es un vulgar crápula. Y de todos modos no es el tipo de persona que pone fin a su vida. Usted encontraría la manera de zafarse, estoy seguro, y eso no lo puedo permitir.

A una palmada de sus manos, dos guardias entraron en la estancia. Cogieron al médico y lo despojaron de sus ropas una a una. Luego apareció un eunuco portando una túnica de tela cruda e hizo que se la pusiera. Di quería cerciorarse de que el hombre no se llevaba ningún veneno a la cárcel. Recomendó que lo encerraran en una celda particular, que convendría registrar cada mañana. Antes de dejarse llevar, Choi Ki-Moon se volvió por última vez al mandarín.

– Suplico a Su Excelencia que recuerde que le he servido bien ayudándole a engañar a un buen número de mis colegas.

– No sé si debo admirarlo por eso -dijo Di-. En todo caso, recomendaré al juez Wei, que me aprecia en demasía, que le conceda estas circunstancias atenuantes.

El coreano hizo una reverencia y salió de la habitación flanqueado por los dos esbirros. Considerando lo mucho que Wei Xiaqing apreciaba a Di, era dudoso que el envenenador salvara la cabeza. En el mejor de los casos, una intervención del Gran Servicio Médico le valdría una estancia de por vida en las minas, donde podría prodigar a mansalva su arte sobre los otros forzados y sus vigilantes.

***

Unos días más tarde, un palanquín militar precedido y seguido de soldados armados trasladaba a Di al puesto de mando donde tenían su sede las más altas autoridades de policía, su nuevo destino. Cuando la comitiva pasaba junto al recinto del Gran Servicio Médico, el magistrado ordenó inesperadamente detener el palanquín. Bajó del vehículo y se acercó a leer un gran letrero pintado sobre un panel de madera que acababan de instalar cerca de la entrada. Era el código de deontología médica redactado por Sun Simiao. Ante sus ojos tenía íntegras las medidas por las que el gobierno sancionaba los asesinatos recogidos en su informe. Sin duda la Corte necesitaba demasiado a esta institución para atacar más duro. Di leyó el último párrafo de la arenga cargada de idealismo y generosidad.

«Las reglas de la medicina prohíben mostrarse inconsecuente y gastar bromas en perjuicio de otros, suscitar escándalo, decretar qué es justo o falso, divulgar los secretos de la gente, jactarse denigrando a otros médicos y proclamando los propios méritos. El espíritu del médico debe orientarse por entero a ayudar al paciente.»

«¡Bueno! ¡Van a tener trabajo!», pensó Di antes de subir de nuevo a su palanquín.

CARRERA DEL JUEZ DI YEN-TSIE

630 Di nace en Taiyuan, capital de la provincia de Shanxi. Allí supera sus exámenes de provincia.

650 Su padre es designado consejero imperial en la capital y Di se convierte en su asistente. Sus padres hacen que contraiga matrimonio con la hija de un alto funcionario, la Dama Lin Erma. Después de obtener su doctorado, se convierte en secretario de los Archivos Imperiales y toma una Segunda Esposa. Una investigación en los Archivos, hacia el año 660, le inspira la idea de postular a la carrera de juez itinerante.

663 Di se convierte en magistrado de Peng-lai, pequeña ciudad costera del nordeste, próxima a la desembocadura del río Amarillo. Toma una Tercera Esposa, hija de un letrado arruinado.

664 Diez pequeños demonios chinos. En plena fiesta de los fantasmas, se encuentran unas estatuillas que representan a las divinidades maléficas en los mismos lugares donde se han cometido diversos asesinatos. Di debe descubrir la razón de esta oleada criminal y tranquilizar a la población, convencida de que los demonios han escapado del infierno. La noche de los jueces. Di es convocado por la Prefectura de Pien-fou, una agradable ciudad balnearia codiciada por todos sus colegas. Allí se le pide que resuelva el enigma planteado por el asesinato del magistrado local.

666 Di es destinado a Han-yuan, ciudad situada a orillas de un lago, al noroeste de la capital. La Dama Di lleva la investigación. Inmovilizado por una pierna rota, deja que sea su Primera Esposa quien le ayude a dilucidar el origen de una momia encontrada en el bosque, así como la de un esqueleto desenterrado en el jardín de un famoso pintor.

667 El arte delicado del duelo. Di se ve enfrentado a una epidemia misteriosa que siembra el pánico entre sus administrados.

668 El juez Di es destinado a Pou-yang, floreciente ciudad sobre el Gran Canal imperial, que cruza el imperio de norte a sur. El castillo del lago Zhou-an. De camino para asumir su cargo, una inundación le obliga a detenerse durante unos días en una lujosa finca donde un cuerpo que flota en el agua parece instarle a castigar su muerte. El palacio de las cortesanas. En primavera, Di debe resolver el caso de un cuerpo sin cabeza que ha sido hallado en una casa de citas reservada a los ricos burgueses.

669 Pequeños crímenes entre monjes. El juez Di visita un monasterio taoísta y envía a la Dama Primera a realizar un retiro en un convento de monjas budistas. Una serie de muertes de naturaleza sospechosa afecta a los religiosos.

676 Di es magistrado de Pei-cheu, en el extremo norte del imperio, una región con importante influencia mongol. Muerte de un maestro de go. Durante una gira de recolecta fiscal a través de las montañas, hace un alto en una pequeña ciudad fortificada donde este juego hace furor.

677 Di es destinado a la capital. Muerte de un cocinero chino. Mientras espera su nuevo destino, se le encarga que investigue en las cocinas de la Ciudad Prohibida. De su resultado depende la vida de un centenar de cocineros. Medicina china para asesinos. Al final de ese mismo año, Di recibe el encargo de descubrir al asesino entre los miembros del Gran Servicio Médico, organismo central de la medicina china.

680 Di Yen-tsie es nombrado ministro de la emperatriz Wu.

700 Tras alcanzar el rango de duque de Liang, fallece en Chang'an a la edad de 70 años.

Frédéric Lenormand

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