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Epílogo

Al amanecer, un hombre avanza por la llanura a medida que hace agujeros en el suelo. Usa una herramienta de dos mangos y la hunde en el agujero y prende fuego con su acero a la piedra hoyo tras hoyo sacando chispas de la roca que Dios ha puesto allí. Detrás de él en la llanura están los nómadas en busca de huesos y los que no buscan nada y avanzan a sacudidas como mecanismos cuyos movimientos estuvieran controlados por escape y paleta de manera que parecen frenados por una prudencia o una introspección que carece de realidad interior y en su avance cruzan uno tras otro ese rastro de agujeros que va hasta el límite mismo del terreno visible y que parece menos la búsqueda de una permanencia que la verificación de un principio, una confirmación de la secuencia y la causalidad como si cada perfecto agujero redondo debiera su existencia al que le precede en esa pradera donde están los huesos y los recolectores de huesos y los que nada recogen. Saca chispas del agujero y retira su instrumento. Luego reanudan todos la marcha.

Cormac McCarthy

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