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La muerte de Carlos Pizarro fue una ejecucin extrajudicial, que tuvo que hacerse para conservar un pas. La perdicin del M-19 fue Pablo Escobar, como lo fue el comunismo para el otrora liberal Manuel Marulanda, el comandante de las FARC. Mire cmo es la vida. Cuando l comenz, su primera organizacin se llamaba Autodefensa.

Suspendamos ah, periodista. Ms adelante contar cmo fue el operativo de la muerte de Pizarro, uno de los ms duros pero limpios que he realizado en mi vida.

Apagu mi grabadora y Castao se march agotado hacia su cuarto. Yo qued de una sola pieza. Durante el relato reserv las preguntas para despus y no lo interrump porque cada dato, cada nombre que apareca era una revelacin para el pas y su vergonzoso aparato judicial. Mi silencio, producto del asombro que me embargaba, tena una explicacin. Acababa de conocer la confesin sobre uno los secretos mejor guardados de Colombia en los ltimos quince aos. Tom lo que quedaba de mi caf y camin lentamente hacia la escalera que conduca a una pequea terraza improvisada sobre el techo de un tanque de agua. Desde all se divisan las incontables montaas de Antioquia. Me sent en una banca de madera y comenc a atar cabos: antes de iniciar las veintiocho horas de horror en la toma del Palacio de Justicia, el seis de noviembre de 1985, el maestro Reyes Echanda era hombre muerto; la invaluable vida del presidente de la Corte Suprema de Justicia ya se haba negociado entre Pablo Escobar y Carlos Pizarro. Un milln de dlares vala la cabeza de Reyes Echanda, confes Castao.

Por consiguiente, el inolvidable jurista no muri por el fuerte operativo militar del Ejrcito contra los guerrilleros o la falta de negociacin del gobierno del presidente Belisario Betancur. Tal vez los otros once magistrados titulares y los seis auxiliares que perecieron en la toma se hubieran podido salvar con un manejo distinto de la desafortunada accin guerrillera. Lo impresionante es que esta versin concuerda con la del hijo del presidente de la Corte, Yesid Reyes, a quien consult para obtener otra fuente y constatar lo dicho por Castao. Semanas despus de la muerte de su padre, en el trajinar de su vida laboral como penalista, conoci la misma historia proveniente de otro de los testigos de aquella triste alianza.

Cmo cambia la historia con el transcurrir de los aos. Cuntas personas deben morir. Cuntas heridas tienen que sanar y en qu magnitud debe cambiar el pas para conocer toda la verdad, pens. Antes de tomar el ltimo sorbo, observ lo que restaba de mi caf, resuelto a continuar con mi trabajo y convencido de lo injusto que es ocultarle al pas tantos sucesos, especialmente en los que fallecieron personas inocentes. Baj de la terraza. El desayuno estaba listo y Castao, acompaado de su novia, me esperaban en la mesa.

-Ahora nos desplazaremos a otro sitio o vamos a seguir hablando aqu? -le pregunt.

-No. Visitaremos una oficinita que tengo en el pueblo. Ah estn los muchachos de las computadoras con Internet donde contesto correos y leo la prensa. Yo casi nunca duermo en un mismo lugar. Siempre paso la noche en una casa distinta. Atender una reunin cerca y partiremos ms tarde para Crdoba en un vuelo corto en helicptero. Justo lo que necesitamos para llegar donde los suegros. Ya estamos en todos los preparativos de la boda.

-Dnde se llevar a cabo el matrimonio?

-En una finquita. Ser una ceremonia pequea, slo con los amigos.

-Cumbre de comandantes aunque de civil y encorbatados, me imagino.

-Correcto, correcto -repiti, mientras su novia le dijo con voz dulce y consentida:

-Amor, acurdate de que necesito ir a Medelln a medirme el vestido.

-No hay problema, mi vida. Le pediremos a Montadorcito que te lleve al aeropuerto.

No resist las ganas de hacer una pregunta de farndula:

-Y qu tal el vestido?

-Divino! -exclam emocionada. Es blanco, largo y entallado al cuerpo; sencillo y diseado por Silvia Teherassi.

Kenia se par de la mesa y Castao cambi de tema. Durante nuestras conversaciones, saltbamos de una historia a otra. Los recuerdos van y vienen, no hay que dejarlos escapar deca Castao. Nos concentramos de nuevo en la muerte de Carlos Pizarro.

-Por un caso como el de Pizarro no me condenaran si no lo confesara. Y le digo una cosa, si la historia se repitiera y las circunstancias fueran idnticas, yo volvera a actuar de la misma manera. Para m, aquella fue una verdadera accin patritica. Cmo se hubiera enrarecido Colombia con un presidente de Escobar, y Pablo bien amigo de la guerrilla. Esto amenazaba con desaparecer el orden institucional.

Yo nunca haba visto un enemigo ms esquivo y astuto para impedir un atentado en su contra que Pizarro.

Era muy difcil ejecutarlo. Anduvimos tres meses siguindolo, y varias veces estuvo a punto de morir. Intent atacarlo en el aeropuerto, dentro de una marcha en plena calle y en el Congreso de la Repblica. All logramos entrar la subametralladora cuatro veces pero no se dio la ocasin.

Yo dije: Este hombre es muy sagaz. Me detuve a pensar y busqu alternativas para la ejecucin: Dnde me matan a m? En qu lugar soy vulnerable?

Bendito sea mi Dios!. Claro, en un avin!.

Calcul hasta el ms mnimo detalle, pues no poda, de ninguna manera, arriesgar la vida del centenar de pasajeros que viajaran con l. Cit a dos pilotos privados con experiencia y les pregunt a qu altura estallara un avin si se disparaba desde el interior. Asombrados, me contestaron: El avin despega y comienza su presurizacin progresiva. Al alcanzar los primeros mil pies de altura, contina presurizndose, y al superar los quince mil pies, se torna en una bomba de aire, como las de colores de las fiestas infantiles que con perforarlas con un alfiler, explotan.

La clave era calcular cunto tiempo tena el comando para ejecutar la accin apenas despegara el avin. Concluimos con los especialistas que el momento preciso era a partir de que los avisos luminosos que le permiten a las personas ponerse de pie, se apagaban. An no haba presurizacin. Nos daban cinco minutos para ejecutar la accin. Si nos pasbamos, el avin explotara.

El arma, una metra Mini Ingram, calibre 380, la entr un civil por la salida de los vuelos nacionales del aeropuerto El Dorado. Se consigui una escarapela que lo identificaba como mayor de la Polica Nacional. Al portero, con voz autoritaria, slo le dijo mostrando el carnet: Voy a esperar a un personaje. Se escogi esta arma porque si se le limaba el mecanismo disparador, la rfaga saldra sin cadencia. Es decir: rraaaaaas y no, ta, ta, ta, ta.

Yo tena interceptados los telfonos de los escoltas de Pizarro. Los guardaespaldas del M eran los ms hablantinosos. A las diez de la noche, uno de ellos le inform al otro sobre un cambio de vuelo y que viajaran hacia Barranquilla. A las doce de la noche, yo verifiqu el ltimo casete de la Empresa de Telfonos de Bogot y me enter del nuevo itinerario. Esa maana, madrugamos al aeropuerto y se compraron cuatro pasajes para Barranquilla. El vuelo se retras unos cuarenta minutos y como la aerolnea asignaba las sillas, pedimos que nos dieran de la fila uno a la ocho donde siempre viajaban los personajes. Los cuatro muchachos del comando quedaron dentro de las diez primeras filas.

Cuando mis hombres llegaron al segundo piso y pasaron los controles de la salida de vuelos nacionales del aeropuerto El Dorado, el falso mayor de la Polica suba las escaleras que ms adelante unen la salida de pasajeros con la llegada. Entr en el bao ms cercano al abordaje y all esper al jefe del comando. Le entreg el arma, quien a su vez se la dio al encargado de ejecutar la accin militar en el avin. Este se la escondi en la cintura. Cuenta el jefe del comando que el muchacho pareca tan seguro de su misin que se le vea dar pasos largos hasta llegar al avin.

Yo me encontraba en el aeropuerto y desde el gran ventanal del segundo piso observaba el avin. Escuchaba por radio la ltima entrevista que Pizarro concedi desde el carro o desde un lugar muy privado en el aeropuerto, que nosotros an no detectbamos. La entrevista se llev a cabo con Caracol Radio, cuyo director, Yamid Amat, al terminar, le dijo: Suerte, comandante!. Pizarro no contest nada y, despus de ese silencio, Yamid le dijo: Cudese. Al saber lo que pasara, slo susurr: Caramba, como si lo presintiera. As son las cosas de la vida.