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en casa había, las galas de ver al Señor, que habiéndonos hecho desnudos sólo vestidos nos admite en su presencia, a ver quién entiende a este dios o a la religión que le han hecho, verdad es que desnudos no siempre somos bellos, se ve por la cara si no la pintan, imaginemos, por ejemplo, qué cuerpo tendrá el San Jorge que ahí viene si le quitamos la armadura de plata y el gorro de plumas, un muñeco lleno de bisagras, sin sombra de pelo en los lugares donde los hombres lo tienen, que puede un hombre ser santo y tener lo que otros hombres tienen, ni debía concebirse una santidad que no conociera la fuerza de los hombres y la flaqueza que a veces en esa fuerza hay, y aún más, cómo se explicará esto a San Jorge, que viene montado en su caballo blanco, si esto es caballo que merezca el nombre, siempre viviendo en las reales caballerizas, con su criado para tratarlo y pasearlo, caballo sólo para que lo monte el santo, caballo nunca montado por el diablo, ni por hombre siquiera, triste bestia que ha de morir sin haber vivido, Dios quiera que, muerto y desollado, seas piel de tambor, y alguien redoblando en ella despierte tu indignado corazón, tan viejo, sin embargo todo en este mundo se equilibra y compensa, como ya se comprobó con lo de las muertes del chiquillo de Mafra y del infante Don Pedro y aún más se comprueba hoy, es un niño escudero el paje de San Jorge, y viene montado en un caballo negro, alzando lanza y emplumado yelmo, cuántas madres, puestas a los lados de las calles, mirando la procesión por encima de los hombros de los soldados, van a soñar luego por la noche con que sobre aquel caballo es su hijo quien va, paje de San Jorge en la tierra, y quizá en el cielo, que sólo por esto valió ya la pena haberlo parido, y de nuevo San Jorge se aproxima ahora en un gran estandarte llevado por la hermandad de la Real Iglesia del Hospital Real, y en fin, para conclusión de esta primera gloria, avanzan timbaleros y trompeteros, de terciopelo vestidos y plumas blancas, ahora una pausa brevísima, porque ya de la capilla real están saliendo las hermandades, hombres y mujeres a miles, puestos en orden de pertenencia y sexo, aquí no se mezclan evas con adanes, mira, ahí va Antonio María, y Simón Nunes, y Manuel Caetano, y José Bernardo, y Ana da Conceição, y Antonio de Beja, y trivialmente José dos Santos, y Bras Francisco, y Pedro Caim, y María Caldas, tan variados son los nombres como los colores, capas rojas, azules, blancas, negras y carmesí, hopas cenicientas, mucetas pardas y azules y rojas, y blancas y amarillas, y carmesí y verdes y negras, como negros son algunos de los cofrades que pasan, lo peor es que esta fraternidad, incluso yendo en procesión, no llega a los grados de Nuestro Señor Jesucristo, pero promete, basta que Dios un día se disfrace de negro y proclame en las iglesias, Cada blanco vale medio negro, arréglenselas ahora para entrar en el paraíso, por eso un día las playas de este jardín, plantado por azar junto al mar, estarán llenas de postulantes ennegreciéndose el lomo, idea que hoy haría reír, algunos ni a la playa irán, se quedan en casa y se pringan con untos varios, y cuando salen no los reconoce ni el vecino, Qué hace aquí este loco, ésa es la gran dificultad de las hermandades de color, mientras tanto van saliendo éstas, la de Jesús María, la del Rosario, la de San Benito, el que come poco y anda gordito, la de Nuestra Señora de la Gracia, la de San Crispín, la de la Madre de Dios de San Sebastián da Pedreira, que es donde viven Baltasar y Blimunda, la de la Vía Sacra de San Pedro y San Pablo, otra también de la Vía Sacra, pero del Alecrim, la de Nuestra Señora da Ajuda, la de Jesús, la de Nuestra Señora del Recuerdo, la de Nuestra Señora de la Salud, sin ella cómo tendrá virtud Rosa María, y la Severa qué virtud tendría, y vienen luego la hermandad de Nuestra Señora del Olivo, a cuya sombra un día comió Baltasar, la de San Antonio de las Franciscanas de Santa Marta, la de Nuestra Señora de la Quietud de las Flamencas de Alcántara, la del Rosario, la del Santo Cristo y San Antonio, la de Nuestra Señora de la Cadena, la de Santa María Egipcíaca, si fuese Baltasar de la guardia real ésta sería su hermandad, qué pena que no haya una de mancos, y ahora la hermandad de la Piedad, ésta podría ser, otra de Nuestra Señora de la Cadena, pero del convento del Carmen, la primera era de las Terciarias de San Francisco, parece que faltan invocaciones y las repiten ya, vuelve el Santo Cristo, pero el de la Trinidad, que el otro era de los Paulistas, y la hermandad de la Buena Ayuda, a Baltasar de nada le ayudó la Oficina de Palacio, la de Santa Lucía, la de Nuestra Señora de la Buena Muerte, si es que la hay buena, la de Jesús de los Olvidos, por este detalle se descubre cómo anda perdida una religión que anda dejando por ahí olvidados y les manda un Jesús mal encomendado, si fuera él el auténtico se acababan los olvidos, y la de las Almas de la Iglesia de la Concepción, sol haga y llueva no, la de Nuestra Señora de la Ciudad, la de las Almas de Nuestra Señora da Ajuda, la de Nuestra Señora de la Peña, la de San José de los Carpinteros, la del Socorro, la de la Piedad, la de Santa Catalina, la del Niño Perdido, unos perdidos y otros olvidados, ni encontrados ni recordados, que ni el Recuerdo les vale la de Nuestra Señora de las Candelas, otra de Santa Catalina, primero de los libreros, ahora de los calceteros, la de Santa Ana, la de San Eloy, santito rico de los orfebres, la de San Miguel y de las Almas, la de San Marcial, la de Nuestra Señora del Rosario, la de Santa Justa, la de Santa Rufina, la de las Almas de los Mártires, la de las Llagas, la de la Madre de Dios de San Francisco de la Ciudad, la de Nuestra Señora de las Angustias, que ya faltaban aquí, en fin, la de los Remedios, que los remedios vienen siempre después y a veces demasiado tarde, caso este en que las esperanzas, si es que aún quedan, son puestas en el Santísimo Sacramento que ahí viene, representado en estandarte, llevando al frente, por ser el precursor, a San Juan Bautista en figura de niño, vestido de pieles, con cuatro ángeles que van tirando flores, no existe otra tierra donde más circulen los ángeles por las calles del común, basta extender un dedo y se ve de inmediato qué reales son y verdaderos, volar no vuelan, eso es verdad, y qué, volar no es prueba suficiente de angelidad, si el padre Bartolomeu de Gusmão, o sólo Lourenço, llega a volar un día, no se volverá ángel por tan poco, se requieren otras cualidades, pero todavía es pronto para tales averiguaciones, aún no están recogidas todas las voluntades, por ahora va la procesión mediada, se nota el calor de la mañana adelantada, ocho de junio de mil setecientos diecinueve, quién viene ahora ahí, vienen las comunidades, pero la gente ya no está atenta, pasan frailes y, ni caso, ni siquiera fueron señaladas con el dedo todas las hermandades, Blimunda miraba al cielo, Baltasar a Blimunda, ella dudando de si sería luna nueva, si no aparecería sobre el convento del Carmen un leve creciente, curva navaja, afiladísimo alfanje que abriría a sus ojos todos los cuerpos, y en esto pasó la primera comunidad, quiénes eran aquéllos, no lo vi, no me he fijado, frailes eran, terciarios de San Francisco de Jesús, capuchinos, religiosos de San Juan de Dios, franciscanos, carmelitas, dominicos, cistercienses, jesuitas de San Roque y de San Antón, con tantos nombres y colores se le va a uno la cabeza y la retentiva, es hora de comer del fardel traído o el alimento comprado, y mientras se come se va hablando de lo que ha pasado, ya las cruces doradas, las mangas generosas, los lienzos blanquísimos, las casacas anchas, las medias altas, los zapatos de hebilla, los tufos, las tocas, las sayas rodadas, los mantos de fantasía, las golas de encaje, las casaquillas, sólo los lirios del campo no saben hilar ni tejer y por eso están desnudos, si Dios quisiera que así anduviésemos habría hecho hombres liliales, las mujeres afortunadamente lo son ya, pero lirios vestidos, Blimunda, vestida o no, qué pensamientos son ésos, Baltasar qué recuerdos pecadores, si ahora viene la cruz de la iglesia matriarcal, y luego la comunidad de la Congregación de las Misiones, y la del Oratorio, y la multitud innúmera de curas de las parroquias, oh señores, tanta gente preocupada por salvar nuestras almas y éstas aún extraviadas, no te preocupes tú, Baltasar, que por ser soldado, aunque inválido, eres de la feligresía de estos que pasan, ciento ochenta y cuatro caballeros de la Orden Militar de Santiago de la Espada, ciento cincuenta caballeros de la Orden de Avis, y otros tantos de la Orden de Cristo, éstos son frailes que eligen a los que han de ser sus hermanos, aparte de no querer Dios en sus altares animales con defectos, máxime si son de sangre vulgar, quédese así Baltasar donde está, viendo pasar la procesión, los pajes, los cantores, los cubicularios, los dos tenientes de la guardia real, uno, dos, con el uniforme principal, hoy diríamos de gala, y la cruz patriarcal llevando al lado las cintas bermejas, los capellanes de varas alzadas y haces de claveles en las puntas, ay el destino de las flores, un día las meterán en los cañones de los fusiles, los monaguillos, la basílica de Santa María Mayor, que lleva sombrilla y también la basílica patriarcal, ambas de gajos alternados, blancos y rojos, si dentro de doscientos o trescientos años empiezan a llamar basílicas a los paraguas, Mi basílica tiene una varilla rota, He olvidado mi basílica en el coche, He mandado poner un puño nuevo a mi basílica, Cuándo estará acabada mi basílica de Mafra, piensa el rey, que viene ahí detrás sosteniendo una vara del palio, pero antes pasó el cabildo, primero los canónigos diáconos de dalmática blanca, luego los presbíteros con casullas del mismo color, más tarde las dignidades, con amito, pluvial y formalio, qué sabrá este pueblo de estos nombres, de la mitra conoce la palabra y la forma, que tanto está en el culo de la gallina como en la cabeza de los canónigos, cada uno de éstos asistido por tres familiares de su casa, uno con antorcha encendida, otro llevando el sombrero, ambos trajeados a lo cortesano, y el caudatario lleva la cola y viste sotana y cota, ahora sí, ahora empieza el cortejo del patriarca, vienen primero seis hidalgos, parientes suyos, con antorchas encendidas, luego el beneficiado asistente con el báculo, otro capellán con la naveta del incienso, detrás dos acólitos bamboleando turíbulos de plata labrada, y dos maestros de ceremonias, y doce escuderos llevando también antorchas, Ah, gente pecadora, hombres y mujeres que condenados os obstináis en vivir esas vuestras transitorias vidas, fornicando, comiendo, bebiendo de más, faltando a los sacramentos y al diezmo, que del infierno osáis hablar con descaro y sin pavor, vosotros, hombres, que pudiendo palpáis el trasero a las mujeres en la iglesia, vosotras, mujeres, que sólo por un resto de vergüenza no tanteáis en la iglesia las partes a los hombres, ved lo que pasa ahora, el palio de ocho varas, y yo, patriarca, bajo él, con la sagrada custodia en la mano, arrodillaos, arrodillaos, pecadores, que ahora mismo debierais caparos para no fornicar más, ahora mismo debierais ataros las mandíbulas para no ensuciar más vuestras almas en comilonas y borracheras, ahora mismo debierais volver y vaciar vuestros bolsillos, porque en el paraíso no se requiere dinero, en el infierno tampoco, en el purgatorio se pagan las deudas con oraciones, aquí sí que el dinero es preciso, para el oro de otra custodia, para sustentar la plata de toda esta gente, a los dos canónigos que me levantan la cola de la pluvial y llevan las mitras, y los dos subdiáconos que me alzan la orla del faldón, los caudatorios que van atrás, por eso son caudatorios, este mi hermano, que es conde y me sostiene la cola de la pluvial, los dos escuderos con los dos flabelos, los maceros con las varas de plata, el primer subdiácono con el velo de la mitra aurifrigiata, que no la pueden tocar manos, loco fue Cristo que nunca puso mitra en su cabeza, sería hijo de Dios, de eso no dudo, pero rústico era, porque desde siempre se sabe que ninguna religión prosperará sin mitra, tiara o sombrero hongo, si se lo hubiera puesto pasaba de inmediato a sumo sacerdote, habría sido gobernador en vez de Poncio Pilatos, mira de lo que me he librado, así está bien el mundo, si no lo hubieran hecho así yo no me vería de patriarca, pagué, pues, lo debido, di al César lo que es de Dios, y a Dios lo que es del César, después haremos las cuentas y partiremos el dinero, un chavo para ti, otro para mí, en verdad os digo y diré, Y Yo, vuestro rey, de Portugal, los Algarves y el resto, que devotamente voy sosteniendo una de estas varas sobredoradas, ved cómo se esfuerza un soberano por guardar, en lo temporal y en lo espiritual, a la patria y al pueblo, que bien podía yo haber mandado en mi lugar a un criado, un duque o un marqués haciendo las veces, pero aquí estoy, y en persona, y también en persona están los infantes mis hermanos y señores vuestros, arrodillaos, arrodillaos, que pasa la custodia y paso yo, Cristo va en ella, en mí la gracia de ser rey en la tierra, cuál de los dos ganará, el que sea de carne para sentir, yo, rey y verraco, bien sabéis cómo las monjas son esposas del Señor, es una verdad santa, pues a mí, como al Señor, me reciben en sus lechos, y por ser yo el Señor gozan y suspiran sosteniendo en la mano el rosario, carne mística, mezclada, confundida, mientras los santos en el oratorio aguzan el oído a las ardientes palabras que bajo el sobrecielo se murmuran, sobrecielo que sobre el cielo está, éste es el cielo y no lo hay mejor, y el Crucificado deja caer la cabeza hacia el hombro, pobrecillo, quizá dolorido por los tormentos, quizá para mejor poder ver a Paula cuando se desnuda, quizá celoso porque le están robando a esta esposa, flor de claustro perfumada de incienso, carne gloriosa, pero en fin, después yo me voy y ella queda para él, si quedó preñada, el hijo es mío, pero no vale la pena proclamarlo otra vez, ahí atrás vienen cantores entonando motetes e himnos sacros, y eso me da una idea, no hay como los reyes para tenerlas, las ideas, si no cómo iban a reinar, que vengan las monjas de Odivelas a cantar el Bendito al cuarto de Paula cuando estemos acostados, antes, durante y después, amén.