Leisha tocó con la punta de los dedos la copia de los planos de seguridad. La perturbaban.
– Si no podemos integrarnos en el mundo… libre comercio debería implicar libre tránsito.
– Bueh, sí -dijo Jennifer, una respuesta tan poco propia de una insomne, cínica e imprecisa, que Leisha se quedó mirándola-.
Tengo algo que decirte, Leisha.
– ¿Qué?
– Tony no está aquí.
– ¿Y dónde está?
– En la cárcel del condado de Allegheny. ¡Es cierto que estamos teniendo pleitos por la zonificación de Santuario… zonificación! ¡En este lugar aislado!
Pero es algo más, algo que ocurrió esta mañana. Arrestaron a Tony por el secuestro de Timmy De Marzo.
La habitación pareció oscilar.
– ¿El FBI?
– Sí.
– ¿Cómo… cómo lo descubrieron?
– Algún agente eventualmente resolvió el caso. No nos dijeron cómo. Tony necesita un abogado, Leisha. Dana Monteiro ya aceptó, pero Tony te quiere a ti.
– ¡Jennifer… no daré los exámenes finales hasta julio!
– Dice que esperará. Mientras tanto Dana será su abogada.
¿Conseguirás tu título?
– Por supuesto. Pero ya tengo un trabajo esperándome con Morehouse, Kennedy amp; Anderson en Nueva York… -se detuvo. Richard le dirigía una dura mirada, mientras Jennifer contemplaba el piso. Leisha dijo, suavemente: -¿Qué alegará?
– Culpable -dijo Jennifer-, con… ¿cómo se llama legalmente? Circunstancias atenuantes.
Leisha asintió. Había temido que Tony se declarara inocente: más mentiras, subterfugios, tramoyas políticas. Su mente recorrió rápidamente circunstancias atenuantes, precedentes, pruebas en antecedentes… Podrían usar Clements contra Voy…
– Dana está ahora en la cárcel -dijo Jennifer-. ¿Quieren ir conmigo?
– Sí.
En Belmont, sede del condado, no les permitieron ver a Tony.
Dana Monteiro, como su representante, podía entrar y salir libremente. Leisha, que no era oficialmente nada, no podía ir a ninguna parte. Eso les dijo un hombre en la oficina de la Fiscalía, que permaneció impasible mientras les hablaba, y que escupió en el suelo hacia sus pies cuando se iban, aunque eso lo dejó con la mancha del salivazo en su piso de la corte.
Richard y Leisha se dirigieron en el automóvil rentado al aeropuerto para volar a Boston.
En el camino Richard dijo que la dejaba. Se mudaba a Santuario ya, aunque todavía no estuviera funcionando, para ayudar en la planificación y en la construcción.
Pasaba la mayor parte del tiempo en su casa de la ciudad, estudiando ferozmente para los exámenes o contactando a los niños insomnes por la Red. No había contratado a otro guardaespaldas para reemplazar a Bruce, lo que hacía que saliera poco; esa reticencia a su vez la enojaba consigo misma. Una o dos veces al día repasaba los informes electrónicos de Kevin.
Había signos de esperanza. El Times de Nueva York publicó un editorial, difundido ampliamente por los servicios electrónicos de noticias:
PROSPERIDAD Y ODIO: UNA CURVA LOGICA QUE CASI NO VEMOS Los Estados Unidos nunca han sido un país que valorara mucho la calma, la lógica, la racionalidad. Tenemos, como pueblo, tendencia a etiquetar estas cosas como "frías". Tenemos, como pueblo, tendencia a admirar el sentimiento y la acción: en nuestras historias y memorias no exaltamos la creación de la Constitución sino su defensa en IwoJima; tampoco los logros intelectuales de un Stephen Hawkings sino la heroica pasión de un Charles Lindbergh; ni a los inventores de los monorraíles y computadoras que nos unen sino a los compositores de furibundas canciones de rebeldía que nos separan.
Un aspecto peculiar de este fenómeno es que se hace más fuerte en tiempos de prosperidad. Cuanto mejor están nuestros ciudadanos, cuanto más contentos por los resultados que viven de un calmo razonar, más apasionados se muestran en su tendencia a la emoción. Consideren, en el siglo pasado, los ostentosos excesos de los Años Locos y el regodeo anti-sistema de los sesenta. Consideren, en nuestro propio siglo, la prosperidad sin precedentes que trajo la energía-Y; y consideren luego que Kenzo Yagai, excepto para sus seguidores, fue visto como un lógico despiadado y avaricioso, mientras que la adulación nacional se vuelca hacia el escritor neonihilista Stephen Castelli, hacia la "tierna" actriz Brenda Foss y hacia el temerario clavadista de pozos gravitatorios Jim Morse Luter.
Pero sobre todo, mientras evalúan este fenómeno en sus casas provistas de energía-Y, consideren el actual brote de sentimientos irracionales hacia los "insomnes" a partir de la publicación de los descubrimientos conjuntos del Instituto Biotech y la Escuela Médica de Chicago sobre regeneración de tejidos en los insomnes.
La mayoría de los insomnes son inteligentes. La mayoría son calmos, si se entiende este término tan maltratado como la capacidad de dirigir las energías a resolver problemas más que a emocionarse con ellos. (Aún la ganadora del Premio Pulitzer Carolyn Rizzolo nos brindó un asombroso juego de ideas, no de pasiones desencadenadas.) Todos ellos muestran una tendencia natural a realizar logros, decididamente respaldada por tener un tercio de tiempo más al día para alcanzarlos. Sus logros residen, en su mayor parte, en campos lógicos más que emocionales: computadoras, ley, finanzas, física, investigación médica. Son racionales, ordenados, calmos, inteligentes, alegres, jóvenes, y posiblemente longevos.
Y, en nuestros Estados Unidos de prosperidad sin precedentes, crecientemente odiados.
El odio que hemos visto florecer tan acabadamente en los últimos meses, ¿brota, realmente, de la "ventaja desleal" que tienen los insomnes sobre el resto de nosotros para conseguir trabajo, ascensos, dinero, éxito? ¿Es realmente envidia por la buena suerte de los insomnes? ¿O proviene de algo más pernicioso, enraizado en nuestra tradición de acción del "pistolero más rápido" americano: odio por el que es lógico, calmo, considerado; un odio, de hecho, hacia la mente superior?
Si es así, tal vez debamos pensar en los fundadores de esta nación: Jefferson, Washington, Paine, Adams… todos habitantes de la Edad de la Razón. Estos hombres crearon nuestro sistema de leyes, ordenado y equilibrado, precisamente para proteger la propiedad y los logros creados por los esfuerzos individuales de mentes equilibradas y racionales. Los insomnes pueden ser la prueba interna más severa de nuestra sensata creencia en la ley y el orden. No, los insomnes no fueron "creados iguales", pero debemos examinar nuestra actitud hacia ellos con igual cuidado que nuestra jurisprudencia más sensata. Puede que no nos guste lo que encontremos sobre nuestras motivaciones, pero nuestra credibilidad como pueblo puede depender de la racionalidad y la inteligencia de este examen.
Ambas cosas estuvieron escasas en la reacción del público ante los resultados de la investigación del mes pasado.
La ley no es teatro. Antes de redactar leyes que reflejen sentimientos dramáticos y exaltados, debemos estar muy seguros de comprender la diferencia.