Выбрать главу

Durmió cada cual como pudo, con sus propios y secretos sueños, que los sueños son como las personas, quizá parecidos, pero nunca iguales, tan poco riguroso sería decir, Vi un hombre, como Soñé con agua corriente, no basta esto para saber qué hombre era ni qué agua corría, el agua que corrió en el sueño es agua sólo del soñador, no sabremos qué significa al correr si no sabemos qué soñador es ése, y así vamos del soñador a lo soñado, de lo soñado al soñador, preguntando, Un día tendrán lástima de nosotros las gentes del futuro, por saber tan poco y tan mal, padre Francisco Gonçalves, esto dijo el padre Bartolomeu Lourenço antes de recogerse a su cuarto, y el padre Francisco Gonçalves como le competía respondió, Todo el saber está en Dios, Así es, respondió el Volador, pero el saber de Dios es como un río de agua que va a dar a la mar, es Dios la fuente, los hombres el océano, no valía la pena haber creado tanto universo si no fuera para ser así, y a nosotros nos parece imposible que pueda alguien dormir después de haber dicho y oído estas cosas.

De madrugada, llegaron Baltasar y Blimunda, llevaban la mula por la reata, pero el padre Bartolomeu Lourenço no precisó que lo llamaran, abrió la puerta apenas oyó batir las herraduras en las piedras, y salió luego, estaban ya hechas las despedidas, quedaba el cura de Mafra con materia para pensar, Si Dios era fuente y los hombres océano, y qué parte del saber general le cabrá de hoy en adelante, que del saber pasado lo ha olvidado casi todo, excepto, y eso gracias a una práctica continuada, el latín de la misa y de los sacramentos y el camino entre las piernas del ama, que esta noche, por mor del visitante, tuvo que dormir en el hueco de la escalera. Sostenía Baltasar la mula, y Blimunda estaba apartada unos pasos, con los ojos bajos, cubierta con el embozo, Buenos días, dijeron ellos, Buenos días, dijo el cura, y preguntó, Aún no ha comido Blimunda, y ella, desde la sombra de las ropas, respondió, No he comido, porque sí habían comentado algo Baltasar y el padre Bartolomeu, Dile a Blimunda que no coma, y así le fue dicho a ella, murmurado al oído, cuando ya estaban acostados, para que no los oyeran los viejos, que ya era misterio bastante.

Por las calles oscuras fueron subiendo hasta el alto de la Vela, aquél no era el camino para la aldea de Paz, obligado para el norte que el cura lleva, pero era como si tuvieran que alejarse de los lugares habitados, aunque en todos estos chamizos esté la gente durmiendo, o despertándose ya, son construcciones de fábrica precaria, lo más que hay por aquí son cavadores, gente de mucha fuerza y poco regalo, volveremos a pasar por estos sitios de aquí a unos meses, mejor aún si fueran años, y encontraremos una gran ciudad de tablas, mayor que Mafra, quien viva lo verá, esto y otras cosas, por ahora bastan los toscos aposentos para en ellos descansar sus huesos los fatigados hombres del pico y el azadón, pronto sonarán las cornetas, que también aquí hay tropa, ya no anda muriendo en la guerra, y lo que hace es guardar a estas groseras legiones, o ayudar donde no sufra desdoro el uniforme, en verdad apenas se distinguen los guardas de los guardados, rotos unos, desgarrados los otros. El cielo está ceniciento y perla por el lado del mar, pero sobre las lomas de enfrente se extiende lentamente un color de sangre aguada, después viva y vivísima, y pronto vendrá otro día, oro y azul, que la estación corre hermosa. Blimunda nada ve, tiene los ojos bajos, en el bolsillo el mendrugo que aún no puede comer, Qué querrán de mí.

Es el cura el que quiere, no Baltasar, éste sabe tan poco como Blimunda. Abajo se distingue confusamente el trazado de los fosos de cimentación, negro sobre sombra, ahí estará la basílica. El terraplén empieza a llenarse de hombres, encienden hogueras, un bocado caliente para empezar el día, restos de ayer, pronto estarán bebiendo el caldo de la escudilla, mojando miga de pan, sólo Blimunda tendrá que esperar. Dice el padre Bartolomeu Lourenço, En el mundo te tengo a ti, Blimunda, y a ti, Baltasar, están mis padres en Brasil, en Portugal mis hermanos, padres y hermanos tengo pues, pero para esto no sirven hermanos ni padres, amigos se requieren, oíd pues, en Holanda supe que el éter no es eso que generalmente se cree y enseña, y no se puede alcanzar por las artes de alquimia, para ir a buscarlo allá donde está, en el cielo, tendríamos que volar, y aún no volamos, pero el éter, y ahora mucha atención a lo que digo, antes de subir a los aires para ser aquello de donde las estrellas cuelgan y el aire que Dios respira, vive dentro de los hombres y mujeres, Es el alma, concluyó Baltasar, No lo es, también yo, al principio, pensé que fuera el alma, también creí que el éter, en definitiva, estaba formado por las almas que la muerte libera del cuerpo antes de ser juzgadas en el fin de los tiempos y del universo, pero el éter no se compone de las almas de los muertos, se compone, oídlo bien, de las voluntades de los vivos.

En el tajo, empezaban los hombres a bajar a los fosos, donde apenas se veía nada. Dijo el cura, Dentro de nosotros existen voluntad y alma, el alma se retira con la muerte, y va allá donde las almas esperan el juicio, nadie sabe, pero la voluntad, o se separó del hombre estando vivo, o se separa de él con la muerte, ella es el éter, es, pues, la voluntad del hombre lo que sostiene las estrellas, y es la voluntad del hombre lo que Dios respira, Y yo qué hago, preguntó Blimunda, pero adivinaba la respuesta, Verás la voluntad dentro de las personas, Nunca la he visto, y tampoco vi nunca el alma, No ves el alma porque el alma no se puede ver, no veías la voluntad porque no la buscabas, Cómo es la voluntad, Es una nube cerrada, Qué es una nube cerrada, La reconocerás cuando la veas, prueba con Baltasar, para eso hemos venido aquí, No puedo, he jurado que nunca lo vería por dentro, Entonces, hazlo conmigo.

Blimunda alzó la cabeza, miró al cura, vio lo que siempre veía, más iguales las personas por dentro que por fuera, sólo cuando están enfermas no lo son, volvió a mirar, dijo, No veo nada. El cura sonrió, Quizá es que yo no tengo voluntad, mira mejor, Veo, veo una nube cerrada sobre la boca del estómago. El padre se santiguó, Gracias, Dios mío, ahora volaré. Sacó de la alforja un frasco de cristal que tenía presa en el fondo una pastilla de ámbar amarillo, Este ámbar, también llamado electro, atrae al éter, andarás siempre con él allá donde ande gente, en procesiones, autos de fe, aquí en las obras del convento, y cuando veas que la nube va a salir de uno de ellos, cosa que está ocurriendo siempre, acercas el frasco abierto, y la voluntad entrará en él, Y cuando esté lleno, Cuando hay una voluntad dentro, está lleno ya, pero ése es el indescifrable misterio de las voluntades, donde cabe una, caben millones, el uno es igual al infinito, Y qué haremos entre tanto, preguntó Baltasar, Voy a Coimbra, desde allá, a su tiempo, mandaré recado, entonces iréis los dos a Lisboa, tú construirás la máquina, tú recogerás voluntades, nos encontraremos los tres cuando llegue el día de volar, te abrazo, Blimunda, no me mires de tan cerca, te abrazo, Baltasar, hasta la vuelta. Montó en la mula y empezó a bajar por la ladera. El sol había aparecido sobre las lomas. Come el pan, dijo Baltasar, y Blimunda respondió, Aún no, primero quiero ver la voluntad de aquellos hombres.